El Hollywood
"pre-code": sexo y pecado antes de la censura
EFE - agosto de 2014
Adulterios felices, prostitutas
sin complejos, delincuentes convertidos en héroes y fiestas en las que no
faltaba la cocaína. Hubo un tiempo en el que las películas del viejo Hollywood
escaparon del control de la censura, un periodo fascinante entre 1930 y 1934 al
que corresponden títulos como "The Blue Angel" o "Baby
Face".
Si la primera descubrió al mundo
los muslos de una entonces desconocida Marlene Dietrich, en la segunda Bárbara
Stanwyck dio una lección sobre cómo usar el sexo para ascender en la escala
social. Son los ejemplos más conocidos, pero hay muchos más.
En España, Vértice acaba de
publicar una edición de DVD con algunas cintas "pre-code" de los
estudios RKO. Es el nombre con el que se conoce ese periodo de libertinaje cinematográfico
que Hollywood vivió entre sus primeras producciones de cine sonoro y la
implantación, en 1934, del llamado código Hays.
Denominado así por el apellido de
su impulsor, William Hays, el primer presidente de la Asociación de Productores
y Distribuidores de Cine de América, el código fue una especie de autocensura
adoptada ante las presiones de la iglesia y los sectores más puritanos.
"No permitía mostrar en
pantalla las consideradas como desviaciones sexuales, la vulgaridad, la
ridiculización de las religiones, el alcoholismo o la drogadicción",
explica Guillermo Balmori, experto en cine y responsable del libreto incluido
en la edición de Vértice.
O sea que el asesino debía morir
o ser castigado, el adulterio no incentivado ni mostrado de modo atractivo, y
suma y sigue.
La cuestión es que al principio,
en plena depresión posterior al crack del 29, hubo cierta permisividad.
Así, al comienzo de "Bachelor
Apartment" (1931), de Lower Sherman, podemos ver a una criada en un salón
recogiendo con naturalidad lo que parecen restos de una fiesta, incluidas
drogas.
Y en "Our Betters"
(1933), una de las primeras películas de George Cukor, aparece Constance Benett
en el papel de nueva rica americana que se muda a Londres por amor, pero que
después de casarse descubre las ventajas de tener amantes. La cinta también
incluye uno de los poquísimos personajes gays del cine clásico.
"La RKO no fue uno de los
estudios que más desafiasen el código", indica Balmori. Sus primeras
espadas, actrices como Ann Harding, Ginger Rogers, Irene Dunne, Katherine
Hepburn y la propia Constance Bennett eran "mujeres fuertes, nada
pusilánimes, independientes, que vivían su sexualidad sin alardes, pero de un
modo decididamente libre", afirma.
Esa imagen "molestaba aún
más y era más perturbadora" que los delincuentes y prostitutas con los que
se "regodeaba" Warner, añade Balmori. Hasta la conservadora Metro
Goldwyn Mayer mostró a una Joan Crawford quitándose las bragas mientras bailaba
un charlestón en "Our Dancing Daughters" (1928).
Por supuesto el desnudo estaba
vetado por el código Hays. "The Common Law" (1931), de Paul L. Stein,
es de las pocas de la época que muestra uno, eso sí, lejano y difuso: de nuevo
Bennett como joven rebelde que decide trabajar como modelo (desnuda) para un
pintor norteamericano (Joel McCrea).
Ni qué decir tiene que muchas
actrices -no tanto ellos- pagaron el precio de su atrevimiento y quedaron
apartadas de la industria una vez que la censura se intensificó.
Es el caso de Helen Twelvetrees,
protagonista junto a John Barrymore de "State's Attorney" (1932), en
la que interpretaba a una prostituta que seducía a su abogado defensor. O de
Dorothy Makaill, la meretriz que en el sórdido melodrama de Warner "Safe
in hell" (1931) asesina a uno de sus examantes y huye a Sudamérica.
La permisividad tocó a su fin
cuando empezaron a multiplicarse las amenazas de boicot del sector católico y
la retirada de fondos de algunos inversores.
Si hasta ese momento la
aceptación del código era una mera declaración verbal, entonces se creó un
organismo específico que debía dar el visto bueno a los estrenos de los
estudios, la PCA (Administración del Código de Producción).
El resto es más conocido. En la
época dorada de Hollywood, el código campó a sus anchas e impuso un puritanismo
que aún pesa hoy en día en la industria norteamericana. Eso sí, a algunos, como
a Lubitsch o a Hitchcock, les sirvió para aguzar su ingenio.
Sirva de célebre ejemplo la larga
secuencia del beso entre Cary Grant e Ingrid Bergman en "Notorious"
(1946). La censura imponía un límite de tres segundos de contacto labial, y
puede decirse que Hitchcock cumplió: cada tres segundos, una pausa, y en medio,
un sensual diálogo que acabó alargando la escena hasta más de dos minutos y
medio.
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