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jueves, 31 de marzo de 2011

Talentosos


Cuando Los Carasucias descubrieron América


Con actuaciones notables y un equipo repleto de talentosos, Argentina ganó el sudamericano de 1957 en Lima tras aplastar a Brasil. Fue uno de los campeones más brillantes de la competición.


Hay equipos que exceden sus propias conquistas, que existen más allá de su máximo logro o de su mejor versión. Quedan instalados en la memoria incluso de aquellos que no los vieron jugar, pero les contaron su leyenda. Los Carasucias del Sudamericano de Lima en 1957 son un ejemplo insoslayable al respecto: ellos jugaron juntos apenas 6 partidos oficiales, pero nadie los olvidó nunca. Desde aquel miércoles 3 de abril, en el que se consagró Argentina al golear 3-0 a Brasil, aquella delantera de Oreste Corbatta, Humberto Maschio. Antonio Angelillo, Enrique Sívori y Osvaldo Cruz comenzó a formar parte de la profusa mitología del fútbol argentino.


Argentina hizo una campaña notable en ese torneo. Ganó consecutivamente los primeros cinco partidos: 8-2 a Colombia, en el debut; 3-0 a Ecuador; 4-0 a Uruguay; 6-2 a Chile; y 3-0 a Brasil. Cumplía con esa pretensión tantas veces inalcanzable, definida por tres verbos que empiezan con "g": ganar, gustar, golear. La formación, al margen de las cinco estrellas que brillaban en el ataque, estaba compuesta por: Rogelio Domínguez, Pedro Dellacha, Federico Vairo, Juan Carlos Giménez, Néstor Rossi y Angel Schandlein.


El día de la vuelta olímpica, Argentina no derrotó a cualquier rival: ese Brasil de Oswaldo Brandao ganaría al año siguiente —ya con Pelé, Vavá y Zagallo— el Mundial en Suecia. En esa penúltima fecha se resolvió todo para la Selección que dirigía Guillermo Stábile. El único aspecto negativo fue la despedida del torneo, con una caída 2-1 contra Perú, el 6 de abril. Era lógico: tras la goleada a Brasil, los jugadores abandonaron la concentración en nombre de los festejos.


Incluso más allá de su juego para el aplauso, esa Selección se llevó todos los lauros numéricos y honoríficos, con récords incluidos: Con nueve tantos, Maschio fue junto al uruguayo Ambrois el máximo anotador del sudamericano. Ni antes ni después otro futbolista convirtió más goles que el Bocha en una sola edición del máximo torneo continental. El equipo, además, fue el más goleador (con 25) y Rogelio Domínguez tuvo el arco menos vencido, con seis. Además, Stábile consolidó -con su sexto título- la condición de entrenador con más Copas América ganadas.


Sívori, con sus medias bajas y su desenfado, fue un deleite. Lo eligieron oficialmente como el mejor jugador del torneo. Lo retrató -con su pluma impecable- el periodista Héctor Hugo Cardozo: "En ese andar por los años primeros, cuando la pelota (de trapo o de goma sobre la tierra o el empedrado) era el juguete privilegiado, Sívori fue el modelo a copiar. Un sueño de pibe. El crack cuando abundaban los cracks. El que la pisaba mejor, el que gambeteaba mejor, el que dormía la número 5 amarilla en su empeine zurdo, el que amagaba y los rivales se caían como muñecos de pies redondos. Por eso cada jugada se transformaba en un manual completo del jugador ideal. Por picardía, por ingenio, por destreza, por talento, por los goles. Y se agigantaba la figura del Cabezón en cada fantasía que contaban los diarios y en cada relato de Fioravanti".


Entre Maschio (21 años entonces). Angelillo (19) y Sívori (20) hicieron 20 de los 24 goles argentinos en el Sudamericano. Sin embargo, no fueron citados para participar del Mundial del año siguiente. Lo explicó el propio Maschio ante la consulta del periodista Oscar Barnade: "Nunca nos llamaron. Se prefería a los que jugaban en Argentina. Y, además, no había tanta información como ahora. En Lima hicimos una diferencia bárbara con el resto de los equipos. Le ganamos a Brasil, que después fue campeón del mundo, aunque no estaba Pelé y Garrincha era suplente",


Ese sudamericano fue el lanzamiento a la gloria europea para Maschio (a Bologna), Angelillo (al Inter) y Sívori (a la Juventus, donde lo consideraron "Rey del Calcio"). Sin ellos tres, Argentina fue a Suecia y se volvió en la primera ronda, tras el durísimo 6-1 ante Checoslovaquia. Aquel golpe fue la demostración: la Selección extrañó a Los Carasucias.

lunes, 28 de marzo de 2011

leyenda


José Soriano, un arquero de leyenda


Murió José Soriano, el último sobreviviente de La Máquina, uno de los mejores equipos de la historia del fútbol argentino. Fue arquero y capitán de River entre 1944 y 1946. Antes había jugado en Banfield y después en Atlanta. Falleció ayer a los 92 años, en una clínica de Belgrano, donde se recuperaba de una operación de cadera.


Soriano estuvo en la redacción de Clarín en junio de 2009. Tenía 91 años y una memoria prodigiosa. Era alto y esa figura desgastada por el tiempo dejaba vislumbrar a un hombre grande que alguna vez fue un excelente deportista. En su último reportaje, contó cómo había llegado de su Perú natal a la Argentina: “Yo jugaba al básquet, pero además era agrónomo, especializado en el cultivo de la caña de azúcar. Allí, en Chiclín, los muchachos me pidieron que atajara en Los Diablos Rojos. Y luego jugué para el seleccionado provincial. Ahí me convocaron para la selección y jugué el sudamericano de 1942 en Montevideo. Pero no actué en los clubes de mi país”.


Lo tentaron de varios equipos argentinos, pero un día lo sorprendió en Chiclayo el presidente de Banfield, Florencio Sola: “Me habló de un modo tan conmovedor que me convenció”. Jugó desde 1942 hasta 1944 en Banfield (46 partidos) y ese mismo año pasó a River. En ese tiempo, en su casa de Brasil al 300, con otros jugadores fundaron Futbolistas Agremiados. “Con Rodolfo Danza, de Ferro, enviamos telegramas a todos los capitanes de Primera y Segunda. Allí sentamos las bases del gremio”, recordó. Campeón con River en 1945, tuvo de DT a Peucelle y de compañeros a Muñoz, Moreno (en 1946), Pedernera, Labruna y Loustau. Tras 71 encuentros en River, en 1947 jugó en Atlanta (10 partidos) y luego se retiró, a los 29 años. Su nombre completo era José Eusebio Soriano Barco y había nacido el 19 de abril de 1918, Lambayeque, Chiclayo, aunque aseguró que lo anotaron después. Se dedicó a otros negocios en Perú, pero nunca perdió su vínculo con Argentina. También vivió en Montevideo y los últimos años residió en Castelar, junto a uno de sus hijos. Una de sus huellas, como las que dejó en el fútbol argentino.

El goleador


Tucho, el Rey de América


Norberto Méndez es el máximo goleador de la historia de la Copa América. Hizo 17 tantos sin ser un delantero como Pelé, Maradona, Romario o Batistuta, otros ilustres participantes de la principal cita continental. Además, levantó tres trofeos consecutivos en los años 40.Era crack, era magia, era gol, era tango. "Ayer Tucho Mendez vino a visitarme / y en un fuerte abrazo me insto a meditar,/ así poco a poco mi mente poblaron / sus dulces recuerdos que no he de olvidar./ Soñaba en aquellos lejanos momentos / cuando era un purrete con sed de vivir / tejer en el césped muy lindas gambetas / y haciendo golazos sentirse feliz...", lo retrata la letra de Manuel Pose a la que Victorio Papini le puso música.


Norberto Doroteo Méndez fue uno de los grandes mediocampistas de la historia del fútbol argentino. Jugó en Huracán, en Racing y en Tigre. En total disputó 392 partidos e hizo 123 goles. También se destacó en la Selección: todavía ahora, en la antesala de la Copa América de la Argentina, es el máximo goleador histórico de la máxima competición continental (hizo 17 tantos, al igual que el brasileño Zizinho), un trofeo que conquistó en tres ocasiones (1945, 1946 y 1947). Sobran los datos para contarlo: Tucho fue un pedazo enorme de cada club en el que jugó, un motivo para convertise en hincha, una razón suficiente para hacer la cola para comprar una popular bajo el sol de un domingo cualquiera.


Nació en esa difusa frontera tan huracanense entre Nueva Pompeya y Parque de los Patricios, el 5 de enero de 1923. Desde los días de la niñez se hizo quemero e hincha de los referentes de su tiempo. Por ejemplo, lo esperaba a Herminio Masantonio a la salida de la cancha para llevarle la valija; y al arquero Juan Estrada le alcanzaba la pelota detrás del arco en los entrenamientos. Eran sus felices berretines. Sus inicios los retrata el blog Historia del Fútbol Mundial: "Los potreros de la populosa zona del sur porteño y el club Miriñaque vieron transcurrir largas horas de la niñez de quien, tiempo después, se convertiría en uno de los grandes ídolos del fútbol argentino. Tenía 11 años cuando un buscador de valores precoces de esa época, José Carrero, lo llevó a Huracán. Y fue en la Sexta División del Globito donde comenzó a hacer los palotes de su notable historia futbolística".


Pronto, el chiquilín de paso chueco y con un jopo imposible de modificar, jugó junto al guapo Masantonio en Huracán. Y se dio un lujo contradictorio: le hizo un golazo desde 35 metros a su admirado Estrada, cuando ya había sido transferido a Boca. Debutó en la Primera del Globo de Newbery el 13 de abril de 1941, en el viejo estadio de Avenida Alcorta y Luna, donde hoy está el Ducó. Esa vez, ganó el local por 4 a 2, con con un gol de Tucho, dos de Herminio y otro de Baldonedo. Desde entonces hasta 1947 fue figura y símbolo de su querido Huracán.


Luego, fue transferido a Racing y resultó una pieza fundamental del primer tricampeón del Profesionalismo (1949, 1950 y 1951). Su campaña en Racing terminó en 1954. Después estuvo dos años en Tigre y volvió a ese lugar que quiso tanto: a Parque de los Patricios, al Globo de Newbery, donde terminó su campaña a fines de la década del 50. Más tarde, ya retirado, les pondría palabras a sus sensaciones y a sus afectos futboleros: "Huracán fue mi novia; Racing, mi mujer; la Selección, mi amante".


En su idilio con esa amante celeste y blanca, Méndez demostró su condición de gigante. "A Tucho lo definen, sobre todo, los cracks a los que tuvo que reemplazar. Cuando el Charro Moreno -el Maradona de los años 40- se fue a México y Vicente de la Mata se lesionó, tuvo que aparecer él. Y lo hizo del mejor de los modos: asombrando a todos. Demostrando que lo que cada fin de semana hacía en la Argentina lo podía hacer también en cada rincón de América y del mundo", cuenta el periodista e historiador Oscar Barnade, miembro del Centro para la Investigación de la Historia del Fútbol (CIHF).


La Copa América fue su perfecto escenario: en 1945, en el Sudamericano de Chile, convirtió seis goles en apenas cuatro encuentros como titular. La mitad de ellos sucedieron en un partido que lo convirtió decididamente en superhéroe: convirtió los tres tantos del 3-1 frente a Brasil, en Santiago. Fue el máximo anotador de esa edición. En 1946, en Buenos Aires, volvió a ser decisivo: marcó cinco goles. Dos de ellos sucedieron en el encuentro decisivo, también ante Brasil. Ante más de 80.000 personas, en el Monumental, provocó los dos gritos memorables que le dieron otro título a la Argentina bajo el cielo de América. En 1947, en Ecuador, fue parte de un equipo memorable que compartió, entre otros, con Alfredo Di Stéfano. Argentina obtuvo el tricampeonato y Tucho volvió a ser determinante en el encuentro de la consagración: convirtió dos tantos en el 3-1 ante Uruguay, en Guayaquil.


"Tucho era también un auténtico porteño", contaba en la redacción de Clarín el imborrable Pedro Uzquiza, quien conocía bien los detalles de la vida de ese talento enorme del fútbol argentino, de ese hombre de la bohemia, de los códigos del barrio, del tango. Méndez concurría a dos lugares emblemáticos de su tiempo: el Marabú y el Chantecler, donde se encontraba con su amigo Aníbal Troilo, con quien se ofrecían mutua admiración. La siguiente anécdota sucedió fuera de Buenos Aires: después de convertirle tres goles a Brasil en el Nacional de Santiago de Chile, fueron a festejar a la confitería La Quintrala. Tita Merello, de gira con una compañía teatral argentina, lo invitó a bailar un tango, y Tucho mostró su arte de gran bailarín. Como el fútbol, llevaba la música en el alma.


"Viví muchas vidas. No me arrepiento de eso. Tal vez ahora esté volviendo a la época en que era una estrella de bigotes recortados con precisión", le confesó al periodista Miguel Frías en una de sus últimas notas ofrecidas. Era un personaje mágico de aquellos días. Hasta fue convocado para protagonizar la película "Con los mismos colores", junto a otros dos futbolistas icónicos de la época, Mario Boyé y Di Stéfano. Confesó Méndez alguna vez: "Si volviera atrás haría todo igual. Hice todo lo que pude. Fui feliz". Se fue del mundo más tarde, en 1998. No sabía entonces que nadie le había podido quitar su corona de Rey de América.

La Pasión


"El fútbol es una religión laica"


Peruano de la misma patria que el legendario Hugo Sotil (un gran futbolista del Barça), Mario Vargas Llosa no nació para practicar deportes, pero cree que un escritor es "como un deportista, se construye con disciplina y con terquedad".


No practica, pero antes de ponerse a escribir, cada mañana del año, esté donde esté, el premio Nobel de Literatura de 2010 sale con su mujer, Patricia, y con los amigos que le hayan ido a visitar a correr por los parques que tenga a mano.



En Lima, donde está ahora, corre por las cercanías de su casa, en Barranco; en Madrid conocen sus pisadas las baldosas del templo de Debod; en Nueva York, cuando le dieron la noticia del Nobel, en la madrugada americana, no perdonó el rato de sus correrías y se fue por Central Park a conceder entrevistas a los ávidos reporteros de la televisión sueca que le asaltaron en el vestíbulo del edificio donde tenía su apartamento.



Hoy (como su colega el español Julio Llamazares) cumple años; él llega a los 75 y sigue corriendo. Quizá, porque siempre ha corrido. "Con disciplina y con terquedad".



De resto, ningún deporte; de chico, cuando era como los amigos de sus primeros cuentos, fue muy feliz cuando le llevaron a jugar "con los muchachos de la U", el Universitario de Deportes, de Lima, su equipo de grandes también, "a jugar al fútbol". La U le dedicó un homenaje cuando le dieron el Nobel. "Fue muy emocionante: me pusieron a hacer el saque de honor y tuve que dar un discurso en el que dije lo que siento, que la U no es solo un equipo de fútbol: es una leyenda".



Como el Madrid. Para él, que vivió en Barcelona, donde nació su hija Morgana (es del Barça): "El Madrid es el equipo español que me atrajo". En medio de aquel color gris de la vida bajo Franco, "el fútbol era de las pocas cosas que se podían ver sin tanta presión como la que se vivía en las calles" y el fútbol, entonces, en la capital, era el Madrid.



Así que Mario Vargas Llosa fue blanco entonces y es tan blanco ahora que el club le ha conferido algunos honores académicos, pero uno, sobre todo, que le resulta tan emocionante como si hubiera marcado un gol junto a Alfredo Di Stéfano. Cuando le dieron el Nobel, la noche anterior a su viaje a Estocolmo, fue al Madrid-Valencia "a ejercer el honor del saque de centro"; allí lo saludó el capitán, Casillas, y solo el frío le heló tanto como la sensación que sintió ante el graderío.



Jorge Valdano, el director general del equipo de Vargas Llosa, acuñó la expresión "miedo escénico" para referirse a lo que pasa allá, dentro del césped, en ese punto fatídico. "Es una experiencia exaltante y terrorífica. Estar en el centro del estadio del Madrid, con las tribunas absolutamente abarrotadas, exaltadas, te da la impresión de lo que debieron de ser los circos romanos. El jugador, que es aplaudido o vilipendiado por esa multitud gigantesca, vive esa psicología de masas... ¡Debe de ser estremecedor! Pues sí, es como una enorme responsabilidad, estar allí, ante miles de ojos, delante de la pelota. No conozco un espectáculo que nos conecte más con los grandes espectáculos de masas más primitivos: los circos romanos, los grandes movimientos de masas de los pueblos primitivos, cuando creían que los grandes terremotos eran castigos divinos... ".



Es un misterio lo que encierra la pasión por el fútbol, en España y en el mundo. Él cree que "el fútbol es una religión laica; antes, solo las religiones convocaban esa especie de manifestación irracional, colectiva; hoy en día, eso que antes era prototípico de la religión es la religión laica de nuestro tiempo", desata pasiones y fanatismos. "Una irracionalidad a flor de piel que a la corta o a la larga genera violencia. Un deporte que es apasionante, a mí me apasiona desde niño, pero que al mismo tiempo genera actitudes de desfogue que uno ni se imagina que pueden suceder... ¡Espero que jamás lleguen mis exabruptos en el graderío!".



Se siente tan del Madrid, de lo que supone este equipo en la historia, que algunos de sus amigos lo han visto indagar, en los lugares más insospechados, sobre los sitios donde pudiera contemplar tanto los partidos grandes como los partidos chicos. Y se exalta o se deprime como los aficionados fieles.



Entre esos honores que le ha dado la vida, antes y después del Nobel, hay uno en particular, el marquesado que le otorgó la Corona española al mismo tiempo que a Vicente del Bosque, el seleccionador español de fútbol. "Claro que fue un honor. Le ha dado un premio tan importante al fútbol español... Y es una persona que me inspira tanto respeto... Es un hombre que no ha perdido la sencillez, la modestia. Así que he considerado un honor haber compartido con él ese reconocimiento".



Las gestas y los honores


- ¿Una gesta reciente



Que le haya emocionado?



El triunfo de España



En el Mundial de fútbol.



Fue un espectáculo exultante.



Había tanta dificultad



Que la victoria se disfrutó aún más.



- ¿Una gesta peruana?



No la viví, pero el gran gol



De Lolo Fernández al frente



Del equipo de Perú en los Juegos Olímpicos de Berlín resulta algo inolvidable para cualquier peruano.



- ¿Y una gesta del Madrid?



Cuando fui a hacer el saque de honor, antes de recibir el Nobel,



Me enseñaron las nueve copas.



Es emocionante



Estar delante de esa historia.



- ¿Un momento emocionante relacionado con el fútbol?



Cuando mi equipo peruano, la U [Universitario de Deportes, de Lima], me llevó a rendirme



Un homenaje en medio



De la cancha y tuve que hacer un discurso sobre



La leyenda que representa.

los 100 del Numero 1



Un portero alucinante


Rogério Ceni, guardameta del Sâo Paulo, celebró su gol número 100 el pasado fin de semana ante el Corinthians


su llegada al banquillo del São Paulo, en 1990, el golpeo de seda y los envíos milimétricos de un joven portero de alopecia incipiente captaron la atención del célebre técnico Telê Santana. El preparador brasileño, exjugador del Fluminense que destacó por su brío sobre el verde y su temple en el banquillo, adivinó en los envíos combados y la precisión quirúrgica del meta un filón para el equipo paulista, encomendado por aquella época a un guardameta experimentado como Zetti bajo los palos. No se equivocó.



Obstinado y con una diestra sensacional, el muchacho siguió al pie de la letra el consejo del técnico, que le recomendó pulir su toque para facilitar la salida del balón y dar aire al equipo. Una propuesta que cambiaría para siempre la carrera de Rogério Ceni (Paro Branco, Brasil; 1973), que anoche, dos décadas después de su aterrizaje en el São Paulo, firmó su gol 100 en el clásico frente al Corinthians. Un tanto histórico que hizo rugir a la hinchada paulista, acostumbrada ya a las hazañas de su arquero.



La trayectoria de Rogério, que también atesora buenas manos y aceptables reflejos, no se entiende sin sus goles. Tuvo que esperar hasta 1997, cuando Zetti abandonó el club, para tomar la alternativa bajo los palos y firmar el primero. Fue en el torneo paulista, frente al Unión San Jâou. Desde entonces, la cuenta ha crecido de forma meteórica hasta convertirse en el guardameta que más goles ha conseguido en toda la historia por delante de iconos como Chilavert (62), Higuita (41) o Jorge Campos (40).


El meta paraguayo, excéntrico y de zurda diabólica, vio cómo Rogério le arrebataba su récord en 2006, en una de las noches más dulces del brasileño. En aquella cita, no se conformó con detener un penalti ante el Cruzeiro, sino que además rubricó dos goles de hermosa factura. Como el de anoche. Certero, letal, definitivo. Como el disparo de un francotirador. Ceni se aferró al ritual de siempre: cogió el esférico, lo depositó sobre el césped con mimo y tomó unos metros de distancia. Bastó una mirada fugaz sobre la portería y una parábola imposible para el escorzo de Julio César.


Con 56 dianas de falta y 44 desde el punto de penalti, cada encuentro en el estadio Morumbí se traduce en un homenaje para él, amante del fútbol sala y del voleibol, capitán del São Paulo, de trato afable y que recibe de buen grado los compases de Hells Bells, de AC/DC, antes de cada encuentro en casa. Vigésimo goleador de la historia del Sâo Paulo, el club ha conquistado una Libertadores, un Mundial de clubes (2005), tres Ligas brasileñas (2006-08) y tres campeonatos paulistas desde que El Mito, como le conoce la torcida, asumiese la titularidad.


Poco importa que aumente el tensiómetro de la hinchada con recortes de doble filo frente a los delanteros. O su juego adelantado, al más puro estilo de un libre y que le ha costado más de un disgusto. Tal vez por ello ha sido relegado a un segundo plano con la seleçao, con la que solo ha disputado 17 partidos, suplente en dos Mundiales (2002 y 2006), a la sombra de Taffarel, Marcos y Dida. Pero él sigue a lo suyo: el gol. Ya van 100.


Fenoy y Nacho González, referentes en España


En el fútbol español, son varios los porteros que han probado las mieles del gol. Carlos Fenoy y Nacho González, exguardametas de Celta y Las Palmas respectivamente, son los dos máximos artilleros con seis dianas cada uno. Chilavert (Zaragoza), Esnaola (Betis), Cobeño (Rayo), Mario (Leganés), Bravo (Real Sociedad) y recientemente Aranzubia, siguen su estela con un tanto. En la Liga Europa, Palop también saboreó el gol con un testarazo ante el Shakhtar Donetsk en Ucrania.


De los 100 goles que ha convertido en su carrera, 44 fueron de penal y 56 de falta. Su primera diana lo hizo el 15 de febrero 1997, frente al Uniao Sao Joao.


- 56 tantos han sido anotados de tiro libre y 44 de penal.


- cení tiene 950 partidos jugados con el sao Paulo


- El portero europeo con más goles en la historia del fútbol es el búlgaro Dimitar Ivankov


Rogerio Cení (100), José Luis Chilavert (62), René Higuita (41), Jorge Campos (40) Jhonny Vegas (39)


Cení le metió gol a Alianza lima en el 2004, a butrón, en la victoria 2-1 en Arequipa, para alianza metio gol vilchez y el segundo de sao Paolo fue e fabao. En Brasil metió el gol de alianza Roberto Silva y para gremio 2 de Luis Fabiano y uno de marquinhos. Esa copa libertadores cení le hizo gol de penal al rosario central por definición por penales y otro de tiro libre al deportivo Táchira de Venezuela


Rogerio tuvo la titularidad del sao Paolo tras la salida de zetti en el 97Su primer gol fue el 15 de febrero del 97 ante Unión Sao Jao por la el Torneo Paulista, también de tiro libre.


Mayor cantidad de goles de penal convertidos por un arquero en un partido: 3, José Luis Chilavert (en el partido Vélez Sarsfield 6 - Ferro Carril Oeste 1, válido por el Clausura 1998 de la Liga Argentina).


En el 2006 Roberto Silva le volvió a meter gol a cení en la derrota de Cienciano por 4-1 en el morumbi.