Salud y cambio climático:
pequeños pasos, grandes efectos
Deutsche Welle - agosto de
2014
El médico y epidemiólogo
británico Andrew Haines apoya la idea de reducir las emisiones de CO2 para
proteger la salud de las futuras generaciones. Hoy nos habla sobre el tema en entrevista
con Global Ideas.
El médico y epidemiólogo
británico Andrew Haines fue director de la Escuela de Higiene y Medicina
Tropical de Londres (LSHTM, por sus siglas en inglés) durante casi diez años.
Se trata de la escuela más avanzada de este tipo en Europa. Bajo su dirección,
la LSHTM ganó en el año 2009 el “Premio a la Salud Global” de la fundación Bill
& Melinda Gates por su labor en la mejora de la salud de gente pobre.
Andrew Haines habla con Global
Ideas poco antes de la inauguración de la Cumbre Mundial de la Salud en Berlín
sobre cómo afecta el cambio climático a la salud de la población. En su
opinión, debemos encontrar nuevas formas de convencer a la opinión pública de
que participe activamente en la lucha contra el cambio climático: “Cuando se le
dice a la gente que la situación será peligrosa y difícil en el futuro, falta
la motivación. Cuando tienen la impresión de que no pueden hacer nada, se
sienten presionados y se vuelven pasivos. En realidad, siempre hay
posibilidades. Y creo que las debemos destacar”.
Global Ideas: La relación entre
cambio climático y salud parece ser un tema muy amplio. ¿Podría describir
cuáles son los aspectos más importantes?
Sir Andrew Haines: Hay grandes
preguntas sobre el tema cambio climático y salud. La primera es sobre los
posibles efectos del cambio climático en la salud de de las personas y la
propensión de poblaciones enteras. La segunda cuestión es hasta qué punto se
puede adaptar la gente al cambio climático, es decir, si podemos reducir los
efectos del cambio climático en la salud humana. El tercer tema es cómo
afectarían a la salud determinadas medidas contra el cambio climático tales
como la reducción de emisiones de CO2. El cambio climático se viene
desarrollando desde hace siglos.
Esto hace que los cálculos reales
sobre sus efectos en la salud sean complicados. Aún así, las medidas para la
reducción de emisiones de CO2 tienen en cualquier caso efectos positivos en la
salud a corto plazo, tales como la mejora de la calidad del aire reduciendo la contaminación
atmosférica o el cambio de sistema de transportes, que lleva a un aumento de
actividades físicas.
¿Dónde aprecia usted actualmente
los efectos del cambio climático?
Es difícil saber si un evento
atmosférico determinado se da a causa del cambio climático o no. Los
científicos, generalmente, hablan de posibilidades o de aumento de riesgos. De
este modo, el cambio climático aumenta las posibilidades de que se den olas de
calor intensas, inundaciones y sequías. Por ejemplo, la ola de calor que azotó
a Europa en 2003 costó la vida de cerca de 70.000 personas. La probabilidad de
que se den este tipo de olas de calor aumenta con el cambio climático, y es muy
posible que esta ola de calor tuviera esa misma causa, pero no tenemos pruebas
de ello.
Sin duda, cuando miramos hacia el
futuro, podemos prever un incremento de condiciones climáticas extremas. Creo
que la mayor preocupación en este momento es que, a causa de un exceso de
emisiones de CO2, superemos el umbral de los dos grados centígrados por encima
de la era anterior a la revolución industrial, lo que posiblemente provocaría
muchos efectos secundarios peligrosos.
¿Dónde se notarán más los efectos
a la salud del cambio climático en las personas: en el campo o en la ciudad?
La gente que vive en las ciudades
se verá afectada. En zonas urbanas, la tendencia es hacia temperaturas más
altas que en el campo. Esto se llama el efecto "isla de calor”. Pero,
naturalmente, la gente que vive en el campo tampoco podrá escapar del calor y
los efectos del cambio climático. Estos afectarán sobre todo a la gente que
trabaja al aire libre. Estudios demuestran que la productividad laboral baja
mucho en los meses más cálidos, y para el año 2100 ya se habla de una
disminución del 40 por ciento. Este efecto, en general, no se calcula para el
futuro próximo.
¿Tiene usted alguna estrategia
concreta para reaccionar ante estos cambios?
La primera medida, por supuesto,
sería la creación de un sistema de salud eficiente en países pobres. Debemos
asegurarnos de que en estos países la gente es capaz de defenderse contra las
consecuencias de la desnutrición, las enfermedades infecciosas o aquellas que
se contagian por el agua. Esto es de vital importancia. Pero también lo es la
construcción del sistema de protección de costas, con lo que conseguiríamos,
por ejemplo, una defensa efectiva contra las inundaciones. Hay que ayudar a la
gente en la medida de lo posible para que se adapte al cambio climático.
Teniendo en cuenta el rápido
crecimiento de la población y su tendencia al envejecimiento, ¿cómo deberíamos
empezar a participar de forma más activa?
La gente anciana supone una parte
cada vez más grande de la población mundial. Este no es un fenómeno que suceda
solo en Europa, sino también en las otras partes del mundo. Naturalmente, esta
parte de la población también siente los efectos el cambio climático. Es muy
posible que a finales de este siglo lleguemos a los 9 o 10.000 millones de
personas en el mundo. Esto implica que el cuidado de la salud de la población
mundial bajo las diferentes condiciones climáticas será un reto cada vez mayor.
El dióxido de carbono, por
ejemplo, permanece más de 100 años en la atmósfera, y algunas partículas llegan
incluso a los 1.000 años. Por tanto, debemos reducir ya las emisiones de CO2
para proteger la salud de las futuras generaciones. Y esto es aplicable también
a gases de efecto invernadero menos permanentes, como el metano o el carbón
negro: estas sustancias también contribuyen a un aumento de la temperatura,
aunque no permanecen tanto tiempo en la atmósfera. Si conseguimos reducir
también sus niveles, podremos disminuir también los efectos del cambio
climático en el futuro próximo. En definitiva, debemos participar de ambas
formas.
¿Cómo podemos convencer a la
gente de que debe tomar medidas, superando la idea de que el problema es
demasiado grande y no tiene solución?
Uno de los mejores argumentos,
creo yo, es que hay muchas maneras de mejorar la situación en el futuro más
próximo, con las que además se pueden frenar los efectos a largo plazo del
cambio climático. Por ejemplo, si quemamos menos carbón, produciremos también
menos dióxido de carbono y menos polvo, con lo que tendremos un aire más
limpio. Por tanto, la transición del uso de carbón a las energías renovables no
solo es positiva para el cambio climático, sino también para la salud pública.
Hay muchos más ejemplos: con el
uso más extendido de autos híbridos y eléctricos en lugar de vehículos con
combustibles fósiles lograremos reducir la suciedad del aire. El salir a andar
o montar en bicicleta no solo tiene ventajas para la atmósfera, sino que con
ello también mejoramos nuestra forma física y nuestra salud. Y ya sabemos que
hoy en día mucha gente no presta la atención suficiente a su bienestar
corporal. Este hecho en sí mismo es un gran factor de riesgo para muchas
enfermedades ya extendidas, como por ejemplo las enfermedades cardiovasculares.
¿Qué puede hacer cada uno para
reducir las emisiones de CO2?
Una gran parte de las emisiones
de CO2 que llegan a la atmósfera provienen de la agricultura. Sobre todo, de
los productos animales, especialmente la carne vacuna. Si la gente se
propusiera consumir menos productos animales, y en lugar de ello comprara más
frutas y verduras, mejoraría con ello salud y contribuiría a la vez a reducir
las emisiones de CO2. Aunque parece algo sencillo, la verdad es que cambiar los
hábitos alimenticios de la gente no es nada fácil. Además, hay una demanda
creciente de productos animales en países emergentes como por ejemplo China, y
esta es una tendencia que deberíamos tratar de cambiar.
En la conferencia climática en
Durban en el año 2011 ya se dieron llamadas a la acción en torno al tema de la
salud y el cambio climático, y lo mismo pasa un año después en Doha. ¿Desde
cuándo es el tema del cambio climático y la salud tan importante en la agenda
científica?
Personalmente, yo he investigado
la relación entre salud y cambio climático desde principios de los 90. Por
aquel entonces, no era el único tema importante de mi trabajo, pero llevo
trabajando en ello desde entonces. Un par de compañeros míos también lleva ya
varios años estudiando esta relación. Pero el tema realmente adquirió
importancia en las esferas científicas en los últimos años, gracias a los
argumentos de varias organizaciones de la salud relativos al cambio climático.
¿Diría usted que sería más fácil
llegar a un acuerdo entre las organizaciones de la salud que en las cumbres
climáticas anuales?
Las cumbres climáticas son, por
supuesto, la forma más importante de llegar a acuerdos. En mi opinión, las
organizaciones de la salud pueden decir lo que deseen, pero si no se llega a
acuerdos oficiales, nunca podremos detener el cambio climático. Creo que hay
mucha frustración a causa de la lentitud del desarrollo de las negociaciones,
porque está claro que hay muchos intereses en juego, como por ejemplo los del
sector de los combustibles. Y aún si en las negociaciones en la cumbre de París
2015 no se llega al acuerdo que todos deseamos, no debemos darnos por vencidos;
debemos seguir adelante con nuestro trabajo y tratar de proteger a la gente en
la medida de lo posible, a la vez que tratamos de reducir las emisiones de CO2.
Y tampoco debemos olvidarnos de la gente pobre. Uno de los efectos secundarios
de las tecnologías bajas en carbono es que son más caras que las demás; por
eso, es importante asegurarnos de que los países más pobres tienen acceso a
fuentes de energía bajas en carbono asequibles.
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