Menú de estrategias de las
empresas y cambio tecnológico
Forbes - lunes, 16 de junio
de 2014
Las empresas que sobreviven son
las que asumen el cambio tecnológico, lo que conlleva redefinir la cultura
organizacional y la estrategia de negocios.
Hoy día, pocos directivos y
gerentes negarían que debe existir una relación directa y estrecha entre la
cultura organizacional y la estrategia de negocios. Muchos ejecutivos, por
ejemplo, afirmarían que la selección del mercado meta, la propuesta de valor y
las competencias distintivas –tres piezas fundamentales de cualquier estrategia
de negocios– deberían estar alineadas con el conjunto de valores, creencias y
comportamientos específicos que constituyen la cultura organizacional. En una
empresa que compite con base en una filosofía de costos bajos, por ejemplo, se
espera que los empleados estén orientados al uso eficiente de los recursos. En
aquellos casos en que la diferenciación es la estrategia competitiva elegida,
se espera que los empleados justifiquen con sus actitudes y comportamientos los
precios usualmente elevados que el consumidor debe pagar por los productos o
servicios de la empresa.
El reto de mantener la alineación
entre la cultura organizacional y la estrategia de negocios representa un reto
formidable en un ambiente de cambio tecnológico acelerado. La razón es simple:
el cambio tecnológico fuerza la reformulación o el rediseño de las estrategias
de negocio, y tal rediseño o reformulación conlleva el cambio de la cultura
organizacional. El cambio tecnológico, por ejemplo, puede llevar consigo una
reducción de los costos de producción y, al mismo tiempo, un aumento de la
calidad del servicio. En estos casos, las estrategias de negocios –tanto las
basadas en costos bajos como las basadas en la diferenciación– suelen ser
afectadas profundamente. El lector puede pensar, por ejemplo, en lo que ha
ocurrido en la comercialización de los servicios bancarios; ciertamente,
internet ha permitido tanto reducir el precio como aumentar el estándar de
calidad de estos servicios.
En situaciones de cambio
tecnológico acelerado, el menú de opciones estratégicas de las empresas puede
reducirse a cuatro grandes tipos:
Las estrategias I y IV son
opuestas; la II y la III pueden ser consideradas estrategias intermedias,
aunque son muy diferentes entre sí.
En el sector de la educación
universitaria, por ejemplo, existen universidades que utilizan la Estrategia
IV: se resisten a usar Internet en el proceso de enseñanza y, por lo tanto, su
cultura organizacional y estrategia de negocios permanecen alineadas e
inalteradas. En el largo plazo, estas instituciones tenderán a desaparecer en
paz pero lentamente.
Otras universidades han optado
por la Estrategia III: han incorporado Internet para diversificar su portafolio
de segmentos de mercado y ampliar su oferta de servicios, pero sin cambiar su
cultura organizacional. Tales instituciones suelen confrontar serios problemas
en términos de los estándares de servicio, porque el comportamiento, los
valores y las creencias de educadores y educandos permanecen alineados al
proceso tradicional de enseñanza.
Un cierto número de universidades
ha adoptado la Estrategia II: usan la plataforma digital como un repositorio de
información que conlleva un cambio en la cultura organizacional de sus
educadores y educandos, pero sin modificar sustancialmente la propuesta de
valor. En tales casos, las instituciones tratan de renovarse sin cambiar de
segmento meta o desarrollar nuevas competencias centrales; sólo procuran una
mejora marginal de la propuesta de valor.
La Estrategia I ha sido
implementada por un número muy pequeño de universidades. En este caso, hay un
uso intensivo de diversas tecnologías de información, con el propósito de
reformular drásticamente la propuesta de valor y el desarrollo de competencias
distintivas, induciendo de manera paralela un cambio en los valores, las
creencias y los comportamientos respecto al proceso de enseñanza por parte de
docentes, estudiantes y personal administrativo.
En el corto plazo, ignorar el
cambio tecnológico conlleva beneficios: reducción de conflictos sobre la
redefinición de la estrategia de negocios, la cultura organizacional y otros
conflictos relacionados (v.g. modificación de estructura organizacional,
renovación de la planta de personal, repartición y eventual uso del efectivo,
etcétera). No obstante, tal estrategia suele tener un costo muy alto a largo
plazo: la reducción de la competitividad de la empresa.
En contraste, asumir el cambio
tecnológico tiene justamente el efecto contrario: la empresa puede ganar
competitividad en el largo plazo (v.g. diseñar una estrategia competitiva
sostenible), pero a costa de sacrificios y costos elevados en el corto plazo:
los cambios de cultura organizacional que requiere asumir el cambio tecnológico
y la redefinición de la estrategia competitiva usualmente llevan consigo
despido de personal, cambios de estructura, etcétera.
Las empresas que adoptan
estrategias intermedias (cambiar la cultura pero no la estrategia de negocios o
viceversa), suelen creer que es posible estar en el mejor de los mundos:
capitalizar los beneficios del cambio (de la cultura organizacional o la
estrategia de negocios) en el largo plazo, minimizando los costos de dicho
cambio en el corto plazo. Desafortunadamente, estas estrategias no son
sostenibles en el tiempo.
En el largo plazo, las empresas
que sobreviven son aquellas que asumen el cambio tecnológico, teniendo presente
que esto lleva consigo cambiar, redefinir y alinear de manera paralela la
cultura organizacional y la estrategia de negocios.
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