La peculiar escuela del
"Nobel de matemática" latino
BBC News - martes, 19 de
agosto de 2014
En el lugar de Brasil donde se
formó el primer "Nobel de matemática" latinoamericano, los cursos se
dan gratis y sin prerrequisitos, hay alumnos de maestría que ni completaron
secundaria, las huelgas "no existen" y un número en discusión es
cuántos goles lleva convertidos un profesor.
Rodeado por la exuberante
vegetación tropical de Río de Janeiro, lejos del ruido de la gran ciudad, el
Instituto Nacional de Matemática Pura y Aplicada (IMPA) es una suerte de meca
regional de esta ciencia formal, que enseña del modo más informal posible.
El nombre del IMPA ha recorrido
el mundo en los últimos días, después que Artur Ávila, un brasileño que se
doctoró en él a los 21 años, ganara el premio más prestigioso en matemática: la
Medalla Fields, conocida como "el Nobel de matemáticas".
"Es el primer ganador de una
Medalla Fields con una formación integral, hasta hacer el doctorado, en un país
en vías de desarrollo", explica César Camacho, un peruano-brasileño que
dirige el IMPA y que estuvo en Seúl cuando le dieron el premio a Ávila.
"Esto acaba siendo también
un reconocimiento para el IMPA", agrega.
Pero, ¿cuáles son los secretos de
este instituto donde cerca de la mitad de los alumnos son extranjeros, en su
mayoría latinoamericanos?
"Pequeño"
Fundado en 1952, una peculiaridad
del IMPA es que, pese a recibir recursos y ser fiscalizado por el ministerio
brasileño de Ciencia y Tecnología, funciona desde el 2000 como un instituto
privado.
Eso le ofreció más libertad que
otros centros de educación estatales para decidir dónde invertir el dinero o
tomar personal científico por unos años, sin firmar contratos permanentes.
Camacho explicó que, aprovechando
la crisis económica en países desarrollados, el IMPA ha abierto concursos
internacionales para traer docentes "extremamente calificados" de
Estados Unidos o Europa.
El IMPA tiene recursos anuales
equivalentes a unos US$26,5 millones, que provienen en gran parte del gobierno
pero también de donaciones privadas, dice Camacho.
La mitad de ese dinero se
invierte en el propio funcionamiento del instituto, que cuenta con 49
profesores-investigadores (18 extranjeros) y 166 alumnos becados de maestría,
doctorado y posdoctorado.
Al recorrer su sede en el barrio
Jardín Botánico se nota a simple vista la diferencia con otros centros de
enseñanza pública de Brasil y la región: las aulas son luminosas, con sillas
cómodas y aire acondicionado; la biblioteca es un tesoro que recibe medio
millón de dólares en libros al año, y la amplia sala de lecturas brilla en
blanco inmaculado.
"Aquí no existen
huelgas", sostiene el director. "No me pregunte por qué; imagino que
es porque somos un instituto pequeño".
La otra mitad de los recursos se
destina a organizar una olimpíada de matemática en escuelas públicas, que desde
2005 se realiza en todo Brasil con problemas concretos de orden práctico.
Esta competencia abarca a unos 18
millones de estudiantes y permite descubrir nuevos talentos: buena parte de los
medallistas se dedican luego a la ingeniería, computación o matemáticas.
El lugar donde cuentan hasta los
goles
Diana Carolina, estudiante colombiana, destaca
la exigencia del centro.
Sin examen previo o exigencias
para entrar, el IMPA es de hecho un lugar abierto a quien quiera (o pueda)
seguir alguno de sus cursos.
Quienes logran terminarlo bien o
presentan un currículum y recomendación de peso suficiente, ingresan a las
carreras de posgrado.
"Hay que trabajar duro
aquí", señala Diana Carolina Torres, una colombiana de 21 años que inicia
su maestría. "Vemos todo un capítulo en una clase, cuando en la
universidad (en Colombia) lo veíamos en una semana".
El IMPA llegó a tener estudiantes
adolescentes que aún no terminaban secundaria, como fue en su momento el caso
de Ávila. Recomendado por sus profesores de colegio, concluyó el doctorado con
21 años.
Elon Lima, uno de los decanos del
instituto, orientó a la nueva estrella de las matemáticas a su llegada.
Recuerda que en su examen de curso tenía una hora y media para exponer sobre un
tema con una bibliografía dada, y ofreció una presentación "completamente
fantástica".
Pero Lima asegura que otros
alumnos del IMPA han mostrado niveles sorprendentes desde jóvenes. Uno de ellos
es Fernando Codá, que también era considerado candidato a la Medalla Fields.
Otro es Carlos Gustavo Moreira,
que ingresó al IMPA con 14 años y terminó la maestría con 17 en 1990, el mismo
año en que recibió su graduación universitaria en matemática.
Hoy "Gugu" es
investigador del IMPA y sostiene que, en los partidos de fútbol que alumnos y
profesores suelen jugar los viernes, pasó la marca personal de 4.000 goles.
"Creo que cuenta hasta los
de videojuegos", bromea Lucas Farias, un alumno que charla con compañeros
en la cafetería. De inmediato le recuerdan que Moreira dice tener un acta de
semejante récord.
Pese a todo, el IMPA también
tiene grandes desafíos.
El desafío de la "fuga de
cerebros"
Uno de ellos es limitar la salida
de talentos jóvenes a países desarrollados, como ocurre en el fútbol.
Lima compara que los profesores
en el IMPA ganan hasta US$5.000 por mes, un salario que "no es tan
malo" pero representa una cuarta parte de lo que ofrece una universidad
estadounidense como Princeton.
El propio Ávila, con 35 años, es
investigador extraordinario del instituto pero vive buena parte del año en
Francia, donde obtuvo la ciudadanía y trabaja para el Centro Nacional de
Investigación Científica CNRS.
La medalla la obtuvo por su
trabajo en sistemas dinámicos, uno de los campos donde el IMPA se destaca. Pero
en Brasil se estudian unas 15 áreas apenas de las cerca de 60 reconocidas en
matemáticas, y otro reto del instituto es ampliar esa cobertura en tres
décadas.
"Vencida esa etapa",
sostiene Camacho, "podremos decir que Brasil será una potencia mundial en
matemáticas".
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