La paradoja del empuje de China
para crear una moneda global
El Cronista - junio de 2014
Los odiamos! Así fue como Luo
Ping, un alto funcionario de la Comisión Reguladora Bancaria de China, descargó
su frustración ante EEUU en 2009. Él y otros en China creían que, a medida que
la Reserva Federal de EEUU imprimía dinero para resucitar la demanda
estadounidense, el valor de las vastas tenencias de bonos del Tesoro de EEUU de
China se hundiría conjuntamente con el dólar.
"Una vez que comience la
emisión de entre 1 a 2 billones de dólares ... sabemos que el dólar se va a
depreciar, por lo tanto los odiamos - pero no hay mucho que podamos
hacer", dijo Luo ante un público en Nueva York.
Estas frustraciones han sido catalizadores
de grandes cambios. Los gobernantes autoritarios de 1.300 millones de personas
sintieron la necesidad de reafirmar su control. Imbuidos de la amarga narrativa
de un “siglo de humillación nacional”, sintieron que la posibilidad de que
EE.UU. dilapidara la riqueza china era una indignidad difícil de soportar. En
respuesta, Beijing decidió apresurar la promoción del renminbi como moneda
global. De esa manera los exportadores chinos podrían ganar en su propia moneda
en lugar de dólares, permitiendo así que sus ingresos se inviertan en su país
en lugar de reciclarlos en bonos del Tesoro de EEUU - la única bolsa de
liquidez en dólares lo suficientemente grande y fuerte como para absorber
importantes inversiones de las reservas de China (que se elevaron a $3.95
billones para finales de marzo).
Por lo tanto, la génesis de la
internacionalización del renminbi, es indivisible de la aspiración china de
labrar su propio camino en vez de integrarse a una Pax Americana en cuya
creación no tuvo voz ni voto.
El esquema está mostrando signos
de éxito. Las capitales financieras compiten por una tajada del mercado de
rápido crecimiento en renminbi “offshore”. Londres planea apuntalar sus
credenciales mediante la designación de China Construction Bank como banco de compensación
para la moneda. Esto debería hacer que el comercio en renminbi sea más
eficiente, más líquido y menos arriesgado. También podría atraer a empresas
chinas interesadas en invertir en Europa, y hacer más fácil para que los
inversores entren en los mercados de capitales de China.
El uso de renminbi como moneda
mundial de pagos está creciendo rápidamente, aunque desde una base pequeña. En
abril fue la séptima moneda más utilizada, con el 1,4% de las transferencias,
un aumento desde el 0,6% registrado en enero de 2013, según Swift, la empresa
de pagos internacionales. En EE.UU. la moneda también está ganando acólitos,
con el valor de los pagos en renminbi entre EE.UU. y el resto del mundo
aumentando 327% en abril, en comparación con el valor en abril de 2013.
A veces, la adopción del renminbi
se interpreta como un desaire a EE.UU. Los políticos rusos han llamado a una
“desdolarización” de su economía después de las sanciones impuestas en
respuesta a la anexión de Crimea por parte de Moscú.
Esas son las victorias fáciles.
La creación de una moneda mundial genuina será mucho más difícil, chocando
contra la paradoja central del surgimiento de China: su sistema político se
basa en el control, mientras que la aceptación en el mercado libre global
requiere liberalización.
Las instituciones que tienen
renminbi tienen pocas opciones para invertirlos. China ha abierto sólo pequeñas
entradas para los inversionistas extranjeros en sus mercados nacionales de
capital, promoviendo en su lugar un mercado de ultramar de capitales en
renminbi, minúsculo en comparación con su contraparte en dólares
estadounidenses.
Jonathan Anderson, economista de
Emerging Advisors Group, estima que a mediados de 2013 el total de activos de
los mercados de capital de libre acceso para los inversores internacionales en dólares
valían 55 billones; en euros, $29 billones; en yenes, $17 billones; y, en
libras esterlinas, $9 billones. El renminbi ofreció sólo $250 mil millones.
“Eso es cerca del 0,1%del mercado global, poniendo el renminbi a la par con el
peso filipino y sólo un poco más alto que el sol peruano", escribió
Anderson.
Beijing podría abrir sus mercados
de capitales, pero al hacerlo podría dejar a China a la merced de la salida de
capitales que precipitó la crisis financiera asiática de finales de 1990.
También requeriría la apertura de sus bancos de propiedad estatal, de los
emisores de bonos de los gobiernos locales y de las empresas estatales al
escrutinio de los inversores extranjeros.
De modo que el establecer una
forma de control implicaría sacrificar otra.
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