Medicina extrema: la búsqueda de
nuevos antibióticos
Reuters - agosto de 2014
Consentir a las hormigas con
pétalos de rosas y naranjas frescas podría parecer una insólita manera de
salvar la medicina moderna, pero los científicos de un laboratorio en el este
de Inglaterra piensan que vale la pena intentar.
Al tiempo que el mundo pide a
gritos nuevos antibióticos, los investigadores en el John Innes Centre (JIC) en
Norwich también están apostando por una bacteria extraída del estómago de
grandes insectos palo y de los gusanos de seda con un gusto por plantas
altamente tóxicas.
Su trabajo es parte de una nueva
forma de pensamiento en la búsqueda de medicamentos que eliminen las súper
bacterias, volviendo a la naturaleza con la esperanza de que desde lugares tan
extremos como el interior de los insectos, las profundidades de los océanos, o
los desiertos más secos puedan surgir novedades químicas que lleven a nuevos
fármacos.
"Los productos naturales
habían dejado de ser preferidos en el ambiente farmacéutico, pero ahora es el
momento de revisar eso", dijo Mervyn Bibb, un profesor de microbiología
molecular en JIC que colabora con otros genetistas y químicos.
"Necesitamos pensar ecológicamente, algo que tradicionalmente la gente no
ha hecho", agregó.
La búsqueda es urgente. África es
un reflejo de lo que el mundo sería cuando los medicamentos que utilizamos para
curar enfermedades y evitar infecciones tras las cirugías dejen de funcionar.
En Sudáfrica, los pacientes con
tuberculosis resistente a todos los antibióticos son simplemente enviados a
casa a morir, mientras que el brote de ébola en África Occidental muestra lo
que puede suceder cuando no hay medicinas para luchar contra una infección
mortal, en este caso un virus más que una bacteria.
Las escasas recompensas
financieras y la falta de progresos en el descubrimiento de medicinas
convencionales han llevado a muchas farmacéuticas importantes a abandonar la
búsqueda por nuevos medicamentos. Sin embargo, para los microbiólogos son
tiempos emocionantes para la búsqueda de antibióticos, gracias a una ofensiva
en ambientes extremos y avances en el área de genómica.
"Es un buen momento para
buscar antibióticos porque hay muchas nuevas vías para explorar", dijo
Christophe Corre, un investigador de la Royal Society en el departamento de
química de la Universidad de Warwick.
LUGARES EXTREMOS, TÉCNICAS
INTELIGENTES
Marcel Jaspars, un profesor de
química orgánica de la Universidad de Aberdeen en Gran Bretaña, encabeza una
operación submarina en las profundidades desconocidas para buscar bacteria que
nunca, casi literalmente, ha visto la luz del día.
Con 9,5 millones de euros (12,7
millones de dólares) de financiamiento de la Unión Europea, Jaspars lanzó un
proyecto llamado PharmaSea en el que él y un equipo de investigadores recogerán
muestras de tierra y sedimentos de áreas submarinas profundas en el océano
Pacífico, aguas árticas alrededor de Noruega y luego en la Antártida.
Como el estómago de insectos palo
o las capas protectoras de las hormigas de hoja, esos lugares extremos son
hogar de poblaciones endémicas de microbios que han desarrollado maneras únicas
de lidiar con el estrés de la vida, incluidos ataques de otros insectos.
"Básicamente, estamos
buscando poblaciones aisladas de organismos. Habrán evolucionado de manera
diferente y por lo tanto producido nuevos químicos", explicó Jaspars.
La naturaleza históricamente le
ha servido a la humanidad en lo que se refiere a medicinas nuevas. Incluso
Hipócrates, conocido como el padre de la medicina occidental, dejó registros
históricos describiendo el uso de polvo hecho de corteza de sauce para ayudar a
aliviar el dolor y la fiebre.
Esos mismos extractos luego
fueron desarrollados para crear la aspirina, un maravilloso medicamento que
desde entonces también se usa para prevenir cóagulos sanguíneos y como
protección contra el cáncer.
El fármaco Rapamune de Pfizer,
usado para prevenir el rechazo en trasplantes, se originó en un microorganismo
aislado de tierra recogida en la Isla de Pascua en el océano Pacífico, mientras
que la penicilina, el primer antibiótico, se originó en un hongo.
Cubicin, un antibiótico
inyectable vendido por la estadounidense Cubist, fue aislado primero de un
microbio encontrado en muestras de suelo recogidas en el monte Ararat, en el
este de Turquía.
En general, más de la mitad de
todos los medicamentos usados hoy fueron inspirados por o derivados de
bacterias, animales o plantas.
Pero, tal como dice Jaspars,
"no se trata sólo de ir a sitios extremos, también es saber usar técnicas
inteligentes".
Las máquinas modernas de
secuenciación de genes implican que ahora es posible leer ADN microbiano de
forma rápida y económica, lo que abre una nueva era de "minería de
genoma" que ha reavivado el interés en la búsqueda de elementos para
medicinas en el mundo natural.
Esto marca un cambio
significativo. En las últimas décadas, los desarrolladores de fármacos se han
centrado en revisar vastas librerías de compuestos químicos sintéticos con la
esperanza de encontrar a los que puedan eliminar las enfermedades. Tales
análogos sintéticos son más fáciles de producir y controlar que los químicos de
la naturaleza, pero han resultado en nuevos fármacos menos efectivos.
El problema es que sencillamente
no tienen la diversidad natural de componentes que han evolucionado durante
miles de millones de años como mecanismos de defensa para bacterias y hongos
salvajes.
"Necesitamos nuevos
andamios, nuevas estructuras y eso es lo que aportan los productos
naturales", dijo Corre.
CINCO MILLONES DE BILLONES DE
BILLONES DE BACTERIAS
En la búsqueda por nuevos
compuestos generados por microbios para enfrentar a sus enemigos, a los
científicos no les faltan objetivos.
Los humanos comparten el planeta
con muchísimas bacterias -alrededor de 5 millones de billones de billones de
ellas, según una estimación realizada en 1998 por científicos de la Universidad
de Georgia.
Dicho en números, es un 5 seguido
por 30 ceros.
Y además de buscar en sitios
extremos, hay mucho más que los científicos pueden hacer para explorar el
potencial de bacterias más conocidas, como las especies de estreptomicina que
se encuentran en el suelo, por mucho tiempo una rica fuente de antibióticos.
La estreptomicina, un antibiótico
de uso común, fue la primera cura para la tuberculosis y evitó la pérdida de
muchas vidas por la enfermedad pulmonar hasta que la bacteria que la produce
empezó a desarrollar resistencia.
Tras la publicación del primer
genoma para una cepa de la bacteria estreptomicina en 2002, los investigadores
pueden ver cuánto del potencial del antibiótico de esta extensa familia de
organismos sigue sin ser explotado.
Los análisis de ADN mostraron que
hasta 30 compuestos diferentes podrían extraerse sólo de esta cepa de
estreptomicina, muchas de ellas no se han examinado todavía para medir su
capacidad de eliminar virus.
Entender la codificación genética
abre la puerta además a la posibilidad de desarrollar formas de activar o desactivar
los genes microbianos para generar la producción de un antibiótico específico.
Eso puede implicar la remoción de
represores que silencian la expresión del gen o añadir activadores que los
enciendan.
Los científicos están usando
también biología sintética para insertar secuencias genéticas en una serie de
células para producir un compuesto determinado.
El campo está explotando. El
Instituto de Genómica de Pekín (BGI), por ejemplo, secuencia miles de bacterias
distintas, y trabajos similares en otros laboratorios se han sumado a una
montaña de datos para que los científicos puedan trabajar.
Todo esto aporta entendimiento de
cómo ocurre la resistencia a los antibióticos. Investigadores del Wellcome Trust
Sanger Institute, en Gran Bretaña, reportaron este mes una nueva forma de
identificar tales cambios en los genes, lo que podría allanar el camino para
desarrollar tratamientos más específicos.
Esos avances están tentando a
algunas grandes farmacéuticas a retornar al espacio antibiótico. Roche, por
ejemplo, ahora quiere aplicar sus capacidades en genética y diagnóstico en la
investigación antibacterial.
La francesa Sanofi también está
prestando más atención. Llegó a un acuerdo con el centro de investigación
alemán Fraunhofer-Gesellschaft para explorar el mundo natural en busca de
nuevos antibióticos, mientras que la británica GlaxoSmithKline dijo que sigue
comprometida con la investigación.
Sin embargo, el esfuerzo de toda
la industria es insignificante cuando se le compara con los miles de millones
de dólares invertidos en otras áreas de enfermedades, por lo que a los
científicos les preocupa si sus prometedoras ideas conseguirán un patrocinador
comercial para llevarlas al mercado.
Es una brecha comercial que
también preocupa a los encargados de las políticas.
"La resistencia
antimicrobiana no es una amenaza futura que se cierne sobre el horizonte. Está
aquí, ahora mismo, y las consecuencias son devastadoras", dijo Margaret
Chan, directora general de la Organización Mundial de la Salud, durante una
conferencia ministerial sobre resistencia a los antibióticos, realizada en
junio.
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