Ya basta de workaholism
Forbes México - jueves, 28 de
agosto de 2014
Hoy, la productividad no tiene
nada que ver con el esfuerzo físico, sino con el esfuerzo mental, y este último
no se puede medir bajo parámetros tradicionales de horas o sudor.
Hemos sido programados, desde
niños, para pensar que aquel que más trabaja, más posibilidades tiene de
triunfar. Desde niños escuchamos a nuestros papás, abuelos y maestros admirar a
personas que se levantaban a las cinco de la mañana para ir a trabajar y
volvían a las once de la noche. Hoy competimos con nuestros amigos y
colaboradores por la longitud y lo extenuante de las jornadas de trabajo, y buscamos
que nuestros jefes se enteren de la cantidad de horas dedicadas a nuestras
responsabilidades esperando algún premio o reconocimiento.
La mayoría de los directores y
empresarios reclama los días de asueto y exclama que somos un país de flojos
porque trabajamos menos que en otras naciones, y que aprovechamos cualquier
momento para descansar.
¡Nada más estúpido que esto
dentro de una cultura! ¿Pero quién dijo que entre más horas de trabajo, mayor
productividad? ¿Y quién nos dijo que entre mayores las jornadas laborales, más
felicidad?
Hoy, la productividad no tiene
nada que ver con el esfuerzo físico, sino con el esfuerzo mental, y este último
no se puede medir bajo parámetros tradicionales de horas o sudor. Una persona
en una hamaca puede estar produciendo mucho más que 25 personas en intensa
actividad física. El poder creador de nuestra mente es 100 veces más eficiente
que el poder creador de nuestras manos, espalda y piernas.
El tema es que nos hemos
programado como sociedad y hemos educado a los estudiantes a pensar en términos
de productividad solamente vinculada a esfuerzo físico; más terrible aún, no
los hemos entrenado para usar el poder creador de su mente.
Estamos acostumbrados a trabajar
hasta que el cuerpo resiste, pero nuestra percepción de lo que nuestro cuerpo
resiste normalmente excede lo que verdaderamente éste resiste. Somos demasiado
optimistas en cuanto a lo que soportamos físicamente, pero al interior se están
gestando condiciones que nos pasarán la factura.
Nada más incorrecto que evaluar
la satisfacción de un ser humano a partir de las horas dedicadas al trabajo.
¿Dónde queda la dedicación de tiempo y esfuerzo en su territorio de vida
personal? ¿Cuánto tiempo dedicas a evaluar y mejorar tu estado emocional, a
evaluar y fortalecer tus relaciones familiares, a potenciar tu estado
espiritual y también el intelectual? Nos esforzamos en superarnos en muchas
capacidades laborales, pero no en la capacidad para disfrutar nuestra vida.
Lograr indicadores de éxito en
nuestra vida personal resulta en un gran sustento para lograr indicadores de
éxito en el territorio profesional. El éxito profesional no es una condición
que influya en nuestro éxito personal.
Hoy vivimos una adicción al
trabajo, a eso que llaman workaholism. Muchos jefes se jactan de éste y otros
lo promueven, lo premian y lo incentivan entre sus colaboradores. Esto se debe
a que hemos pensado de manera incorrecta alrededor de la eficiencia y la
productividad, y como no conocemos otro esquema, es más fácil perseguir el
camino ya conocido. Sin embargo, el workaholism desgasta física, emocional y
familiarmente, y no garantiza el éxito profesional.
Ninguna adicción es buena, porque
te ata, te hace dependiente de algo, consciente o inconscientemente supeditas
tu estabilidad a ésta. Muchos creen que están en el camino correcto para lograr
sus objetivos trabajando 90 horas a la semana. Otros trabajan hasta que el
cuerpo aguante por miedo al futuro, miedo de poder tener los medios para la
supervivencia, pero más se deberían de preocupar por el estado físico y
emocional que tendrán en el futuro. Otros son workaholics con tal de demostrar
lo exitosos que son; en realidad, lo que es de presumir es ser suficientemente
productivo trabajando pocas horas.
No, no propongo con esto
desarrollar una sociedad de flojos. Por supuesto que no. Mi intención es
hacerte reflexionar para que te des cuenta que por esforzarte físicamente por
más horas no te hace más eficiente y productivo, que el esfuerzo mental es
muchas veces más poderoso que el físico. El esfuerzo mental lo puedes
aprovechar hasta tus 80 o 90 años; el esfuerzo físico sólo hasta los 60 o 65.
El esfuerzo mental permite
enfocarte también en tu familia, en tus emociones, en ti mismo; mientras que el
esfuerzo físico enfocado sólo a tu trabajo te lo impedirá.
¡Ya basta de esta adicción tan
perjudicial y tan primitiva del workaholism! ¡Ya basta de programar a nuestras
sociedades para pensar que el esfuerzo físico es la única forma en que
progresamos! Comencemos a premiar por resultados no tanto por esfuerzos.
Enfoquémonos también en nuestro éxito personal, no sólo el profesional.
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