Diamantes y turismo, las armas del empresario
que busca conquistar Panamá
Forbes - jueves, 2 de abril de 2015
El presidente de
Grupo VerdeAzul se sube con 37 proyectos a la carrera turística y logística en
Panamá, al tiempo que participa en un negocio muy brillante: el de los
diamantes. De bancos, ya no quiere saber.
Alberto Vallarino Clément es un
aficionado al arte, sobre todo de aquel con el que se identifica, como la
pintura en trazos blancos y negros de un caballo que tiene en su oficina en la
ciudad de Panamá, justo atrás de su escritorio, del reconocido artista Eduardo
Navarro, en la que el equino de cuerpo robusto da la impresión de trotar a paso
acelerado.
Las características que más le
atraen de esta obra a Alberto, de 63 años, es que el caballo es un animal que
evoca potencia, fuerza, y que sólo está plasmada con dos colores. Considera que
la propia vida es así: está conformada por una u otra cosa, o ambas, pero no
por muchas.
Él mismo encarna en su persona
dos cosas a la vez: al hombre que desde los 24 años comenzó a tener injerencia
en el mundo empresarial al hacerse cargo de la fábrica de plásticos que proveía
de cajas a la empresa de su familia Cervecería Nacional en los 80, y al
político que entre 2009 y 2011 llegó a ocupar el cargo de ministro de Economía
y Finanzas de Panamá.
Una combinación del caballo con
el que se identifica Alberto y la dualidad de las cosas en las que cree, bien
podría dar como resultado un centauro, ese ser mitológico de la Grecia clásica
mitad hombre mitad caballo, que gustaba del vino, las peleas, la naturaleza y
las conquistas.
Y sí: este centauro se le
reconoce en Panamá por su carácter combativo que le ha llevado a fuertes
debates públicos con personalidades como el expresidente Ricardo Martinelli,
con quien mantiene serias diferencias, o el exministro de la presidencia
Demetrio Papadimitriu, quien le exigió devolver terrenos de Hacienda Santa
Mónica, de 2,800 hectáreas, para llevar a cabo ahí acciones de beneficencia,
como supuestamente lo deseaba su dueño original, el millonario estadounidense
radicado en el istmo Wilson Lucom, fallecido en 2006.
El polémico empresario también es
conquistador. Conquistó la banca panameña y en buena medida la centroamericana
y colombiana como presidente de Banistmo entre la década de 1980 y el año 2000,
hasta su venta en 2006 por parte de HSBC, a quien en un principio dijo ¡no!
para aumentar el monto de la oferta propuesta por el banco con sede en Londres
—la trasnacional le ofrecía 42 dólares por acción y logró que se la pagara en
52 dólares—.
Alberto logró posicionar al banco
en la región y llevarlo de casi 100 millones de dólares (mdd) en activos a más
de 9,000 mdd hasta su venta no sólo por ser un hombre enérgico y de
convicciones poco pragmáticas, sino también por el alto grado de dedicación y
visión que le imprime a sus negocios, según relata Samuel Lewis, uno de los
fundadores de Banistmo, en el libro El Banco del Istmo, relato de unextraordinario
éxito.
Pero es justo en la naturaleza
donde hoy Alberto apuesta el futuro de su empresa VerdeAzul con desarrollos
hoteleros y residenciales en playa y extensiones verdes, aprovechando el auge
de la economía panameña y del propio sector turístico, que en 2014 creció por
arriba de 4.5%. Su plan a 10 años: que sus proyectos inmobiliarios le generen
ingresos por 3,000 mdd.
El futuro de Alberto parece ser
tan brillante como los propios diamantes, y no sólo por la meta que ha trazado
para su firma en el sector de bienes raíces, sino porque sus proyectos alcanzan
a la recién creada bolsa de diamantes en Panamá y a lo que puede llegar a ser
un clúster de piedras preciosas.
Este plan empresarial forma parte
de lo que el presidente de VerdeAzul llama la etapa de los 60 de su vida, como
los 30 lo fue la industrial, sus 40 los de banquero y sus 50 de político,
carrera de la que salió para no regresar, por el momento, haciendo caso al
consejo de su padre, Alberto Vallarino Céspedes, de que era demasiado bueno
para trotar en esa complicada profesión. “Y es que pese a lo que muchos
piensan, yo no soy un hijo de puta, no lo soy”, asegura.
El salto al olimpo
El primer trabajo de Alberto fue
en Citi Bank en 1974, justo al concluir sus estudios en la Universidad de
Cornell, en Estados Unidos, pero su estadía en esa institución sólo duró un
año. Los siguientes 13 años los vivió como industrial, muy vinculado a la
cervecera de su familia.
En 1983 un grupo de socios de
Cervecería Nacional crearon un banco que tenía la característica de estar
enfocado a los sectores productivos, justo en el momento en que la economía
panameña migraba al sector servicios.
Alberto se unió como accionista y
vicepresidente de la junta directiva, gracias al dinero obtenido en lo que fue
su primer negocio inmobiliario en los años 70 y 80, un conjunto de apartamentos
en el Parque Urraca, en el corazón de la ciudad de Panamá.
“Yo tenía 32 años. Los directores
del banco —que abrió sus puertas en 1984— parecían mis papás, me llevaban 15 años
o 20”, recuerda el empresario.
La llegada de Primer Banco del
Istmo (Banistmo) coincidió con la crisis de los 80 que vivió Panamá debido a la
dictadura de Manuel Noriega y al congelamiento de los bancos. Parecía que
Alberto había incursionado al negocio más atractivo del mundo financiero en el
peor de los escenarios. Pero el centauro se paró frente a los directivos del
banco sin flechas ni espada para liderarlos, sino con su juventud como escudo y
un plan de negocios sumamente estructurado que, como menciona Samuel Lewis en
su libro, pocos empresarios en ese momento en Panamá estaban acostumbrados a
ver.
—¿Cómo fue el momento en que
asumes la dirección del banco?
—“El gerente del banco, un
cubano- americano llamado Eduardo Masferrer, había dejado el país. Los socios
directores me vinieron a ver a mi casa y me dijeron que yo era el único con
experiencia en la banca, yo dije: “¿cuál experiencia?, sólo fue un año en Citi
Bank”.
En esa reunión estuvieron Samuel
Lewis y Ricardo Pérez, un conocido empresario local. Otros directivos estaban
escondidos, como Jaime Alemán, por sus vínculos con la oposición al régimen de
Noriega.
“Me recuerdo que en esos días
entre Vía Brasil y Calle 50 estaban los periodiqueros y había portadas de La
Crítica (un diario local en manos de la dictadura) contra el banco. Pero eso
nos sirvió mucho, nos hizo muy imaginativos. En plena crisis ofrecíamos
tarjetas de crédito y otros productos”, comenta Alberto.
El banco fue cambiando en la
época postdictadura. Se adquirieron operaciones de Banco Santander y se empezó
a diversificar el enfoque industrial que había tenido. “Éramos banqueros que
estábamos en la calle, teníamos reingeniería financiera para negocios en
problemas. Estábamos rompiendo paradigmas”, dice el presidente de VerdeAzul.
Y cuando no era una tendencia en
Centroamérica que los empresarios salieran a conquistar nuevos mercados, el
centauro apuntó su flecha a Costa Rica, después a Colombia, |posteriormente a
casi toda la región, además de adquirir otras entidades financieras en Panamá.
Esto lo llevó a multiplicar
relaciones clave para poner en marcha sus actuales negocios.
—Alberto, ¿la idea de la
expansión no fue para vender el banco, como sucedió posteriormente?
—“Dicen que tú no sabes cuánto
valen tus fierros hasta que lo vendes”.
El empresario reconoce que
buscaban crear valor para los accionistas y hacer una propiedad valiosa que
fuera atractiva para un banco internacional y “claro que sí tuvo mucho que ver
(el buscar expandirse)”.
El banco comenzó a valer mucho
para los accionistas y algunos querían quedarse con acciones, mientras que
otros preferían vender. El 1% del banco llegó a valer 17 mdd. El 3% eran 51
mdd. Muchos socios comenzaron a querer la liquidez de su inversión, según
cuenta el empresario.
“HSBC se obsesionó con nosotros y
pensaron que BBVA nos compraría. El primer acercamiento fue conmigo, y vino del
gerente de la oficina del banco en México, Sandy Flockhart”, explica.
En el mercado panameño surgieron
rumores de la venta de Banistmo y algunos decían que el banco necesitaba
liquidez, lo que fue rechazado por la institución. La venta se concretó en
2006.
—¿Crees que HSBC no supo manejar
lo que te compró?
—“Yo no voy a decir nada, me
tengo que remitir a lo que dicen los clientes en los diferentes países. Ellos
decían que los cambios no fueron a mejor, como la velocidad de respuesta, el
servicio personalizado, etcétera. Yo me iba todos los meses a Colombia, a
Centroamérica. También teníamos reuniones con los clientes, las personas
conocían a Alberto Vallarino.
Agrega que los directivos de HSBC
pensaron que podrían ser más eficientes, ganar más con mejoras operativas.
Bajar el costo de los fondos para un banco internacional era mucho más barato.
Lo que HSBC no tenía en cuenta y
nadie en la banca, fue la crisis de 2008, que las tasas de fondos bajarían y
que el diferencial que había entre los costos disminuiría.
“Lo que pasó fue que nosotros
negociamos bien. Tomen en cuenta que nosotros no vendimos, a nosotros nos
compraron”, dice Alberto, mientras esboza una sonrisa que apenas se dibuja en
su rostro, sabiéndose ganador del trueque.
Alberto cree que Bancolombia le
puso de nueva cuenta al banco que le vendió posteriormente HSBC en Panamá el
nombre de Banistmo porque hicieron un sondeo y se dieron cuenta que se trataba
de una marca admirada.
Pero a Banistmo no sólo lo
relaciona la gente con Alberto Vallarino, también por otros aspectos que
tuvieron mucho eco entre la población, por ejemplo, la llamada Ley Banistmo:
una reforma fiscal previa a la venta del banco a HSBC, que algunos críticos
consideran favoreció a los accionistas, permitiendo pagar menos impuestos por
la transacción.
“Las reformas se hicieron durante
la presidencia de Martín Torrijos (2004-2009), yo no me presenté a cabildear
ninguna ley”. El banco se pudo haber vendido, evitando los impuestos, ¿por qué?
Porque las subsidiarias en el extranjero se pudieron haber desprendido. Así lo
hizo Banco Cuscatlán (en el cuál Ricardo Martinelli era socio) y nadie le hizo
bulla”, comenta el bronco centauro.
Su opinión es que este tipo de
debates los originó gente como Martinelli para desprestigiarlo en 2006, porque
“me veían como un contendiente político”.
La transacción pagó 85 mdd al
fisco, pero algunos reclaman que debieron haber sido de 300 mdd. Alberto
desestima esa afirmación, indicando que no se conoce cómo hicieron esos
cálculos y que están mal sustentados.
“Yo que fui ministro de Economía
puedo decir que fue una gran ley para que el gobierno cobre de las opas. Yo
hice alcances (fiscales) y mandé a revisar si opas que habían existido pagaron
los impuestos correspondientes y gracias a ello recaudamos más recursos”,
asegura.
Negocio brillante
Durante su periodo en la banca,
Alberto realizó sus primeras inversiones en el sector hotelero, destacando la
del Hotel Buena Ventura en el interior del país, específicamente en la zona de
mayor desarrollo turístico.
Pero la nueva aventura del
empresario se enfoca en su empresa VerdeAzul, que lo ha llevado a incursionar,
ya sea como inversionista, desarrollador o propietario de proyectos de
construcción de viviendas de alto costo, centros comerciales, desarrollo de
islas, hoteles y una bolsa de diamantes regional. Sus participaciones son como
socio activo o pasivo, de acuerdo al proyecto.
En total, VerdeAzul cuenta con
algún tipo de inversión en 37 proyectos, que hoy se ubican en su portafolio de
negocios —para 2017 espera contar con 2,680 habitaciones hoteleras distribuidas
en siete propiedades—. Uno de los que más le entusiasma en este momento a
Alberto es un hotel para el área del Río Hato, muy cerca de Buenaventura, en
Panamá. De hecho, hace apenas unas semanas voló a la ciudad de Dallas, en EU,
para ultimar detalles con los socios inversionistas. El hotel será de 600
habitaciones, y su participación es como socio minoritario.
“Es un fondo de inversión de los
Estados Unidos que está buscando atraer grandes capitales a Panamá, lo que es
estimulante. La economía del país se ha duplicado en poco tiempo y hay que
aprovecharlo”, dice el empresario.
Sin embargo, el sector turístico
panameño atraviesa una encrucijada: por una parte la capital del país enfrenta
un crecimiento de 200% en la oferta de habitaciones, mientras que la demanda
crece a un ritmo inferior, 48%. Pero en el interior del país la situación es
distinta. En Río Hato, en el cual Vallarino ha puesto sus ojos, necesita
incrementar de las 3,000 habitaciones que tiene disponibles a unas 6,000 para
ser atractivo como destino turístico, también para que más vuelos comerciales
aterricen ahí.
“En la ciudad de Panamá la oferta
hotelera a crecido más de un 200% y no así la demanda de turistas, lo que ha
impactado en los precios de las tarifas de los hoteles en la ciudad de Panamá
hasta en 30% en los último tres años. Sin embargo, para el área del interior
hay mucho potencial”, explica Jaime Campuzano, presiente de la Cámara de
Turismo de Panamá y gerente del Hotel Panamá.
El presidente de VerdeAzul planea
desarrollar otro proyecto en las tierras de Santa Mónica, que promueve con
otros empresarios. Su mira también está puesta en la ciudad de Pedasí, más al
centro del país, en el pacífico panameño. Se trata de otro polo de desarrollo
que ha crecido de manera vertiginosa en los últimos años.
En la urbe capitalina esta
asociado con empresarios como el nicaragüense Carlos Pellas, Stanley Mottay y
Abdul Waked en el desarrollo de Santa María, en el cual se construyen viviendas
que valen desde los 600,000 dólares hasta más de un millón.
Es desarrollador además de la
plaza comercial Santa María. En esa misma área y ya cuenta con empresas anclas
para ubicarse ahí como los supermercados El Rey, Doit Center (ferretería) y las
Farmacias Arrocha.
VerdeAzul y Grupo Eleta firmaron
un acuerdo en 2013 para el desarrollo de Pearl Island, isla de 1,466 hectáreas
ubicada en el archipiélago de Las Perlas con 11 playas de una belleza natural
única y con una reserva natural privada de más de 75%. Tendrá villas, viviendas
y condominios. Pero no es el único proyecto de isla en el que se encuentra,
también participa en el desarrollo de Ocean Reef.
Pero el futuro empresarial del
empresario panameño brilla más allá del sector turístico, y pasa por la
construcción de la primera bolsa de diamantes de la región. “En esta bolsa soy
el principal accionista, (hace una pausa) de la parte inmobiliaria”, dice
Alberto.
Se trata de un proyecto que
describe como de “alto impacto”, en el cual participa un grupo de socios
operadores, vendedores e inmobiliarios.
El potencial que observa el
empresario, “y en el corto plazo”, es la posibilidad de que alrededor de esta
bolsa de diamantes se desarrolle un clúster de piedras preciosas, un
conglomerado industrial donde se vendan y se manufacturen joyas.
“Mucha gente va a Europa o EU a
comprar diamantes, pero ir y venir a Panamá por joyas se puede hacer en un
mismo día, además de que los procesos de transacción aquí son relevantes”, dice
Alberto.
La logística es otro de los
segmentos donde apuesta su negocio. Allí quiere entrar en actividades
relacionadas al transporte. Para ello, adquirió un lote de 60 hectáreas al sur
oeste de la ciudad, en las áreas revertidas y cerca de lo que será el nuevo
puerto del pacífico panameño Corozal.
El sector logístico en Panamá
siempre ha demostrado su gran potencial, pero con la expansión del Canal de
Panamá, el empresario de VerdeAzul espera que éste se duplique.
—Alberto, ¿en tu futuro está la
política?
—Hoy soy empresario. Eso de
relacionar la política con los negocios, que Martinelli lo quiso poner de moda,
es un riesgo.
—Y la banca, ¿considerarías
regresar?
—Llegué a la conclusión de que la
banca me dio lo suficiente en esta vida, quizá para la otra. La gente jura que
soy dueño de Prival Bank, pero no tengo ninguna acción ahí. Prival Bank fue
creado en 2009, cuando Alberto era ministro. Se vinculó a él porque los
fundadores habían trabajado en Banistmo. Incluso se llegó a decir que el nombre
Prival significaba Primer Banco Vallarino.
El ex banquero señala que declinó
su participación a pesar que había aceptado formar parte del banco en un
principio.
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