Cómo ser ‘freelancer’ sin morir
en el intento
Forbes - martes, 17 de
junio de 2014
¿Tener un trabajo temporal
mientras buscas algo permanente es bueno o malo? ¿Qué debo esperar del mundo
laboral mientras soy un trabajador independiente? Una freelancer veterana
responde éstas y otras preguntas.
Un amigo baby boomer (es decir,
parte de la generación nacida entre 1943 y 1964), quien recientemente fue
despedido, acaba de conseguir un excelente trabajo como consultor, pero le
preocupa que éste le coma tanto tiempo que no le quede nada para buscar otro
puesto de tiempo completo. “¿Te ayuda o daña tener un trabajo temporal mientras
buscas algo permanente?”, me pregunta.
Es una cuestión que preocupa a
muchas personas de esa generación que estaban acostumbradas a ser parte de una
organización y de repente han sido empujadas al autoempleo. Los avisos de
empleo están escritos en código para disuadirlos de aplicar, pidiendo por lo
menos “cinco años de experiencia”, por ejemplo, cuando tienen dos décadas más
que eso para ofrecer. Algunos piden a los solicitantes de empleo revelar su
último sueldo; una trampa, considerando que la cifra que ofrezca el
entrevistado lo catalogará como demasiado caro o demasiado calificado (que
también pueden ser eufemismos para “demasiado viejo”).
Aunque yo no desanimaría a mi amigo
en su búsqueda de empleo, el panorama es sombrío. Tendrá que trabajar duro para
convencer a los empleadores de que su edad es un activo, no un pasivo. E
incluso, si consigue su objetivo, pronto podría enfrentar prejuicios por
motivos de edad en la oficina.
Aun así, mi amigo tiene algo que
celebrar: su nueva asignación como consultor es un gran primer paso para
convertirse en un profesional independiente exitoso. Le da anclaje a un cliente
que puede proporcionarle una fuente constante de trabajo e ingresos, mientras
que él puede buscar otros clientes y continuar su búsqueda de empleo.
Antes de unirme al equipo de
Forbes, hace tres años, yo estuve felizmente autoempleada durante 23 años.
Durante la mayoría de ese tiempo tuve al menos un cliente ancla. Cada una de
esas relaciones laborales duró entre uno y cinco años. Disfruté la mayoría de
ellos inmensamente. Generalmente fui tratada con un enorme respeto y estaba
libre de la lucha política interna que afecta a las organizaciones. De hecho,
un colega que trabajaba para una ONG y fue mi cliente durante cinco años,
ocasionalmente comentaba con nostalgia que yo tenía “halo de consultora”.
Mis clientes ancla demandaban
mucho del esfuerzo de trabajar por cuenta propia, pero había otros beneficios.
Aprendí acerca de nuevos temas, incluyendo algunos a los que nunca habría
estado expuesta, y recibí un curso rápido. Gané experiencia laboral trabajando
con muchos tipos diferentes de personas, y lo disfruté. Cuando, por cualquier
razón, el trabajo terminaba, era mucho más fácil hacer la transición hacia
otros clientes ancla de lo que parece ser para aquellos boomers despedidos
recientemente encontrar un nuevo trabajo.
A diferencia de mis colegas que
han permanecido durante años en una misma empresa, no esperaba que un cliente
en particular se quedara conmigo por siempre. Había demasiadas fuerzas que
trabajan en contra de ello: recortes presupuestarios, la movilidad laboral (o
fragilidad) de la persona que me había traído, la duración de un proyecto o una
nueva estrategia de negocios que eliminó mi papel. Así que incluso cuando yo
estaba alimentando las relaciones comerciales actuales, estaba buscando nuevas.
Como profesional independiente,
yo veía el mundo del trabajo como una serie de oportunidades, una filosofía que
pocos cazadores de talento comparten. Las conexiones casuales pueden llevar a
relaciones comerciales fructíferas. Eso reforzó positivamente mi fe en el
autoempleo. ¿No me creen? Éstos son ejemplos de los tipos de clientes ancla que
tuve en los últimos años, y algunas de las historias de fondo detrás de ellos.
Una cita especial
A veces las organizaciones tienen
protocolos misteriosos para atraer asesores o empleados temporales. Me topé con
uno de ellos cuando me estaba preparando para hacer la transición de la
abogacía hacia el periodismo.
Sucedió en un almuerzo de
negocios al que asistí, organizado por mi alma mater, la Escuela de Derecho de
Columbia. Todavía trabajaba como abogado, había sido admitida en la Escuela de
Periodismo de Columbia y no estaba segura de cómo iba a pagar por ello. Mi
mentor me había invitado a asistir a un evento donde yo estaba sentada al lado
de una recaudadora de fondos que dirigía el boletín de ex alumnos de la
escuela. Llegó totalmente agotada porque el editor acababa de renunciar.
Mientras la escuchaba describir la situación, tuve una idea.
“¡Qué casualidad! –dije en el
arranque de valor más raro e improvisado de mi vida–, acabo de ser admitida en
la Escuela de Periodismo y estoy buscando trabajo que me ayude a pagar la colegiatura.”
Ella me miró con incredulidad (y
también lo hizo mi mentor, por cierto), me entregó su tarjeta, y dijo: “Llámame
mañana.” A la semana siguiente ella había organizado una cita universitaria
especial que yo ni siquiera sabía que existía cuando sugerí la idea. Yo
asumiría mi labor como editora del boletín, recibiría un pago igual a
aproximadamente la mitad de mi sueldo como abogada, tendría seguro de salud
mientras fuera a la escuela, y no tendría que pagar ni un centavo por la
matrícula.
Técnicamente yo era estudiante de
tiempo completo, pero de vez en cuando escribía historias que cumplían una
doble función: me permitían tener feliz a mi cliente y aun así obtener una
maestría con honores. Lo más importante, aprendí una lección crucial del
negocio que me ha servido bien desde entonces: hay pocas cosas más poderosas
que estar en el lugar correcto en el momento adecuado.
Trabajos académicos temporales
En contraste con el arreglo poco
convencional que financió mis estudios de periodismo, muchas personas no
asalariadas encuentran trabajo académico de medio tiempo. He tenido mi dosis de
ese empleo también, enseñando escritura legal a estudiantes de derecho y
reporteo legal a estudiantes de periodismo. Normalmente, éstos son puestos
auxiliares muy mal pagados, pero tuve uno durante dos años: era un trabajo de
media jornada, me pagaban la mitad del salario y beneficios de salud completos
por realizar la mitad de la carga habitual. (Una vez más, ésta fue una idea que
propuse, y un miembro de la facultad, con la facultad de contratar, me ayudó
con el resto.)
El problema con este tipo de
trabajos académicos es que, en comparación con los colegas que están bajo la
nómina, siempre serás un ciudadano de segunda clase. Ni siquiera estarás
aislado de las intrigas y pugnas que habitan en esas instituciones; sólo
recibirás un pago mucho menor por enfrentarlas.
Consultor in situ de tiempo
completo
Ser un agente libre te da la
libertad de firmar lo que sea. Esto podría hacerte atractivo para una
organización que no quiere aumentar su plantilla o está tratando de reducir los
costos. Del mismo modo es posible que estés dispuesto a aceptar un empleo que
sea el equivalente perfecto de un cliente ancla, pero que no te gustaría como
un trabajo de tiempo completo.
Esa oportunidad se presentó en mi
camino después de escribir un artículo para The New York Times, en 1990, sobre
la resolución alternativa de conflictos. Una ONG que mencioné en el artículo
editaba un boletín mensual sobre el tema, y cuando el editor renunció
abruptamente (sí, eso comenzaba a verse como un patrón), me llamó para
preguntarme si estaba interesada en el trabajo. En esa época yo tenía una buena
variedad de clientes independientes que no quería perder, así que sugerí ser la
editora, pero sobre una base de consultoría más que como una empleada.
Era, en la jerga de la resolución
de conflictos, un “ganar-ganar”. Ellos no tenían que pagarme prestaciones, yo
podía contar con una cierta suma cada mes, y yo acudía a sus oficinas todos los
miércoles para asistir a la reunión semanal del personal. Conocí a mucha gente
interesante, aprendí mucho acerca de la negociación y resolución de conflictos,
y perfeccioné mis habilidades de editor al supervisar el trabajo de
profesionales destacados en su campo. También trabajé en estrecha colaboración
con algunos colegas cuya amistad todavía conservo.
Personal virtual
La nueva tecnología permite a
muchas nuevas empresas (y a empresas más grandes) confiar en los equipos
virtuales independientes, en lugar de empleados a tiempo completo para fines
específicos. He trabajado de esa manera con una gran cantidad de nuevas
empresas. Una de éstas fue Bloomberg, antes de que se convirtiera en el gigante
de noticias que es ahora.
Así es como sucedió: un editor
con el que yo había trabajado en otra startup me llamó para decirme que
Bloomberg lo había retenido como consultor para ayudarle a lanzar dos nuevas
revistas. Él me pidió cubrir planeación de patrimonio como trabajadora
independiente.
En el momento en que empecé a escribir
para esas revistas —Bloomberg Personal Finance y Bloomberg Wealth Manager
(ninguna es parte de Bloomberg actualmente)—, muy pocas personas fuera de la
comunidad financiera habían oído hablar de Michael Bloomberg. De hecho, un
destacado abogado de planificación de sucesión bromeaba conmigo cuando le
llamaba para solicitar una entrevista, refiriéndose a la compañía como
Blumberg, una firma que produce formas jurídicas.
Yo fui parte de ese equipo
virtual durante cinco años. En ese tiempo desarrollé gran pericia sobre una
amplia gama de temas de gestión de patrimonio y de nuevo hice muchos contactos
valiosos.
Tú y asociados
Aunque muchas personas asocian a
los clientes ancla con las empresas de otras personas, también es posible
iniciar una empresa propia y convertirla en tu cliente de ancla para ti o para
otros. Lo hice cuando abrí una compañía editorial independiente en 2009 para
publicar mi libro Estate Planning Smarts. En una época en que las grandes
editoriales estaban recortando personal experimentado, conservé el mejor
talento para la edición, gráficos, producción y diseño de páginas web como
trabajadores independientes. Este equipo virtual ha sido un sistema de apoyo
muy leal y confiable a través de tres ediciones de mi libro.
Para la gente acostumbrada a un
trabajo estable (¿aún existe realmente tal cosa?), tener una serie de clientes
ancla puede sonar como estar a la deriva en un mar de incertidumbre, pero
actualmente no hay garantías en la vida corporativa. Ya sea que seamos autónomos
por elección o circunstancia, un mundo de posibilidades aguarda.
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