Los burócratas aman a los monopolios, pero la economía
necesita más competencia
El Cronista - agosto de 2014
Se necesitan muchos triángulos de
Harberger para llenar el vacío de Okun", escribió James Tobin en 1977,
cuatro años antes de ganar el Premio Nóbel de Economía. Quiso decir que el gran
problema en la economía no era luchar contra los monopolistas, sino prevenir
las recesiones y promover la recuperación.
Después de la miseria de los
últimos años, nadie puede dudar que prevenir la recesión y promover la
recuperación hubieran sido muy buenas ideas. Pero los economistas deberían ser
capaces de pensar en más de una cosa a la vez. ¿Qué pasa si los monopolios
importan también?
El triángulo de Harberger es la
pérdida para la sociedad conforme los monopolistas aumentan sus precios y lleva
el nombre de Arnold Harberger, quien hace 60 años descubrió que los costos del
monopolio eran alrededor del 0,1% del PBI de EE.UU., mucho menos que el costo
de una recesión.
El descubrimiento del profesor
Harberger ayudó a construir un consenso para que las autoridades de competencia
se relajaran. Pero, ¿nos hemos relajado demasiado?
Las grandes empresas nos rodean.
Compramos nuestro café a media mañana de marcas globales como Starbucks, usamos
gasolina de Exxon o Shell, escuchamos música en un Sony.
Está claro que no todas las
grandes empresas tienen poder monopólico. Tesco, el monarca de los
supermercados británicos, ha encontrado competidores de descuento que están
amenazando su reinado. Apple y Google están suplantando a Microsoft. No
obstante, el análisis de Harberger se centró en la fijación de precios de los
monopolios. Ahora sabemos que hay muchas otras maneras en que pueden hacernos
daño.
En 1989 las Beer Orders agitaron
la industria de los pubs británicos controlada por seis fábricas de cerveza. La
esperanza era que una mayor competencia llevaría a más cerveza más barata. No
lo hizo. El precio de la cerveza aumentó. Sin embargo, también lo hizo la
calidad de los pubs. Donde un pub ofrecía sándwiches gomosos malolientes, de
repente hubo bares deportivos, “gastropubs” a luz de las velas y otras opciones.
La competencia es mucho más que precios.
Los monopolistas pueden a veces
utilizar su escala y su flujo caja para producir innovaciones reales, pero el
feroz tira y afloje de los competidores más pequeños parece una forma más
fiable para producir innovaciones importantes.
“El sector empresarial de la
economía de EEUU está envejeciendo”, dice un documento de investigación de
Brookings. Se trata de una tendencia en todas las regiones y los sectores,
mientras que operadores tradicionales gozan de ventajas arraigadas. “La tasa de
creación de empresas y el ritmo de dinamismo del empleo en la economía de EEUU
se ha reducido en las últimas décadas . . . Esta tendencia descendente se
aceleró después de 2000”, añade un estudio en el Journal of Economic Perspectives.
Eso se traduce en precios más
altos y menos innovación, pero tal vez el juego es más amplio aún. El debate en
EE.UU. sobre la “neutralidad de internet” es realmente un argumento acerca de
la forma menos perjudicial para regular la conducta de las compañías de cable
que tienen monopolios locales. Si los clientes tienen una opción real sobre su
proveedor de servicio de Internet, se necesitarían normas de neutralidad de la
red sólo como un respaldo.
Como nos recuerda el debate, las
grandes empresas gozan de poder como grupos de presión. Cuando tales empresas
son monopolistas, el incentivo para hacer lobby aumenta porque las ganancias
derivadas de las nuevas normas y leyes convenientes las afectan exclusivamente
a ellas. Los monopolios no son amigos de una democracia sana.
Son, por desgracia, a menudo
amigos de las burocracias gubernamentales. Esto no es sólo un caso de
corrupción, sino también sobre lo que es conveniente y comprensible para un
político o funcionario público. Si quieren hacer algo sobre el cambio
climático, tienen una charla con las empresas petroleras. La obesidad es un
problema a discutir con McDonald's. Si cualquier cosa en el Internet hiere los
sentimientos de un político, desde una supuesta infracción de derechos de autor
hasta el ”derecho a ser olvidado”, ahora hay una ventanilla única para ordenar
todo: Google.
Sólo hay que tener en cuenta la
forma en que la crisis financiera se ha desarrollado. La respuesta de
emergencia involucró apuntalar las grandes instituciones y embestirlas a través
de fusiones; escasamente una solución a largo plazo al problema de tener
empresas “demasiado grandes para fracasar”. Incluso si los bancos más pequeños
no garantizan un sistema financiero más estable, los empresarios y los
consumidores se beneficiarían de tener una competencia más pluralista para sus
negocios.
Ninguna política puede garantizar
la innovación, la estabilidad financiera, mayor concentración en los problemas
sociales, democracias más saludables, de mayor calidad y precios más bajos.
Pero la política de competencia asertiva mejoraría nuestras posibilidades.
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