La agonía de Tolkien en la Tierra
Media
El Mundo - sábado, 23 de
agosto de 2014
El verano de 1915, un joven J.R.R
Tolkien abandonó Oxford y se alistó en el ejército británico. La Gran Guerra ya
era un denso y sucio aire que había contaminado toda Europa, y aunque Tolkien
había retrasado su entrada en el ejército para terminar su estudios
universitarios, acabó uniéndose al resto de soldados británicos en el frente.
Atrás dejó a Edith Mary Bratt, la
mujer a la que había esperado durante más de cuatro años en el más sufrido
silencio. El patriarca de los Bratt le había prohibido tener contacto con su
hija hasta que cumpliese los 21.
Tolkien recogió la amenaza como
una orden, y hasta que contó con los requisitos necesarios no volvió a buscar a
Edith. Cuando apareció, ella acababa de prometerse con otro hombre pensando que
aquella proposición había sido fruto de un delirio infantil y se había
desvanecido a medida que pasaban los años. No tardó en devolver el anillo de
compromiso, ni en declararle amor eterno al británico debajo de un mohoso
puente de Londres. Tampoco esperó mucho tiempo para convertirse al catolicismo,
Tolkien disfrutaba de una fe inquebrantable, y así poder pasar por el altar a
principios de 1913.
Poco tiempo después, Tolkien
zarpó dejando atrás a su querida Edith y al 'Tea Club of the Barrovian
Society', el grupo clandestino que había fundado con cuatro de sus colegas
universitarios, con la única intención de cambiar el destino atroz del mundo
con la fuerza de su pluma. Ellos, también miembros de las filas inglesas, eran
sus más fervientes lectores, fueron los primeros en descubrir laTierra Media,
los elfos, los orcos y la poesía, menos conocida, del escritor británico.
"Si Europa hubiera tenido la
suerte de no haber sufrido la Primera Guerra Mundial, creo que Tolkien sólo
habría sido conocido como un dotado académico", asegura John Garth, que
tras años de investigación publica 'Tolkien y la Gran Guerra' (Editorial
Minotauro), un libro que indaga en la estrecha relación entre 'El hobbit' y 'El
señor de los anillos' con las vivencias del autor en el campo de batalla. Cómo
éstas configuraron aspectos esenciales de su obra.
La preocupación por la mortalidad
se convirtió en uno de los ejes del pensamiento tolkiano, "la tragedia y
el horror alimentaron su escritura", confirma Garth, quien ha analizado
las cartas que el británico enviaba a sus amigos de la universidad y a su
mujer, en las que describe atónito lo que ocurría en las trincheras. Le habían
trasladado a Francia, a la región de Somme, donde trabajaba como mensajero por
su facilidad con los idiomas hasta que sufrió fiebre de trincheras, una
enfermedad que se transmitía por los piojos y las pulgas. Durante su
convalecencia escribió 'La caída de Goldolín', en la que narra la pérdida de la
ciudad más bella de los elfos. Refleja el conflicto entre las dos grandes
alianzas en las batallas que libran sus personajes. "Todos muertos, todos
putrefactos. Elfos y hombres y orcos. La Ciénaga de los Muertos. Hubo una gran
batalla en tiempos lejanos, sí, eso le contaron a Sméagol cuando era joven,
cuando yo era joven y el Tesoro no había llegado aún. Fue una gran batalla.
Hombres altos con largas espadas, y elfos terribles, y orcos que
aullaban", narra en las páginas de sus novelas. "Encontró la
inspiración en el caos incomprensible y en el horror que había experimentado
durante la Primera Guerra Mundial. Fue un proceso positivo para salir de la
depresión que le había invadido tras abandonar el campo de batalla",
asegura Garth.
Tolkien jamás volvió a la Gran
Guerra, rechazó todas las medallas que se le otorgaron por haber participado en
ella y se negó a cobrar su pensión por incapacidad, alegando que era deshonroso
recibir dinero por haber defendido a su país. Un patriotismo que refleja en los
personajes de su obra. "La razón por la que sus escritos son tan
brillantes es porque no se rinde, aun en los momentos en los parece que la oscuridad
ha ganado la batalla. Mi gran sorpresa fue el resultado final, la imagen
completa, la relación entre los escritos de Tolkien y su vida, que no apareció
de manera clara y coherente hasta el final". John Garth tardó en encontrar
la primera evidencia de esta influencia y cuando halló el sendero correcto tuvo
muchas dificultades para obtener algunos de los permisos. "Todo pareció
tener sentido cuando abrieron el expediente de servicio de Tolkien a algunos
investigadores y descubrí las cartas con sus colegas de la universidad",
asegura.
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