¡Ojo!: los términos y condiciones
SÍ aplican
BBC News - domingo, 31 de
agosto de 2014
Si este artículo empezara
diciendo que para seguir leyendo tiene que hacer clic al lado de la frase
"He leído y acepto las condiciones de uso", probablemente lo haría
sin siquiera notar que no hay dónde ver dichas condiciones.
Seguramente lo ha hecho en un
sinnúmero de ocasiones al registrarse en sitios web y redes sociales, aunque en
esos casos sí podría haber visto los términos del contrato que está firmando.
Si es uno de los pocos que ha al
menos intentado leerlos, habrá notado que son considerablemente largos.
En 2012, asociación de
consumidores británica Which? se puso en el trabajo de medir los textos y
encontró que, por ejemplo, el de Paypal tenía 36.275 palabras, 6.209 más que
"Hamlet" de William Shakespeare. El de Apple iTunes, con 19.972, le
ganaba a "Macbeth" por 1.862 palabras.
Para tener una idea de lo que
esto significa, dos investigadores de la universidad estadounidense Carnegie
Mellon hicieron un cálculo de cuánto le tomaría a un individuo leer todos de
los contratos online que le correspondería.
Tomaron la longitud media de
documentos de términos y condiciones (T&C) de los principales 75 sitios
web, la velocidad de lectura estándar y el promedio de lugares que visita cada
estadounidense.
Encontraron que a cada persona le
habría tomado 76 días laborales leerse todos los términos y condiciones de los
sitios que frecuenta.
Y si lo hiciera, encontraría otro
problema. Como señala el abogado ficticio protagonista de la novela
"Términos y condiciones", de Robert Glancy, "su genialidad
reside en el hecho de que son insoportablemente aburridos".
Con todo y eso, hay quienes lo
hacen. Hugo Roy es uno de ellos.
La mentira
Es el jefe de proyecto de Terms
of Service; Didn't Read o tosdr.org, cuya misión es "enmendar la mayor
mentira en la web". ¿Cómo? Recogiendo la información de quienes han
revisado lo que pocos leemos y calificando los sitios online de acuerdo a sus
condiciones de uso.
Pero, le preguntó BBC Mundo,
¿leyó él mismo los T&C la primera vez que se registró en una red social
antes de aceptarlos?
"Claro que no",
contestó riendo. "Yo me inscribí a Facebook más o menos en 2007 y sólo
borré mi cuenta en 2010, cuando anunciaron cambios a sus T&C para pasarle
información a terceros pues tenían nuevos socios".
Algo así suele añadir un grado
más de complicación al tema: una compañía puede asegurar que no usará sus
detalles para tal o cual propósito ymás abajo señalar que sí se los pasará a
otras compañías, que podría no respetar las mismas normas.
Pero quizás uno de los puntos que
más sorprenden, y que a menudo aparecen en esos contratos con los usuarios, es
que las compañías pueden cambiar los términos en cualquier momento.
El tema es tan complejo que,
"hay que ser un abogado de tiempo completo para entenderlo", en
opinión de Roy y "es como firmar una confesión forzada en un idioma
extranjero", para Glancy, quien se internó en el oscuro mundo de los
T&C para poder escribir su libro.
Derechos torcidos
"El hecho es que esos
términos aplican así los hayamos leído o no", subrayó Roy.
"Al ser las condiciones que
gobiernan nuestros derechos online, más nos vale estar informados: internet
permea toda nuestra vida de manera que la mayoría de nuestros derechos
fundamentales se ejercen en línea, como la libertad de expresión o
privacidad".
Roy disfruta del hecho de que
internet le ha permitido disfrutar del primero de los derechos que menciona de
una manera sin precedentes, pero rechaza que la otra cara de la moneda sea
tener que renunciar al segundo.
"Me agrada poder publicar
mis cosas por Twitter o mi blog, pero odio que los sitios estén llenos de
rastreadores que violan mi derecho a leer anónimamente, pues sin el derecho a
la lectura anónima, la libertad de expresión se reduce: el control de la
publicación y lectura le sirve a los intereses de las industrias de publicidad
y medios (de las que Google y Facebook hacen parte)".
Cómo vivir sin ellos
No obstante, es difícil saber qué
hacer, particularmente cuando ya se han establecido imperios en la red, como
Google, Facebook o YouTube, y no hacer parte de ellos es como vivir en el
exilio.
Hay alternativas a las redes
dominantes y usarlas puede servir para ejercer presión.
"Lo que la gente puede hacer
es hablar entre ellos y decir cosas como: 'YouTube tiene unos T&C muy malos
pero los de su rival, Dailymotion o Vimeo -por ejemplo-, son mejores'. Si las
personas se animan a usar otros servicios, se hace presión para que cambien las
cosas".
Sí, pero, siguiendo con el
ejemplo, si alguien quiere que millones vean su video, la opción más efectiva
es YouTube.
"Ciertamente, YouTube es muy
útil porque todo el mundo lo conoce, pero hay muchas formas de evitarlo: se
puede hacer una versión corta para YouTube que invite a la gente a ver la
completa en otro sitio, por ejemplo. Y es lo mismo para Google: hay muchas
otras alternativas".
Finalmente, hay otra línea de
presión para que las cosas cambien, según Roy: "los usuarios pueden hablar
con sus representantes en los gobiernos pues también está la posibilidad de que
se promulguen leyes que nos protejan mejor".
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