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domingo, 31 de agosto de 2014

planeta

“Nadie está al frente del planeta”


El País - ‎domingo‎, ‎31‎ de ‎agosto‎ de ‎2014
 El célebre autor de ciencia ficción y divulgador científico Isaac Asimov solía decir que solo había conocido a dos personas más inteligentes que él en su vida: Carl Sagan, el reputado astrónomo norteamericano, y Marvin Minsky, considerado como uno de los padres de la Inteligencia Artificial. El propio Minsky confirma que no se trata de una leyenda. Acodado en una confortable butaca de la sala Cánovas del hotel Palace de Madrid, el científico neoyorquino recuerda el episodio que originó esta historia que adorna su brillante biografía.

Ocurrió en 1973, y fue en un viaje en el que varios científicos y escritores de ciencia ficción se subieron a un barco en el Mar Caribe para observar el cometa Kahoutek. Los movimientos del navío desencadenaron una conversación en la cena acerca de la inclinación del barco. Minsky echó mano de un tapón de corcho, dos tenedores y una botella para explicar a los comensales cómo medir esa inclinación. Todos quedaron boquiabiertos.

Marvin Minsky es uno de los científicos que en 1956 participó en la mítica conferencia de Dartmouth en que se acuñó el término de Inteligencia Artificial —que engloba a ordenadores y robots que siguen los patrones de la inteligencia humana—. En 1959 fundó junto a John McCarthy el Laboratorio de Inteligencia Artificial del prestigioso Massachusetts Institute of Technology. Un visualizador de gráficos que se lleva en la cabeza, un brazo robótico y el microscopio confocal, muy usado en biología, son algunos de sus más destacados logros profesionales. El pasado mes de junio recibía uno de los premios Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento y acudía a Madrid para recibirlo. A sus 87 años, Minsky no ha perdido la lucidez, y, mucho menos, el sentido del humor. El autor de La Sociedad de la mente demuestra que la cabeza le sigue funcionando perfectamente.

Respuesta. Es difícil de predecir. El progreso era muy rápido en los años sesenta y setenta porque había mucha investigación en Estados Unidos. Después, se ralentizó. En los 80 todavía llegaba dinero, los jóvenes podían investigar en lo que quisieran. Luego hubo un cambio, la iniciativa pasó del campo militar al civil, lo que condujo a una mayor regulación. Las inversiones tenían que ser rentables en uno o dos años. Estoy acostumbrado a tiempos en que el progreso era muy rápido: antes había ideas nuevas cada cinco años. Ahora, cada 15.

P. Sin embargo, mucha gente tiene la percepción de que estamos en una era de grandes avances tecnológicos que cambian la vida de la gente: el iPhone, los drones, los coches inteligentes…

R. En los años 60 ya teníamos Internet. Yo crecí con eso. Éramos una pequeña comunidad y vimos hace tiempo el equivalente del iPhone. Ahora, el mundo, poco a poco, está recibiendo esos cambios. Pero no sé qué hacen con ellos. Los ordenadores tienen más memoria, pero la memoria está llena de nada. Yo crecí en una comunidad de ciencia ficción. Isaac Asimov vivía cerca de mí; Arthur C. Clarke habitó en mi casa durante un tiempo. Así que, es raro, pero en mis días de estudiante, yo ya vivía el futuro. Con ellos hablaba de futuros posibles.

P. ¿Y cuáles son ahora los futuros posibles?

R. Nadie está al mando del planeta. Los países queman petróleo para ganar dinero, pero no saben que se están destrozando a sí mismos porque el planeta se calienta… algún día ya no habrá necesidad de calentar nada.

P. ¿Y qué se debería hacer?

R. Estamos en una situación extraña: todo el mundo sabe que el sistema es inestable, pero nadie puede permitirse arreglarlo. Ahora mismo el consenso es que habrá una crisis de temperatura alrededor de 2050 si la población sigue creciendo. Varían las estimaciones sobre cuándo sucederá, pero hay acuerdo general en que las cosas están fuera de control. La gente con la que hablo está convencida de que esta es la emergencia más seria que existe, el calentamiento de la atmósfera. Y podría haber otras cosas incluso más urgentes de las que la gente incluso no se ha dado cuenta.

P. ¿Por ejemplo?

R. Bueno, no sé. Tal vez las enfermedades están mutando más rápido por las altas temperaturas; son cosas en las que no se ha reparado y que en 50 años tendrán un mayor efecto.

P. ¿De quién es la responsabilidad de la situación en la que estamos, es un problema de los políticos que nos gobiernan?

R. Nadie está al mando, no se puede culpar a nadie, todo el mundo es responsable. Es extraño. No hay un superpoder con el que enfadarse, ante el que ejercer la queja.

P. Aparte de lo que se ha descubierto en el campo de la Inteligencia Artificial, ¿en qué campos diría que se han llevado a cabo los descubrimientos más notables en los últimos años?

R. En Genética. Es difícil pensar en una era en que se haya descubierto tanto en tan poco tiempo. Hace 20 años se sabía que había genes, pero no cómo funcionaban.

P. ¿Qué podemos esperar en este terreno?

R. Después de un largo tiempo estaremos diseñando nuevos animales. Llevará años, pero ya estamos preparados para hacer cambios interesantes en animales que ya existen.

Minsky echa un trago al zumo de naranja que hay sobre la mesa. Enfrente están su mujer y su hija, atentas a lo que pueda necesitar. Se queja del rumbo que han tomado los proyectos de investigación en su campo. “Me pongo nervioso con la popularidad de dos o tres proyectos que intentan analizar el cerebro humano. Creo que es un gran error empezar grandes proyectos cuando aún no se ha analizado el cerebro de una libélula o de un ratón. Es como intentar construir un coche cuando aún no has hecho una bicicleta”. Minsky asesoró en cuestiones científicas a Stanley Kubrick para el rodaje de 2001, Odisea en el espacio. Y a Michael Crichton para la escritura de Parque Jurásico. Recuerda que, en este último caso, apenas fueron cinco minutos de conversación en la playa de Santa Mónica. Los suficientes para hablar de fósiles, células y dinosaurios.

P. Usted lleva toda la vida investigando en el campo que relaciona al hombre con la máquina. En el futuro, ¿las máquinas llegarán a ser más inteligentes que los hombres?

R. Puede ocurrir. Es tan fácil construir máquinas y tan difícil cambiar la biología. Si cambias un gen, los niños serán distintos y no sabes cuáles serán los efectos. Pero si diseñas una máquina, puedes separar funciones. Cuando comprendamos cómo construir sistemas biológicos, todo cambiará; los actuales son difíciles de cambiar porque hay muchas interconexiones. En el futuro reemplazaremos la biología con sistemas menos complicados que puedan evolucionar más rápidamente. Reemplazaremos nuestra biología por mejores formas de ingeniería. Nos convertiremos en máquinas más fáciles de reparar y mejorar.

P. Usted habla de un futuro de hombres biónicos.

R. Sí, pero sin fallos. Puede que queramos evolucionar en una dirección menos orgánica, de modo que podamos repararnos a nosotros mismos, vivir más tiempo y cambiar lo que haga falta sin tanto riesgo.

P. O sea, mentes humanas dentro de las máquinas.

R. Tal vez la biología no sea una manera muy segura de existir; se autorepara, sí; pero resulta limitada.

P. Los desarrollos en la Inteligencia Artificial van a colocar al hombre frente a decisiones éticas importantes. ¿Cuáles son los principales dilemas a los que nos enfrentaremos?

R. En algún momento del siglo tendremos máquinas que parecerán muy inteligentes y en muchos campos serán más expertas que la gente. Algunas ya lo son, como todo lo que requiere una gran cantidad de conocimiento superficial: los sistemas de Big Data son mejores que la gente en muchas cosas. Hay un par de máquinas que tienen sentido común. Una es CYC, y está en Texas; puedes registrarte y hacerle preguntas.

P. ¿Y cómo será un mundo en que las máquinas sean más inteligentes que el hombre?

R. Es difícil de saber, si hay competencia, cuáles serán los objetivos; puede que a las máquinas no les interese la gente.

P. ¿Y a qué podría conducir eso?

R. A todo tipo de desastres, y también muchas cosas buenas. Podemos hacer máquinas que vivan en un planeta frío o raro.

P. ¿Y cuáles serían las cosas positivas?

R. Es difícil de predecir.

P. Profesor, una última pregunta: ¿A usted la vida qué le ha enseñado?

R. Tienes que quedarte en la acera y no echarte a la carretera.

P. ¿De verdad?

R. Es una broma.

P. ¿Y en serio?


R. Que uno solo se puede creer las bromas. Bueno, y he aprendido que la gente tiene buenas ideas y luego se para: si continuaran un poco más, conseguirían mucho más. No sé por qué se paran y pasan a otra cosa. La gente trata de hacer demasiadas cosas.

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