Indígenas bolivianos celebran con
"el retorno del sol" la llegada de una nueva era
EFE - sábado, 21 de junio
de 2014
Ceremonias ancestrales, ritos y
ofrendas en los que participaron miles de indígenas recibieron hoy en Bolivia
el "Willka Kuti", el año nuevo andino amazónico, que suma el 5522 de
esa tradición y según los expertos en esta ocasión no marca sólo el inicio de
un nuevo ciclo solar, sino el comienzo de una nueva era.
Aimaras, quechuas y guaraníes,
las tres etnias más representadas en este país, se concentraron desde la
madrugada en algunos de los enclaves considerados sagrados por sus culturas, y
esperaron la aparición de los primeros rayos solares, que marcan el comienzo de
un nuevo ciclo en la cultura agrícola.
Pero este año 5522 no es
simplemente el comienzo de un nuevo año, sino el inicio de la "Era
Pachacuti", que según la tradición andina trae consigo momentos de
"profundo cambio" y "retorno a la armonía y el equilibrio",
según relató a los medios el viceministro de Descolonización, Félix Cárdenas.
El presidente boliviano, Evo
Morales, presenció las celebraciones en el llamado "fuerte" de
Samaipata, un importante enclave arqueológico situado a 120 kilómetros de la
ciudad oriental de Santa Cruz y declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad
por la Unesco en 1998.
Samaipata está considerado el mayor
petroglifo del planeta y se cree que pudo ser el último gran fuerte hacia el
Sur de los incas, que lo levantaron sobre unas misteriosas construcciones de
origen desconocido.
Allí se concentraron, desde
medianoche, indígenas de todas las etnias, aunque primaron los rituales
guaraníes para recibir al Lucero del Alba, denominado "Yasitatoa
Guazu" durante la noche y "Koem Biya" justo antes del amanecer.
Cientos de personas guardaron
vigilia mientras realizaban el "ayarise", ritos de agradecimiento por
los bienes del año anterior, y de ofrenda para recibirlos de nuevo.
"Se quema lo que se necesita
y se regalan a la tierra los frutos de la cosecha anterior", declaró a la
televisión estatal la antropóloga Gloria Cardona.
La cultura guaraní, indicó, es
"totemística" y sus dioses provienen de iconos de la naturaleza como
el jaguar.
También rinden culto al luminoso
planeta Venus, el más visible desde la Tierra.
El otro gran centro de las
celebraciones fue el complejo prehispánico de Tiahuanaco, a casi 80 kilómetros
de La Paz y corazón de las grandes celebraciones de la cultura aimara a pesar
de las muchas teorías antropológicas que descartan que esta etnia sea heredera
de los tiahuanacotas.
Allí, los amautas (sacerdotes)
aimaras, arrullados por la melodía de las flautas andinas, dieron la bienvenida
a los primeros rayos del sol con la tradicional ofrenda a la madre tierra, la
"Pachamama", para agradecerle los bienes recibidos y pedir bendiciones
para el nuevo ciclo.
El epicentro de las ceremonias en
Tiahuanaco fue el templo de Kalasasaya, adonde desafiando el frío lacerante del
altiplano, a 4.000 metros sobre el nivel del mar, llegaron decenas de amautas e
indígenas andinos, todos arropados con mantas de aguayo, el tejido de vibrantes
colores característico de esta zona.
La cosmología aimara también se
basa en el entorno, en la naturaleza, pero a diferencia de los guaraníes, su
culto está dirigido al astro solar.
Esta es, según los expertos, la
principal diferencia entre los indígenas de tierras altas y los de tierras
bajas.
El vicepresidente boliviano,
Álvaro García Linera, estuvo presente en Tiahuanaco acompañado por su esposa.
"El origen de la
civilización latinoamericana está en estas tierras", aseveró Linera, quien
sostuvo que con esta celebración se deja atrás el "pesimismo cotidiano
para abrazar el optimismo histórico".
Aunque Samaipata y Tiahuanaco
fueron los dos principales escenarios de la celebración, ésta se extendió a más
de doscientos lugares de Bolivia, como el Salar de Uyuni, o Peñas, el lugar
donde fue descuartizado el líder indígena Tupac Katari en 1782.
También hubo rituales en la Isla
del Sol del Lago Titicaca, a casi 4.000 metros sobre el nivel del mar.
Así, fueron miles las personas
que recibieron, al amanecer, al "Willka Kuti", el nuevo año andino
amazónico, que coincide con el solsticio de invierno austral, cuando tienen
lugar el día más corto y la noche más larga.
Las primeras luces del alba
fueron "muy azules", sobre un cielo completamente despejado del que
despuntaron con intensidad los primeros rayos del sol, preludiando un día
radiante, lo que según las tradiciones andina y amazónica presagió "un año
fructífero y lleno de riquezas", destacó la antropóloga Cardona.
En ese momento, como invita la
tradición, los asistentes levantaron los brazos al cielo para recibir la
potente energía que se produce con el alba.
"Todo en este lugar tiene un
porqué", subrayó la experta.
Y agregó que "es importante
levantar las manos en el momento de la salida del sol, porque el cosmos está
alineado de forma que recibamos la energía necesaria para el próximo año".
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