Cómo la búsqueda de una contraseña
perfecta se puede volver una paranoia
Information Technology - 2014
Después de un largo período de
incubación, me temo que la paranoia digital de mi novio me ha infectado
totalmente. Todo comenzó cuando empecé a sufrir de una persistente sensación de
incompetencia con respecto a cuántas veces había reutilizado la misma
contraseña de ocho caracteres en múltiples sitios web. Mi novio es un
desarrollador de software y la seguridad en línea es una de sus especialidades,
así como sorber el mismo café durante varias horas mientras leo en un bar es mi
especialidad. Sabía que el utilizar la misma débil contraseña una y otra vez
era un riesgo de seguridad, pero era tan práctico y tentador como almorzar
todos los días en un restaurante en lugar de llevar comida preparada de mi casa
a la oficina.
Junto con estos sentimientos yo
tenía sensaciones de duda con respecto a los permisos que había concedido a las
aplicaciones descargadas desde la tienda de Google Play a mi teléfono
inteligente. Enviar mensajes SMS no parece ser algo que tenga que hacerse por
medio de un juego y, al permitirle a la aplicación hacerlo por mí, podría
haberle abierto la puerta a ladrones virtuales. Los programadores de la
aplicación podrían hacer que mi teléfono enviara mensajes a números de
tarificación adicional que ellos habían programado. Debí limitarme a descargar
el Sudoku y nada más.
El malestar por compartir
demasiado en Facebook es, me he dado cuenta, el más fácil de los problemas de
paranoia digital de sanar. Al ver cuán inexactos son los anuncios
“personalizados” en Facebook la sensación de persecución se evapora al
instante: no bebo Starbucks ni loca, no quiero una tarjeta de crédito y yo no
voy a adoptar un niño. Es simplemente ridículo imaginar que quiera tomar un
café que sabe como si lo hubieran hervido 10 veces.
Pero es la insuficiencia en
materia de contraseñas lo que me estaba causando la mayor molestia, así que
decidí hacer algo al respecto. Gracias a las investigaciones de mi novio,
descargué un gestor de contraseñas que almacena todas tus contraseñas en una
bóveda en línea. La bóveda sólo se puede acceder por medio de una única
contraseña maestra que, si se establece correctamente, es tan larga y
complicada que memorizar tractos de Los Cuentos de Canterbury parece cosa de
niños. Y aunque yo no quiero dar la impresión de que la longitud es una medida
importante para todo en la vida, me he dado cuenta que mi contraseña maestra es
más larga que la de mi novio.
Lo que hace que esta solución sea
efectiva es que el tener contraseñas almacenadas estimula a restablecerlas
aleatoriamente en los distintos sitios web. De esa manera, mi novio explicó, si
la seguridad de un sitio determinado se ve comprometida, el daño es limitado.
Los criminales cibernéticos no podrán tener acceso a mi cuenta de PayPal porque
comprometieron la base de datos de AirBnB, a pesar de que podrán cancelar nuestra
estancia en un ático encantador durante nuestras vacaciones, pero realmente
dudo que exista gente tan malvada …
Los gerentes de contraseñas
también ofrecen la posibilidad de “añadir accesorios”, y como detesto hacer las
cosas a medias, me interesé en ello. Mi novio pidió un “dongle” – llamado un
“YubiKey” – para poner en su llavero, mientras yo opté por descargar una
aplicación en mi teléfono llamado “Google Authenticator". Ambas
metodologías permiten una medida de seguridad adicional conocida como "autenticación
de dos factores", pero mi accesorio me permite aparentar ser un agente de
la CIA en lugar de un conserje. Los códigos generados por la aplicación de
Google, los cuales se registran periódicamente en el administrador de
contraseñas, se autodestruyen cada 30 segundos, así que se ve aún más
intrigante.
A pesar de que todo esto ha
aliviado mi sensación de inseguridad con respecto a las contraseñas, también ha
tenido un efecto secundario inesperado. Cuando veo a un colega entrar una
contraseña de siete caracteres de memoria, no puedo evitar pensar cuán
pintoresco luce. Todas mis contraseñas, excepto la contraseña maestra, tienen
entre 12 y 15 caracteres y se generan aleatoriamente. Hasta saber de memoria
más de varias contraseñas parece algo anticuado. Mi nivel de esnobismo digital
ha crecido tanto y tan rápidamente, que mi obsesión por un buen café parece
algo pueril.
El virus “Heartbleed Bug”, que
comprometió el método de cifrado utilizado en aproximadamente dos tercios de
todos los sitios web, empeoró aún más las cosas. La vulnerabilidad, descubierta
en abril, permitió a los “hackers” robar información de un número incalculable
de sitios web. Yo había almacenado alimentos antes de la hambruna y agua antes
de la sequía – ¡y estaba lista cuando el Apocalipsis digital llegó!
Esto ha fortalecido mi
determinación por protegerme digitalmente aún más. ¿Debería quizás pensar en
una instalación de almacenamiento en la nube más segura? O instalar un sistema
operativo diferente en mi teléfono que me permita descargar una nueva
aplicación para tener opciones de privacidad todavía más granulares? Fue
entonces que me di cuenta: mi paranoia digital se había convertido en una
enfermedad crónica. Y me temo que pueda ser contagiosa.
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