¡Fuera máscaras! Las empresas
están hechas para ganar dinero
Forbes miércoles, 27 de
agosto de 2014
Entre más claro, mejor. Las
empresas están hechas, en primer lugar, para hacer dinero. Sin esa vocación
primordial, ni se generan empleos, ni se conquistan mercados, ni se derriban
barreras, ni se vence ninguna competencia.
Es curioso, pero existe cierto
pudor y en algunos casos detecto hasta un poco de vergüenza para admitir que
las empresas están hechas para ganar dinero. Hay una especie de prejuicio para
decir abiertamente que la razón fundamental para abrir un negocio, sea físico o
virtual, es la de generar utilidades, y mientras más, mejor.
El discurso empresarial está
lleno de justificaciones, de vericuetos y entredichos cuando uno pregunta
abiertamente cuál es el primer objetivo de una empresa. Vean si no, pregunten y
obtendrán las respuestas más variadas al respecto. Algunos, los más
competitivos, dirán que su principal interés es salir al mercado y ganarle a
sus contendientes; otros, los altruistas, se llenarán la boca al decir que su
fin es ser una fuente de empleos; los productivos dirán que su meta es derribar
las barreras de entrada para contender en un mercado específico, y los
emprendedores hablarán de la satisfacción de vencer los retos del camino. Pocos
dirán que lo que quieren es que suene la caja registradora, y mientras más lo
haga, mejor.
Yo no sé si esta confusión se
deba a que desde chicos nos educaron a que hablar de dinero era de mala
educación, o a que las teorías de administración estratégica han sido mal
interpretadas. Es verdad, es de suma importancia conocer las reglas del mercado
al que pretendemos acceder, entender la forma de operación de nuestra posible
competencia, ofrecer al consumidor un producto decente y que destaque entre un
mar de distractores. Sin embargo, todo eso se desdibuja si el empresario no
gana dinero.
El peor de los escenarios llega
cuando los ejecutivos encargados de la alta dirección de las empresas empiezan
a hacer planes de negocios sumamente sofisticados que sólo ellos conocen,
cuando las tablas de evaluación financiera son tan complicadas que nadie las
entiende, cuando los estudios de mercado están centrados en costosas campañas,
cuando los controles son tan rígidos y nadie recuerda que lo más importante es
tener que vender y hacerlo con un margen de utilidad aceptable.
Por esta razón se pierden muchos
negocios. Los dueños, ejecutivos, directores se enfocan en trabajar sobre
presupuestos blindados, buscan estrategias fiscales para darle la vuelta a la
autoridad recaudadora, diseñan controles tan severos que le ponen una camisa de
fuerza al negocio tan estrecha que no lo dejan respirar. En ocasiones, sin
darse cuenta asfixian a la gallina de los huevos de oro. En la confusión, los
departamentos financieros piensan que lo mejor es retorcer a los proveedores
hasta sacarles el mayor plazo de crédito posible y dejan de ver que podrán
obtener ganancias financieras y perder su materia prima; los departamentos de
control enfatizarán en los procedimientos sin darse cuenta de que por estar al
corriente con tanto papeleo nuestro producto estrella ya se caducó; los
departamentos de mercadotecnia dejarán en espera los productos hasta que
fermenten, en espera de la mejor ventana de oportunidad, y así puedo citar
infinitos ejemplos.
En el máximo del absurdo he visto
empresas que han rechazado enormes contratos con jugosas utilidades porque la
tasa de pagos provisionales se va a elevar; almacenes llenos de producto que no
surten a las sucursales que les solicitan productos porque hace falta una firma
de salida, o programas de mantenimiento en plantas que se llevan a cabo en la
principal época de ventas de la empresa. El sinsentido impera cuando el
objetivo no es claro. Hay que generar dinero.
Sí, es importante sustentar un
negocio sobre las bases de una administración estratégica; de eso no hay duda.
Soy fanática de Porter, de Ishikawa, de Ohmae, de Ansoff, de Chandler y de
todos estos grandes gurúes que han teorizado respecto a la administración,
manejo y dirección de empresas. El inconveniente que encuentro es que nos
podemos perder en un laberinto hipotético formado por buenas ideas.
Es más, estoy segura de que todos
estos grandes maestros estarán de acuerdo conmigo. De cierto puedo aseverar que
para todos ellos el prerrequisito para hablar de misión, visión, valores,
objetivos, planes, controles y evaluaciones es el principio fundamental de
generar utilidades, es decir, de hacer dinero.
Así que… ¡Fuera máscaras! Entre
más claro, mejor. Las empresas están hechas, en primer lugar, para hacer
dinero. Sin esa vocación primordial, ni se generan empleos, ni se conquistan
mercados, ni se derriban barreras, ni se vence ninguna competencia. Sin dinero
en el cajón no hay producto, ni planes, ni presupuestos, ni filosofía
empresarial. Que no nos tiemble la voz, en el terreno empresarial si no se gana
dinero, no hay nada.
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