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lunes, 18 de agosto de 2014

monopolios

Los burócratas aman a los monopolios, pero la economía necesita más competencia


  

El Cronista - ‎  ‎agosto‎ de ‎2014
Se necesitan muchos triángulos de Harberger para llenar el vacío de Okun", escribió James Tobin en 1977, cuatro años antes de ganar el Premio Nóbel de Economía. Quiso decir que el gran problema en la economía no era luchar contra los monopolistas, sino prevenir las recesiones y promover la recuperación.
Después de la miseria de los últimos años, nadie puede dudar que prevenir la recesión y promover la recuperación hubieran sido muy buenas ideas. Pero los economistas deberían ser capaces de pensar en más de una cosa a la vez. ¿Qué pasa si los monopolios importan también?
El triángulo de Harberger es la pérdida para la sociedad conforme los monopolistas aumentan sus precios y lleva el nombre de Arnold Harberger, quien hace 60 años descubrió que los costos del monopolio eran alrededor del 0,1% del PBI de EE.UU., mucho menos que el costo de una recesión.
El descubrimiento del profesor Harberger ayudó a construir un consenso para que las autoridades de competencia se relajaran. Pero, ¿nos hemos relajado demasiado?
Las grandes empresas nos rodean. Compramos nuestro café a media mañana de marcas globales como Starbucks, usamos gasolina de Exxon o Shell, escuchamos música en un Sony.
Está claro que no todas las grandes empresas tienen poder monopólico. Tesco, el monarca de los supermercados británicos, ha encontrado competidores de descuento que están amenazando su reinado. Apple y Google están suplantando a Microsoft. No obstante, el análisis de Harberger se centró en la fijación de precios de los monopolios. Ahora sabemos que hay muchas otras maneras en que pueden hacernos daño.
En 1989 las Beer Orders agitaron la industria de los pubs británicos controlada por seis fábricas de cerveza. La esperanza era que una mayor competencia llevaría a más cerveza más barata. No lo hizo. El precio de la cerveza aumentó. Sin embargo, también lo hizo la calidad de los pubs. Donde un pub ofrecía sándwiches gomosos malolientes, de repente hubo bares deportivos, “gastropubs” a luz de las velas y otras opciones. La competencia es mucho más que precios.
Los monopolistas pueden a veces utilizar su escala y su flujo caja para producir innovaciones reales, pero el feroz tira y afloje de los competidores más pequeños parece una forma más fiable para producir innovaciones importantes.
“El sector empresarial de la economía de EEUU está envejeciendo”, dice un documento de investigación de Brookings. Se trata de una tendencia en todas las regiones y los sectores, mientras que operadores tradicionales gozan de ventajas arraigadas. “La tasa de creación de empresas y el ritmo de dinamismo del empleo en la economía de EEUU se ha reducido en las últimas décadas . . . Esta tendencia descendente se aceleró después de 2000”, añade un estudio en el Journal of Economic Perspectives.
Eso se traduce en precios más altos y menos innovación, pero tal vez el juego es más amplio aún. El debate en EE.UU. sobre la “neutralidad de internet” es realmente un argumento acerca de la forma menos perjudicial para regular la conducta de las compañías de cable que tienen monopolios locales. Si los clientes tienen una opción real sobre su proveedor de servicio de Internet, se necesitarían normas de neutralidad de la red sólo como un respaldo.
Como nos recuerda el debate, las grandes empresas gozan de poder como grupos de presión. Cuando tales empresas son monopolistas, el incentivo para hacer lobby aumenta porque las ganancias derivadas de las nuevas normas y leyes convenientes las afectan exclusivamente a ellas. Los monopolios no son amigos de una democracia sana.
Son, por desgracia, a menudo amigos de las burocracias gubernamentales. Esto no es sólo un caso de corrupción, sino también sobre lo que es conveniente y comprensible para un político o funcionario público. Si quieren hacer algo sobre el cambio climático, tienen una charla con las empresas petroleras. La obesidad es un problema a discutir con McDonald's. Si cualquier cosa en el Internet hiere los sentimientos de un político, desde una supuesta infracción de derechos de autor hasta el ”derecho a ser olvidado”, ahora hay una ventanilla única para ordenar todo: Google.
Sólo hay que tener en cuenta la forma en que la crisis financiera se ha desarrollado. La respuesta de emergencia involucró apuntalar las grandes instituciones y embestirlas a través de fusiones; escasamente una solución a largo plazo al problema de tener empresas “demasiado grandes para fracasar”. Incluso si los bancos más pequeños no garantizan un sistema financiero más estable, los empresarios y los consumidores se beneficiarían de tener una competencia más pluralista para sus negocios.

Ninguna política puede garantizar la innovación, la estabilidad financiera, mayor concentración en los problemas sociales, democracias más saludables, de mayor calidad y precios más bajos. Pero la política de competencia asertiva mejoraría nuestras posibilidades.

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