Brasil: el gigante sobre
alfileres
Forbes - lunes, 16 de junio
de 2014
Mientras festeja en grande, la
mayor economía de América Latina, reconocida y odiada por su espectacular
crecimiento en los últimos años, enfrenta una desaceleración y serios
desequilibrios en sus cuentas.
Del Brasilimbatible, que entre
2004 y 2008 logró crecer a una tasa promedio de 5%, ya queda poco. Hoy, el
modelo de desarrollo aplicado por el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, y
al que da continuidad Dilma Rousseff, enfrenta serios cuestionamientos por
parte de un creciente número de economistas que lo consideran “insostenible y
disfuncional”.
A ese sector crítico, Standard
& Poor’s (S&P) le dio municiones en marzo pasado al reducir de BBB a
BBB- la nota soberana del país sudamericano, y aunque Brasil mantuvo el “grado
de inversión”, la agencia calificadora puso el énfasis en la pérdida de
credibilidad de la gestión tributaria.
El 25 de abril, el Banco Central
de Brasil divulgó un dato que encendió las alarmas en el mercado de capitales:
durante el primer trimestre de 2014, el país acumuló un déficit de cuenta
corriente de 25,186 millones de dólares (mdd). De mantenerse esta tendencia, la
cifra rebasaría los 100,000 mdd al finalizar el año, cuando el saldo negativo
entre los recursos que ingresan y salen del país llegó a 81,374 mdd a marzo de
2014, un monto récord que equivale a 3.64% del PIB.
El deterioro en las cuentas
externas de Brasil obedece al déficit en la balanza comercial, que durante el
primer trimestre de este año llegó a 6,072 mdd, por la caída de la demanda asiática,
en especial de su principal socio, China, en lo que fue el peor resultado para
el periodo desde 1994.
El déficit fiscal del sector
público de Brasil ascendió a 3.28% del PIB al cierre de 2013, y fue el mayor en
cuatro años. En un año de elecciones presidenciales, como el actual, y con la
expectativa de Rousseff de reelegirse en el cargo, nadie espera que el gobierno
se apriete el cinturón o incremente los impuestos a fin de contener el saldo
negativo, que equivale a unos 65,000 mdd.
Tampoco ayuda el retiro paulatino
de los estímulos monetarios en Estados Unidos, ya que se traducen en una
tendencia a la apreciación del dólar frente a las monedas de países emergentes
y en alzas en el costo de los recursos financieros. De enero de 2013 a la
fecha, el real brasileño ha registrado una devaluación de 13.15% frente a la
moneda estadounidense.
En medio de las señales que
algunos economistas interpretan como “focos rojos”, el Fondo Monetario
Internacional (FMI) recortó el mes anterior la estimación de crecimiento del
país para este año de 2.3% a 1.8%, un porcentaje muy lejano del promedio de la
década pasada, mientras que la Comisión Económica para América Latina y el
Caribe (Cepal) bajó su proyección de 2.6% a 2.3%.
Para el jefe del Banco
Interamericano de Desarrollo (BID), José Juan Ruiz, el modelo económico
brasileño ha comenzado a presentar síntomas de agotamiento. “Esto es una
realidad, pero yo no veo que los focos estén rojos. Me parece que, cuando
mucho, en la economía de Brasil lo que tenemos es una alerta amarilla”, dice a
Forbes México el economista español.
De acuerdo con Ruiz, Brasil es
una economía solvente que requiere ajustes fiscales y políticas de fomento a la
productividad que resultan de difícil abordaje en un año electoral, como 2014,
en el que además el país es sede del Mundial de Futbol.
Extrañando a China
Antonio Prado, un economista
brasileño que se desempeña como secretario ejecutivo adjunto de la Cepal,
señala que el ajuste a la baja que realizó ese organismo a finales de abril en
la proyección de crecimiento de Brasil para este año es de sólo 0.3 % respecto
a la estimación de diciembre anterior, lo que es poco significativo.
“Hay problemas de déficit de
cuenta corriente, pero en la Cepal no tenemos ningún elemento que nos indique
que Brasil se esté aproximando a una crisis mayor. Este año tendrá un bajo
crecimiento, debido a que el contexto internacional no es de los mejores”,
indica el ex jefe de Asuntos Gubernamentales del Banco Nacional para el
Desarrollo Económico y Social de Brasil.
El crecimiento brasileño de la
década pasada fue alentado por la alta demanda de productos primarios de las
economías asiáticas, con China a la cabeza. Entre 2000 y 2013, las ventas de
Brasil al mercado chino se incrementaron 42 veces, al pasar de 1,085 mdd a
46,026 mdd.
Pero China ya no está creciendo a
tasas de dos dígitos, como en los años recientes, y sus autoridades proyectan
una expansión de 7% para este año, lo que implica una desaceleración.
Para el economista brasileño
Armando Castelar Pinheiro, su país requiere “un cambio radical para reemplazar
el modelo económico” vigente desde 2005, ya que el entorno internacional
favorable que existió por el aumento de la demanda china de materias primas se
esfumó como consecuencia de la desaceleración de la potencia asiática.
“Las dinámicas propias de este
modelo fueron insostenibles porque se sustentaron en la apreciación de la
moneda (el real, mientras duró la política monetaria expansiva en Estados
Unidos), en un aumento constante de precios de los productos básicos de
exportación (soya, hierro, carne, productos agrícolas) y en el aumento del
consumo interno vía la masificación del crédito”, considera el también
coordinador de Economía Aplicada del Instituto Brasileño de Economía (IBRE) de
la Fundación Getulio Vargas.
Según Castelar Pinheiro, los
primeros signos de que el modelo Lula “se había convertido en disfuncional”
surgieron en 2010, y Rousseff, quien asumió el poder en enero de 2011, pareció
entender la nueva situación y ajustó las políticas monetarias y fiscales para
frenar la inflación.
En la segunda mitad de 2011 entró
en vigor una “nueva matriz económica” lanzada por Rousseff, la cual se basa en
políticas fiscales y monetarias expansivas y en liberar grandes volúmenes de
crédito subsidiado para financiar el consumo. “El resultado fue lo contrario de
lo que el gobierno esperaba y el potencial de crecimiento del PIB se derrumbó,
lo que se complicó con el empeoramiento del entorno externo y las
manifestaciones callejeras contra el gobierno”, señala el economista.
Votos y balones
A mediados del año pasado, las principales
ciudades de Brasilfueron escenario de multitudinarias protestas ciudadanas
contra un aumento al precio del transporte público, aunque pronto se agregaron
otras demandas, como mayor gasto en salud y educación, combate a la corrupción
y el cese de los millonarios gastos relacionados con el Mundial de Futbol de
2014.
La explosión de inconformidad
social obligó a Rousseff a prometer que escucharía la voz de la calle, lo que
acabó de tirar por la borda cualquier intento de racionalizar el elevado gasto
público, que equivale a 35% del PIB, como primer paso para ordenar los
desequilibrios fiscales y la cuenta corriente.
En medio de los problemas y las
críticas a la conducción económica, la presidenta lidera todos los sondeos de
cara a los comicios del próximo 5 de octubre, en los cuales se presentará como
la candidata del izquierdista Partido del Trabajo (PT), con un respaldo de
entre 35% y 42%, lo cual la ubica muy por delante de su principal adversario,
el abanderado del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), Aécio
Neves, con 20% de intención del voto.
Prado sostiene que en este año
“atípico”, por las elecciones y el Mundial, el gobierno tendrá muy poco margen
para hacer ajustes. “Lo que nosotros sí vemos es que el crecimiento de Brasil
es bajo (entre 1% y 2.7% en los últimos tres años), y el país necesita más que
eso”, afirma.
El secretario ejecutivo adjunto
de la Cepal señala que el principal desafío para Brasil es complementar el
modelo de crecimiento basado en el consumo, con un incremento de la inversión,
que en la actualidad equivale a 21.3% del PIB y que sería necesario elevar, al
menos a 25%. “Es necesario que crezcan las inversiones para sostener un
crecimiento más alto, con un mercado de trabajo más dinámico y mejores
indicadores sociales. El gobierno sabe esto y hay un esfuerzo en desarrollo de
proyectos de infraestructura y energía, pero el contexto actual es muy
complicado para hacer este apalancamiento de las inversiones”, asegura.
Ajustes al modelo
Para Castelar Pinheiro, la
necesidad de cambios en la economía “es evidente, y esto habrá que hacerlo en
2015, lo que es factible porque los gobiernos brasileños, nuevos o reelectos,
implementan la mayor parte de sus medidas impopulares en su primer año, y
porque el pragmatismo, en lugar de la ideología, ha sido el sello de la
política económica de Brasil en los últimos años”.
Ruiz, el economista jefe del BID,
considera que luego de la toma de posesión –en enero de 2015– del candidato
electo en los comicios de octubre, tendrán que producirse ajustes en el modelo
que propicia el crecimiento vía consumo. “Hay otra forma de crecer, y esto
significa mejorar la productividad, invertir más en infraestructura –que es muy
deficiente–, en educación –cuyos niveles aparecen muy mal clasificados a escala
mundial–. El país requiere de una reestructuración de su sistema fiscal, con
impuestos menos distorsionadores, más neutrales y una mayor apertura al
exterior”, sostiene.
A los ojos del funcionario del
BID, la economía brasileña puede estar en “alerta amarilla, pero se trata de un
país con las máximas garantías”, ya que tiene un nivel de reservas
internacionales por 378,012 mdd, suficientes para más de un año de
importaciones, y una deuda externa neta de 311,000 mdd, equivalente a 14.1% del
PIB, el porcentaje más bajo en América Latina.
Visto así, José Juan Ruiz dice
que un modelo económico que logró sacar a 40 millones de brasileños de la
pobreza y bajar ese indicador de 36.4% de la población en 2005 a 18.6% el año
pasado, no puede ser malo, aunque sí estar agotado, y eso supone que requiere
ajustes.
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