¿Realmente deberíamos comer como
los cavernícolas?
LaNacion - sábado, 28 de
junio de 2014
No consumian pizzas ni curry.
Nunca probaron ni una sola rebanada de pastel. Cazaban animales por su carne,
capturaban peces y recolectaban frutos secos y bayas del bosque.
Y según algunos, estos primeros
seres humanos del paleolítico -que vivieron entre 2,5 millones y 10.000 años
atrás- tenían la dieta adecuada para los tiempos modernos.
El argumento a favor de la
denominada "dieta paleolítica" es el siguiente: el cuerpo humano se
adaptó a la vida en la Edad de Piedra y como nuestra genética ha cambiado muy
poco desde entonces, esto significa que, desde el punto de vista biológico,
estamos mucho mejor adaptados a la dieta de los cazadores-recolectores que
existía antes de la agricultura.
Los detalles varían de dieta en
dieta, pero en términos generales recomiendan evitar todos los productos
lácteos, los alimentos a base de cereales como pasta, pan o arroz y en algunas
versiones no se permiten las lentejas ni los frijoles.
Sus defensores sostienen que los
trastornos modernos, como las enfermedades cardíacas, la diabetes y el cáncer,
han surgido principalmente debido a la incompatibilidad entre nuestra dieta
actual y nuestra anatomía prehistórica.
Pero ¿cuál es la evidencia para
sostener que comer como un cavernícola es mejor?
Hay dos cuestiones que examinar.
En primer lugar, ¿es cierto que
somos biológicamente idénticos a los humanos de la Edad de Piedra? Y, en
segundo lugar, ¿significa esto que deberíamos consumir los mismos alimentos y
que esa prehistórica dieta es más sana para nosotros?
Los adeptos de la dieta
paleolítica dicen que la razón por la que deberíamos seguir este modo de vida
es que nuestro sistema digestivo evolucionó para digerir ese tipo de alimentos.
Argumentan que el consumo de productos lácteos o de cualquier otra cosa
disponible antes de la aparición de la agricultura, es un desafío tanto para la
evolución como para nuestros cuerpos.
Los biólogos evolucionistas
sostienen lo contrario.
Marlene Zuk de la Universidad de
Minnesota en Estados Unidos y autora del libro "Paleofantasía", dice
que debido a que diversos genes cambian a ritmos distintos, no hay razón alguna
para esperar que seamos genéticamente idénticos a las personas que vivieron en
el período Pleistoceno. La evolución no se produjo así. No fue que un día se
llegó al ser humano perfecto y las cosas se quedaron allí. Los seres humanos
han estado en constante evolución.
"Algunos de los genes que
tuvimos en el Pleistoceno eran los mismos que tuvimos cuando la vida era
acuática y nadie sugiere que comencemos a alimentarnos por filtración",
señala.
Un ejemplo de un cambio genético
relativamente reciente, (y por reciente me refiero a hace unos 7.000 años), es
la persistencia de la lactasa.
Los bebés sobrevivían con leche,
pero después del destete era poco usual que la toleraran y podía causar
síntomas tales como dolor de estómago y diarrea.
La ganadería empezó por la carne
y piel de los animales, no la leche. Sin embargo, aquellos que podían digerir
productos lácteos sin molestias, empezaron a beber leche de vaca. Esto les dio
una ventaja evolutiva, ya que no solo tenían una fuente adicional de comida,
sino una bebida no contaminada. Así que ellos sobrevivieron y transmitieron a
sus hijos la variante genética que tolera la leche. En corto tiempo, más
adultos podían tomar leche, en diferentes lugares.
Seamos o no genéticamente
idénticos a los cavernícolas, sigue siendo posible que la dieta paleolítica sea
lo mejor para nosotros.
Son pocos los que podrían
argumentar que el consumo de alimentos altamente procesados es bueno todo el
tiempo, o que no nos beneficia comer más frutas y verduras.
Pero como los detalles varían de
una dieta a otra, es difícil evaluarlas científicamente . No obstante, si se
realizara un estudio para comparar una dieta repleta de comida chatarra con la
dieta paleolítica, cabe esperar que la dieta paleolítica resulte triunfadora.
Pero ¿qué pasa si la comparamos con una dieta sana?
Se han realizado unos pocos estudios
al respecto. Muestran que se tiende a perder peso más rápido con la dieta
paleolítica; sin embargo, la mayoría son a muy corto plazo, ya que hacen que
las personas sigan la dieta durante apenas tres semanas aproximadamente y con
un número muy reducido de participantes. En una revisión de estudios, se
incluyen tamaños de muestra de apenas 10, 29, 14 y 13 personas.
Persuadir a las personas a seguir
la dieta no siempre resulta fácil. Uno de los estudios se tuvo que finalizar
antes de tiempo porque durante seis meses no hubo ni un solo participante
nuevo.
A comienzos de este año,
aparecieron titulares que proclamaban que por fin había pruebas de que
deberíamos comer como los seres humanos de la Edad de Piedra.
La razón era que se había llevado
a cabo un ensayo controlado aleatorio a largo plazo. Sólo duró dos años, pero
fue largo en comparación con los estudios anteriores.
La muestra también fue mayor.
Participaron 70 mujeres obesas posmenopáusicas, con una edad promedio de 60.
Se dividieron en dos grupos y
durante dos años a uno de ellos siguió una dieta de tipo paleolítico y al otro
una dieta nórdica baja en grasa, que no excluía ningún alimento, pero que
consistía esencialmente en productos lácteos bajos en grasa y alimentos ricos
en fibra tales como cereales integrales. Para cada dieta se fijaron objetivos
en las proporciones ideales de proteínas, grasas y carbohidratos para comer.
Ambos grupos bajaron de peso,
pero después de seis meses, las mujeres que seguían la dieta paleolítica habían
adelgazado más y sus cinturas ahora medían menos que las que seguían la dieta
nórdica.
Parecía que esta dieta era mejor,
pero luego las cosas cambiaron.
Después de dos años no había
diferencia de peso entre los dos grupos. La única diferencia radicaba en los
niveles de las grasas dañinas de la sangre, los triglicéridos, pero aún así,
también se encontraban dentro de los niveles que se consideran normales y
seguros en las personas que seguían la dieta nórdica.
Ambos grupos tuvieron
dificultades para manejar las dietas y la mayoría no alcanzó los objetivos de
comer las cantidades adecuadas de cada grupo de alimentos.
Todavía no hay pruebas contundentes
de que deberíamos comer como los cavernícolas.
Por supuesto, es poco sano
consumir una dieta compuesta principalmente de alimentos altamente procesados
como el pan blanco y los cereales azucarados, pero esto no significa que se
deben evitar todos los productos lácteos y granos, a menos que se tenga
problemas concretos con ellos.
Cuando se trata de bajar de peso,
el consejo es bastante simple: comer menos y hacer más ejercicio. Aunque es
probablemente por eso que parece atractiva cualquier dieta que asegure haber
encontrado una alternativa.
Por desgracia, parece que aún no
existe una solución mágica.
Por Claudia Hammond Columnista,
BBC Future
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