"Conocerás a San Martín por
la elección de sus libros"
Infobae - domingo, 17 de
agosto de 2014
Miguel de Unamuno escribió una
vez: " A cada hombre puede juzgársele por sus lecturas favoritas. Don
Quijote leía libros de caballería; Bolívar, a Rousseau, y San Martín apacentaba
su espíritu con la lectura de Plutarco". El profesor Pedro Luis Barcia,
lingüista, actual presidente de la
Academia Argentina de Educación y
autor de numersos ensayos, ha incursionado en esta forma de aproximarse a la
figura y al pensamiento de un grande como José de San Martín. El resultado es
el libro Los caminos de la lectura. Las bibliotecas del Libertador, en
coautoría con Adela di Bucchianicco (Autopistas del Sol, 2010), que echa luz
sobre una faceta poco conocida de un hombre que decía "el escribir es lo
que más aborrezco" –aunque lo hizo cuando fue necesario para su acción y
para mantener el vínculo con sus amigos- pero que poseía una biblioteca por
demás nutrida para la época. En palabras de Barcia, era otro "parque de
artillería" del General. -¿Qué cosas podemos aprender sobre San Martín a
partir de sus lecturas? Creo que puede decirse "por la elección de sus
libros lo conocerás". La biblioteca personal –en la época le decían
"librería" y así la llama San Martín- revela las preferencias, y la
amplitud de intereses sanmartinianos. Naturalmente, el mayor caudal de su
biblioteca estaba dedicado a las artes militares -unas143 obras-; luego venía
la literatura, con 38 títulos, obras históricas, 34, libros de viajes, 23, y
varios diccionarios: de música, de historia, de arquitectura, de América, de
artes, etcétera. Puede verse el análisis que hemos hecho en nuestro libro, con
Adela di Bucchianicco, donde rescatamos las portadas de toda su biblioteca .
-¿Qué le impactó de la lista de
libros que el Libertador trasladaba consigo y que finalmente donó al Perú?
Él donó al Perú sus más de 700
volúmenes, pero sólo le aceptaron la mitad. La otra quedó disponible para otros
destinos posibles: las bibliotecas de Mendoza y de Santiago de Chile, fundadas
por su motivación, como la de Lima. Lo que me llamó la atención es la variedad
de campos que abarca. Pero lo más insólito es que un militar arrastre consigo
una docena de cajones de libros a través del Atlántico, de España a Buenos
Aires, luego a Mendoza; y, a través de la Cordillera, a Chile primero, y
después a Perú por mar. Es un hecho insólito, repito. De alguna manera, ese
caudal era parte de otro "parque de artillería": en esos libros él
hallaba descanso, ilustración y motivación.
Jose de San Martin 1170 3
-¿Eran las lecturas de San Martín
las usuales en un militar, en esa época, en España?
Eran mucho más amplias y variadas
que las habituales de un hombre de armas. Sus diversas lecturas eran las
propias de un hombre de la Ilustración, con un predominio fuerte de obras en
francés. Era dueño de una edición ampliada de la famosa Encyclopédie, y
agavilló en su rica biblioteca obras sobre matemáticas, literatura,
agricultura, jardinería, biografías, derecho, memorias, etc.
-¿Cree que el San Martín que
recordamos se parece al real?
Sí, en lo esencial: su sentido
republicano, de palabra inquebrantable, su talento organizador, su condición de
amigo entrañable, su respeto a la vida, su atención cordial a los indios y a
los negros. Dispuso en Córdoba, en 1814, que se reeditaran los Comentarios
reales, del Inca Gracilaso de la Vega, para que se conociera aquella cultura
originaria, etc. Era hombre de vida muy estricta y disciplinada.
Hay que evitar dos actitudes
extremas en la presentación de nuestros prohombres: la marmolización, que los
hace inimitables, y se pierde su potencia ejemplificante para los ciudadanos; y
el avulgaramiento en que caen muchos con el ánimo de "humanizarlo" y
lo degradan. "No hay grandes hombres para su ayuda de cámara", dice
el estúpido comentario vulgar: el pobre asistente sólo ve al hombre en el
gargajo, el vómito, y las pequeñeces cotidianas. No tiene percepción real de sus
altos valores.
-¿Hay aspectos valiosos de su
personalidad que se hayan perdido justamente con esta "marmolización"
de su figura?
Era un notable bailarín
-"pocos hay que lo aventajen", dijo Mary Graham, la amante de
Cochrane-; jugaba al ajedrez, sus hobbies eran la carpintería, la cerrajería y
la jardinería; pintaba acuarelas, y algún óleo con paisaje de río; aprendió a pintar
abanicos y coloreaba postales. Notable tertuliano con capacidad de conversación
entretenida y vivaz: "Su conversación es amable, fina e insinuante, como
la de un hombre de mundo y de buen trato", dice el general Miller.
"Respondía con claridad y elegancia de lenguaje, admirable en la
argumentación", apunta el inglés Basilio Hall. Su segunda vocación fue la
marina.
Jose de San Martin 1170 1
-Aunque fue un hombre muy
ilustrado, San Martín no era un intelectual, no dejó escritos. ¿Es eso un
obstáculo para conocerlo?
Tuvo una gran capacidad de
observación, sus extensas descripciones de las costumbres de los indios
pehuenches, poco conocidas e interesantísimas, lo prueban. No fue un escritor
ni un intelectual: fue un hombre de sólida cultura, de notable profesionalismo
militar e inusual capacidad de mando y de proyecto; su Plan Continental lo
muestra. En Cuyo, consolidó su capacidad de gobierno al frente de la región,
donde adelantó en empresas civilizadoras: molinos, vacunas, escuelas, mejoras
edilicias y del ejido urbano, etc.
Eso sí, era de expresión breve y
lacónica: la arenga antes de librar el encuentro de San Lorenzo fue de tres
líneas. "El escribir es lo que más aborrezco", le dijo a O'Higgins.
Se acentuó su rechazo, cuando lo afectó el reuma en su mano derecha. Escribió
por obligación toda literatura castrense: informes, partes, arengas, bandos,
por un lado; y, por otro, un conjunto importante de cartas de tres índoles:
oficiales (al Director Supremo, al Virrey de Lima, a Rosas, etc.), personales
(a José Artigas, a Estanislao López, entre otra muchas) e íntimas, las más
sabrosas a sus dos amigos preferidos, los dos Tomases: Godoy Cruz y Guido,
quienes le arrancaron cartas más extensas y espontáneas, en las que usaba
ocasionalmente expresiones cuarteleras, que no aparecen en el resto de los
escritos. En estas epístolas el fraseo es sabroso, salpicado de argentinismos
léxicos, como matucho, maturrango, calavera, chusmear, pingo, orejear,
pulpería, varios carajos, etc.) y fraseológicos, como el célebre andar en pelotas,
en su arenga al Ejército de los Andres, o meter el hombro, tirarse a muerto,
caérsele la baba, y refranes, lo que le había quedado como hábito por su
estancia en Andalucía: Más vale el loco en su casa que el cuerdo en la ajena;
En casa vieja, todas son goteras; A perro flaco nunca le faltan pulgas; Obras
son amores, que insertaba en sus párrafos. Lo he analizado también en La lengua
de San Martín, editado enPerú, en 2013, por la Academia Peruana de la Lengua.
Y un detalle, de color, a la
pregunta boba ¿de qué color era el caballo blanco de San Martín?, cabe
precisar: nunca montó uno de ese pelaje: sí, un bayo con la cola cortada en
corvejón; uno negro, de trote largo: un alazán tostado, un zaino oscuro, y,
para cruzar la Cordillera, una mula zaina.
-¿Qué explicación le encuentra al
hecho de que se hable muy poco de lo que hizo después del año 1824, cuando se
va por primera vez? Son 26 años hasta su muerte de los que casi nada se sabe...
Su propia decisión de mantenerse
al margen de la vida política, sin embanderarse con ninguna facción, para dejar
que el país desarrolle su vida institucional. "A pesar de haberme tratado
mi país como a un Ecce Homo", escribió en una carta, desde Bruselas, el 6
de enero de 1827. El silencio que se impuso para no responder a agravios que le
inferían los "papeles públicos" -como entonces se les llamaba a los
periódicos-, en los que se lo difamaba. Padeció "guerra de pluma" y
"guerra de zapa política", en sus propias palabras, desde concluida
la campaña libertadora hasta el fin de sus días. En su exilio sufrió violación
de su correspondencia, acecho de espías, campañas de desprestigio, que soportó
con estoicismo, salvo frente a dos personas ante las que reaccionó con
alteración de "mi bilis", como decía: el embajador argentino Manuel
Moreno, hermano de Mariano, y el peruano Riva Agüero. La carta a éste es una
página antológica de dilapidación verbal. En América, el único que lo sacó de
su habitual quicio verbal fue el "metálico" Lord Cochrane, como lo
adjetiva, por su filibusterismo.
-¿Qué historiadores le han hecho
más justicia a San Martín?
Estimo que han sido, por un lado,
Mitre y José Pacífico Otero, con sus dos monumentales historias,
complementarias entre sí, y, por otro, trabajos de diversa índole y abordaje
como los de José Luis Busaniche, Benjamín Vicuña Mackenna, Guillermo Furlong y
José Torre Revello, Patricia Pasquali, Héctor Piccinali, seleccionando fuerte
en la vasta bibliografía sanmartiniana.
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