Alma, amor y cerebro, la fórmula
del compromiso en el trabajo
La Nación - domingo, 10 de
agosto de 2014
Los monos eran premiados (con bananas) si
daban con la forma de abrir los candados de sus jaulas. La mitad que era
recompensada obtuvo mejores resultados. Sin embargo, el verdadero hallazgo
llegó cuando el experimento alcanzaba su fin.
Esa noche, Harlow cerraba su
laboratorio cuando escuchó ruidos adentro. Los monos -a esas horas, sin sus
incentivos comestibles- intentaban abrir los candados. La sorpresa del
psicólogo espoleó luego una iluminada conclusión: más allá de la biología, los
premios y los castigos, existe una motivación en todos por intentar hacer las
cosas y hacerlas bien.
¿Qué mueve a las personas a hacer
lo que hacen, a ponerse la camiseta por un objetivo común e incluso a dar un
poco más de sus posibilidades por un determinado proyecto? Académicos,
consultores y ejecutivos debatieron cómo se estimula el gen del compromiso en
las organizaciones durante el XI Congreso Nacional de la Asociación de Recursos
Humanos de la Argentina (Adrha). La conclusión, como ocurre con los debates que
interpelan lo propiamente humano, fue compleja. La fórmula del compromiso, aún
inconclusa, combina algo de amor, cerebro y hasta del alma misma.
"Hay ingenieros del
alma", afirmó el sociólogo Hugo Ojeda, encargado de abrir el debate. El
consultor de Arquitectura Organizacional &.mp; Talento, que hizo un relato
de la historia del concepto de compromiso desde los 90, citó a Michel Foucault
para criticar los mecanismos de control que aparecen detrás de estas ideas
moldeadas por las organizaciones.
Además mencionó los peligros de
los fuegos antiguos en altares modernos o de la moda que reempaquetar conceptos
viejos para constituir una especie management fashion utilizada para reforzar
un claro orden preestablecido.
El sociólogo aportó también datos
cuantitativos. "Las consultoras a nivel mundial coinciden que en el mundo,
casi el 40% de las personas no están comprometidas con sus trabajos",
recordó y citó un estudio de Gallup, que concluyó que "la gente no deja
las empresas cuando se va de sus empleos, sino que abandona principalmente a
sus jefes".
"Más allá de que el concepto
de compromiso esté fogoneado por las empresas o las consultoras globales para
mejorar la productividad, ¿no existe una resignificación por parte del otro, en
este caso los trabajadores, de lo que significa el compromiso sobre todo en
tiempos de recambios generacionales como el actual?", preguntó LA NACION.
"Hoy hay claramente una brecha entre lo que la organización espera y lo
que el empleado entiende por compromiso", concedió.
El pescado se pudre por la
cabeza. El chileno Sergio Guzmán, especialista en gobiernos corporativos, de la
consultora Tomate, citó el proverbio chino para explicar cómo la falta de una
visión clara desde el directorio de una compañía produce una fuerte incoherencia
entre el ser y el hacer que termina reduciendo el compromiso de las bases.
"Ser buen jefe tiene que ver
con la seducción", replicó su socio Carlos Sanhueza. "¿Por qué la
gente se va de las empresas? Porque no son amados", se contestó. "Y
el amor se demuestra con acciones", agregó.
"Muchos jefes no escuchan a
sus empleados, no les hablan, no tienen tiempo para ellos. Es más, aman más a
los clientes que a los empleados. A la gente que le va bien es porque ama lo
que hace, pero también porque se siente amado por su compañía", expresó el
consultor que pidió enseñar e inspirar a los otros con el ejemplo.
Los misterios del cerebro
"No hay forma de motivar a
la gente", sentenció el doctor en biología molecular Estanislao Bachrach,
quien compartió el ejemplo de Harlow. "Si se parte de la base de un
empleado que cobra un buen salario, ¿mejorará su compromiso con un poco más de
dinero?", se preguntó.
"La gente no cambia porque
le des premios o castigos, sino porque piensa distinto", respondió uno de
los hombres que más conoce el funcionamiento del cerebro en el país. Apoyado en
varios autores, médicos y especialistas en management, dijo que es imposible
lograr cambios ofreciendo feedback negativo. "Refuerza los patrones del
error", explicó el académico. A contramano, feedback el positivo incita
los cambios, aunque es preciso -como si el jefe fuera una especie de psicólogo-
que los líderes guíen a sus empleados y que ellos solos se den cuenta de la
necesidad de modificar sus acciones.
"Las recompensas monetarias
sólo sirven en un corto plazo. Se reclama además que persistan en el tiempo y
generan adicción", estimó y agregó: "La plata es detractora de la
creatividad". Esto ocurre porque, cuando hay dinero de por medio, el
cerebro apaga las áreas de la creatividad para encender otras.
"Al tipo que embala cajas
hay que decirle que lo que hace es un embole", aconsejó. Según el biólogo
molecular eso genera empatía. Recalcó además trabajar sobre el propósito del
trabajo y la autonomía.
"La motivación no se puede
imponer", repitió Bachrach. Sin embargo ofreció algunos tips para influir
en comportamientos: "Hacer todo lo posible para que la gente se olvide del
dinero" y "volver a pensar las evaluaciones de desempeño". Luego
se centró en los jefes. Éste debe observar y no vigilar, escuchar, hablar mucho
con su gente, trabajar en equipo y ofrecer autonomía.
Sin embargo nada funciona, no hay
compromiso si la mente y el alma no aman el trabajo que hacen.
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