Robo de empleados en Silicon
Valley
El País - lunes, 25 de
agosto de 2014
Cambian de empresa con facilidad
y resulta extraño que un empleado pase más de cuatro años en la misma compañía.
Sucede en las grandes y en las pequeñas firmas. La lucha por la retención de un
empleado ni se plantea, hay que seguir la racha. Algo propio de un mercado
convulso, sin apenas paro y con salarios al alza como el de Silicon Valley y,
en general, el de las empresas tecnológicas en Estados Unidos.
Google, Apple, Intel y Adobe
firmaron un pacto para no robarse empleados. Pero el pasado 11 de agosto una
jueza rechazó los 324 millones de dólares con los que pretendían compensar a
los trabajadores afectados, que les reclaman 3.000 millones.
El asunto viene de lejos. Un
cruce de correos entre Steve Jobs y Eric Schmidt, en 2007, entonces consejeros
delegados de Apple y Google respectivamente, dejaba claro que esta movilidad
tan extrema no les beneficiaba. Jobs zanjaba la discusión con un emoticono, “:)”,
una carita sonriente al saber que el reclutador de Google, o recruiter como
dicen por aquí, sería despedido, al haber intentado contratar a personal de
Apple como le había prometido Schmidt. Nadie podía osar romper la regla
preestablecida de no tocar a ninguno de sus empleados
.Estos intermediarios se
consideran un mal necesario para dinamizar los fichajes. Los especializados en
directivos se consideran head-hunters, cazatalentos. Los de los técnicos,
recruiters. Mientras que en los primeros prima la capacidad de seducir y
negociar, los segundos destacan por su olfato para detectar a técnicos fuera de
serie.
El último año ha sido
especialmente crispado en la parte más alta de las empresas. Sam Lessin,
vicepresidente de Facebook, se fue hace una semana. Llegó a la red social en
2010, tras conocer a Mark Zuckerberg en Harvard. El motivo es tener más tiempo
libre aunque descarta “hacer ruido pronto”. Daniel Graff, responsable de Google
Maps, dijo adiós a Mountain View para fichar por Twitter, una de las firmas más
agresivas contratando. Lo mismo hizo Baljeet Singh, creador del sistema de
publicidad de YouTube, ahora con el pájaro azul. En Motorola la desbandada
incluye a su director de márketing, que optó por Facebook, y al consejero
delegado, nuevo en las filas de Dropbox. Emilie White, una histórica de
Facebook, se pasó a la app preferida entre los jóvenes, Snapchat. Nikesh Arora,
director de ventas de Google, los dejó por Softbank.
A. M., cazatalentos, insiste en
que no todo vale: “Tienes que tener un buen producto que ofrecer y una buena
propuesta para atraer al talento. Cuando tratas de reclutar a la élite, que por
eso mismo no están buscando trabajo de manera activa, hay que saber contar bien
una historia, una visión, llamar su atención para que vean que su nuevo papel
podría marcar la diferencia en su carrera, además de hacer crecer su cuenta
corriente”.
Los más buscados son los
consejeros delegados y directores financieros. En las start-up es todavía más
complicado. Algunos reclutadores optan por cobrar en forma de acciones con la
esperanza de beneficiarse con una hipotética venta o salida a bolsa.
Un ejecutivo del Valle, con rango
de consejero delegado, explica la mecánica. El intermediario suele recibir un
10% del sueldo base del fichaje. Un directivo sin demasiada experiencia puede
cobrar entre 200.000 y 450.000 dólares, más un bonus de entre el 25% y el 40%.
En Yahoo!, Twitter, Google y Facebook, estima que los sueldos están entre 1,5 y
6 millones de dólares más acciones.
Es habitual que estos ojeadores
reciban, a cargo del empleador, igual que la comisión, parte del bonus.Un
ingeniero de Twitter reconoce que recibe ofertas casi a diario: “De Facebook,
Amazon, Linkedin, Microsoft, Google y toda clase de start-up”. No buscan un
contacto rápido, sino establecer una relación duradera y contar con él como un
posible candidato: “Dejan caer que la posibilidad de tener acciones no sería un
obstáculo”.
Los de buscador fueron más allá:
“Tan solo querían saber cuáles son mis puntos fuertes y ponerse a mi
disposición por si un día decido cambiarme”.A diferencia de lo que relata a A.
M. en su forma de proceder, sus compañeros no se andan con tanto cuidado al
acercarse a los programadores.
Un madrileño nacido en 1990 que
trabaja en una start-up está cansado de recibir llamadas a cualquier hora del
día. A veces también, de la noche: “Muchos tienen que cumplir una cuota. Cuando
te contactan por Linkedin suelen ser algo más concretos”. Sus experiencias no
son del todo positivas: “He pasado cuatro procesos con Google, sin suerte. En
Twitter pueden tardar meses en darte una respuesta después de contactarte
alguien pagado por ellos”.Tras acceder a fichar a través de un intermediario,
hizo otro cambio. Se desató la ira de quien le había propuesto para ese empleo:
“Llamadas y mensajes diciendo que le había decepcionado, que jugaría con su
prestigio y que mejor que no nos cruzásemos de nuevo”. ¿El motivo? “Estuve
menos de un año en el puesto que me propuso. Si yo me iba, tenía que devolver
la comisión”.
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