Fournier, las cartas de los
hogares... y de los casinos
Cinco Días - agosto de 2014
Llevamos tantas décadas viendo
estos dibujos que ya forman parte del imaginario colectivo. El as de oros es
mucho más que una moneda grande: está rodeada de banderines y otros adornos;
los reyes de cualquier palo deben llevar barba blanca y toga roja, etcétera. Y
si no, nos parece que la baraja es extraña. La culpa la tiene Fournier, la
empresa alavesa que lleva casi 150 años surtiéndonos de cartas. Con esos naipes
nos enseñaron nuestras abuelas a jugar al tute o al mus, igual que les pasó a
ellas de pequeñas.
El uso de las cartas está
hondamente arraigado en la mayoría de culturas del mundo. Los historiadores
sitúan su nacimiento en China hacia el año 1000 antes de Cristo. Surgieron de
mezclar dos de los juegos de más éxito de la época: el ajedrez y los dados. El
objetivo era combinar el azar con la estrategia, hacer que tuvieran peso tanto
la experiencia y la inteligencia como la suerte. De ese modo, un jugador novel
podría tener posibilidades de ganar una partida a uno más experimentado.
Pasarían todavía dos milenios
hasta que las cartas se popularizasen en Europa. Los primeros registros de
naipes datan del siglo XIII. Llegaron con la Ruta de la Seda y no tardaron en
extenderse por todo el Viejo Continente, desde donde viajarían al resto del
mundo.
Cronología
1000 a. C. Se inventan los naipes
en la antigua China. No llegarían a Europa hasta el siglo XIII.
1377. Un monje alemán menciona en
un manuscrito el juego de cartas como un método de enseñar y educar.
1868. Heraclio Fournier,
descendiente de famosos maestros impresores de París, se establece en Vitoria y
funda un pequeño taller de naipes.
1875. Nacen las legendarias
figuras de la baraja de Fournier, diseñada por Emilio Soubrier y dibujada por
el pintor vitoriano Díaz de Olano.
1889. La firma desarrolla la
baraja litográfica con 12 colores, con la peculiaridad de que en el as de oros
figura su propia efigie. El producto es reconocido con varios premios.
1916. Muere Heraclio Fournier. Su
nieto, Félix Alfaro, se hace con las riendas de la compañía, que a partir de
ese momento empieza a mirar al exterior.
1948. Fournier domina claramente
el mercado nacional. Para poder responder a la creciente demanda, se traslada a
una nueva planta más amplia, incorporando los últimos avances tecnológicos de
la época. La ampliación de la capacidad instalada sienta las bases de su
consolidación internacional.
1986. Naipes Heraclio Fournier y
The United States Playing Card Company (perteneciente al grupo Jarden) unen sus
fuerzas formando un tándem que desde entonces domina el mercado mundial de las
cartas.
Mientras que la esencia del juego
permaneció prácticamente inalterada, en cada país los palos y las figuras
orientales fueron cambiadas por objetos más cercanos a la cultura local de cada
lugar. En España, por ejemplo, se optó por los oros, copas, espadas y bastos,
en representación de los distintos estamentos de la época: realeza, clero,
nobleza-ejército y pueblo llano.
Pocos otros cambios han sufrido
con el paso de los años, aparte de la aparición de las pintas en el siglo XVI
(recuadro que rodea el naipe, para dificultarle las cosas a los mirones) y la
numeración de las cartas en los ángulos de la baraja, en el siglo XVII.
Sello español
Los naipes llegan a los hogares y
tabernas españolas de la mano de Heraclio Fournier González. Este joven
burgalés decide montar a los 19 años su propia empresa en Vitoria-Gasteiz, en
1868, tras familiarizarse con esta industria de la mano de su hermano.
Valiéndose de novedosos métodos de impresión y modelos gráficos (las imprentas
estaban dando por entonces un importante salto de calidad), en 1877 le encargó
al profesor de la Escuela de Artes y Oficios de Vitoria Emilio Soubrier y al
pintor Díaz de Olano el diseño de un naipe. La baraja resultante se convertiría
en la precursora de las actuales cartas españolas.
El lanzamiento fue un éxito.
También fuera de España: consiguió el primer premio en la Exposición Universal
de París de 1889, año en el que se inauguró la Torre Eiffel. La baraja que se
alza con el triunfo, litográfica con 12 colores, tiene la efigie del propio
Fournier en el as de oros. Las exposiciones de Bruselas, Barcelona, Madrid y El
Cairo también reconocieron su calidad, que poco tiempo después sería rediseñada
por Augusto Rius, adoptando su forma definitiva, muy parecida a la de nuestros
días.
Félix Alfaro, nieto de Heraclio
Fournier, se hace cargo de la compañía al morir este último en 1916. Es bajo su
batuta cuando la empresa da un verdadero salto en el proceso de expansión
internacional. En 1948 ya eran líderes indiscutibles del mercado nacional. A
partir de ese momento empiezan a trabajar estrechamente con los casinos de
medio mundo, segmento en el que no tardan en posicionarse como uno de los
principales operadores globales.
1986 marca un punto de inflexión
en la historia de la compañía. Ese año, Naipes Heraclio Fournier y The United
States Playing Card Company unen sus fuerzas, creando el líder del mercado, con
una cuota mundial superior al 35%. Hoy domina especialmente el mercado de los
casinos: el 90% de los europeos utilizan sus cartas, cuota que pasa al 70% en
Latinoamérica y Oriente Próximo y al 100% en Sudáfrica. Las salas de juego de
medio mundo han sido conquistadas desde Vitoria.
Más de 1.600 barajasdistintas en
cartera
Empezó con la baraja española, su
producto más popular (vende más de dos millones de unidades anuales en todo el
mundo), pero hoy Naipes Heraclio Fournier produce más de 1.600 tipos de barajas
distintas.
Los modelos de poker-bridge son
su producto estrella. Están presentes en los casinos de Europa, Sudáfrica,
Suramérica, el Caribe, Oriente Medio y Asia, y además son el único proveedor
homologado para salas de juego en España. La producción es de alrededor de 3,6
millones de barajas anuales.
La compañía también fabrica
naipes infantiles. Nickelodeon, Marvel o Disney son algunas de sus licencias
más conocidas. Aunque la que más huella ha dejado en España es su baraja
Familias de 7 países, un clásico de Fournier que desde 1965 ha entretenido a
varias generaciones de niños.
La calidad de los naipes de
Fournier, reconocida ya en el siglo XIX, es uno de los elementos más valorados
por sus clientes internacionales. Una carta Fournier, cuentan desde la
compañía, tiene un tamaño exacto, un deslizamiento perfecto y se puede doblar
infinitas veces sin sufrir ninguna rotura y volviendo a su forma original.
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