¿Este
hombre curará el cáncer?
Forbes - sábado, 2 de
agosto de 2014
Con un nuevo y radical
tratamiento, Joseph Jimenez consagra a Novartis
a una misión general: vencer al antiguo adversario de la humanidad. Su
avance podría ser el más tangible… en la historia.
Para 85% de los niños con un
terrible cáncer llamado leucemia linfoblástica aguda, la quimioterapia es una
cura, pero no para Emily Whitehead. A los cinco años se la trató con
quimioterapia; no funcionó. Después se puso en remisión una vez más y fue
programada para un trasplante de médula ósea; mientras esperaba, el cáncer
regresó. No había nada más que probar.
Nada, excepto un loco tratamiento
experimental nunca antes administrado a un niño: extrajeron la sangre del
cuerpo de Emily, ya de seis años, para remover los glóbulos blancos. Luego,
científicos de la Universidad de Pennsylvania (Penn) usaron una modificación
del virus de inmunodeficiencia humana (VIH) a fin de reprogramar genéticamente
los glóbulos blancos para que pudieran atacar al cáncer. Pero las células
atacaron también su cuerpo. En cuestión de días, Emily tenía tanta fiebre que
tuvo que ser hospitalizada.
En cuidados intensivos tenía sólo
una posibilidad entre 1,000 de que sobreviviera a la noche. Entonces apareció
el gran avance milagroso: los médicos le dieron un fármaco para la artritis
reumatoide que detuvo la tormenta del sistema inmunológico, sin proteger al
cáncer. Emily despertó en su séptimo cumpleaños, y una semana después hicieron
una revisión de su médula ósea. Estaba libre del cáncer.
Dos años más tarde, aún lo está.
“He sido oncólogo durante 20 años –dice Stephan Grupp– y nunca había visto
algo como esto.” Emily se ha convertido en la imagen para un nuevo tratamiento
radical que Novartis, la tercera mayor compañía farmacéutica en la lista Global
2000 de Forbes, está haciendo una de sus principales prioridades dentro de su
presupuesto de investigación y desarrollo (I+D) de 9,900 millones de dólares
(mdd).
“Le digo al equipo que los
recursos no son el problema; es la velocidad”, dice el CEO de Novartis, Joseph
Jimenez, de 54 años. “Quiero escuchar lo que se necesita para realizar este
ensayo de fase III y sacar esto al mercado.” Una prueba exitosa resultaría en
un hito en la lucha contra el demonio que ha plagado a los seres vivos desde
que los dinosaurios caminaban sobre la Tierra. Apenas el año pasado, la
Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus
siglas en inglés) aprobó nueve fármacos contra el cáncer. Es también un gran
negocio: de acuerdo con el proveedor de datos IMS Health, el gasto en
medicamentos oncológicos fue de 91,000 mdd el año pasado, el triple de lo
registrado en 2003.
Pero los avances en la sede de
Penn apuntan, tentadoramente, a algo más: una verdadera cura. De los 25 niños
y cinco adultos con la enfermedad de Emily, leucemia linfoblástica aguda (ALL,
por sus siglas en inglés), 27 tuvieron una remisión completa en la que el
cáncer se vuelve indetectable.
“Es un avance impresionante”,
dice Sally Church, asesora de Desarrollo Farmacéutico de Icarus Consultants.
Crystal Mackall, quien desarrolla tratamientos similares en el Instituto
Nacional del Cáncer, dice: “Es realmente una revolución. Esto va a abrir la
puerta a todo tipo de terapias basadas en células y terapias genéticas para
todo tipo de enfermedades, porque demostrará que es económicamente viable.”
Todavía hay enormes obstáculos
por delante: Novartis tiene que realizar ensayos clínicos en niños y adultos en
hospitales de todo el mundo, tener preparada una planta de fabricación para
crear tratamientos individualizados para los pacientes y encontrar la manera
de limitar los efectos secundarios que casi mataron a Emily. Pero la empresa
prevé que todo ese trabajo estará listo para 2016, cuando sea presentada ante
la FDA.
Avances como éste explican porqué
Jimenez está enfocando al gigante farmacéutico en una simple misión: curar el
cáncer.
Los medicamentos contra el cáncer
ya representan 11,200 mdd, 19% de los 58,000 mdd en ventas anuales de Novartis,
pero él dice que está duplicando el negocio del cáncer. En abril hizo un trato
que esencialmente intercambió la vacuna no rentable de Novartis, sus negocios
de consumo y hasta 9,000 mdd en efectivo por los medicamentos contra el cáncer
de GlaxoSmithKline, que actualmente generan 1,600 mdd en ventas, pero que
Jimenez, dice, incluyen tres pastillas que pueden convertirse en negocios de
1,000 mdd.
El CEO
En el papel, Jimenez parece un
aficionado. Él fue contratado para dirigir la división de productos de consumo
de Novartis, de 4,000 mdd, hogar de Triaminic y Theraflu, pero fue promovido
rápidamente para encargarse de la comercialización de drogas, y luego, en un
anuncio sorpresivo, se convirtió en el CEO.
El predecesor de Jimenez,
Daniel Vasella, vio en él a alguien capaz de pilotar Novartis a través de lo
que sería un momento difícil. Apoyándose en el negocio de genéricos de
Novartis, el segundo más grande del mundo, y su división de cuidado de los ojos,
Alcon, Jimenez mantuvo estables las ventas y ganancias, en alrededor de 58,000
y 9,000 mdd, respectivamente.
Pero el trabajo de Jimenez no fue
sólo para hacer números; también fue para proteger un legado. El momento de
mayor orgullo de Vasella fue cuando ignoró a su propia gente de marketing y en
su lugar escuchó a un oncólogo de Oregon llamado Brian Druker, quien le rogaba
desarrollar un fármaco para el cáncer: Gleevec, que se convirtió en un gran
avance, ayudando a casi todos los pacientes con un raro cáncer de sangre en
particular, leucemia mielógena crónica. Los pacientes permanecen bajo
tratamiento durante años, y es tan valioso que Novartis ha cuadruplicado su
precio anual de 24,000 dólares en 2001 a más de 90,000 en la actualidad.
Incluso, las compañías de seguros más tacañas lo pagan.
Lo que marketing pensaba que era
un medicamento de 400 mdd, recuerda Jimenez, se convirtió en uno de 4,600
mdd, y, para empezar, en el más vendido de Novartis.
La lección: preocuparse del
marketing en lugar de hacerlo sobre si los medicamentos funcionan o no, es
malo para el negocio. “Mantenemos a la gente del departamento comercial fuera
de las decisiones clave sobre la investigación en etapa temprana. Otras
compañías podrían involucrarlos y tenerlos ahí, contemplando la oportunidad de
negocio o el tamaño del mercado. Nosotros no queremos eso”, dice Jimenez.
Desafortunadamente para Novartis,
la patente de Gleevec podría expirar en julio de 2015, y últimamente su
departamento de I+D se ha rezagado. En la década previa a la era Jimenez, la
compañía lanzó 16 fármacos, más que cualquier otra empresa, según la consultora
InnoThink, pero en los cuatro años desde su llegada sólo ha presentado una cada
año, la mitad de Johnson & Johnson. “Estamos detrás de los líderes en
esto”, dice Jimenez. Le preocupa que sus científicos hayan tomado demasiado a
pecho otra lección de Gleevec: que la comprensión de los mecanismos bioquímicos
detrás de un fármaco es esencial. En cambio, dice, a veces sólo tienes que
decir: “Esto funciona y será mejor que nos subamos a ese tren”.
Una esperanza
Para Novartis todo cambió con un
paciente llamado Douglas Olson, entonces de 64 años, quien había sido
diagnosticado 14 años antes con la leucemia linfocítica crónica. Ya no
respondía a la quimioterapia y le quedaban dos años de vida. Entonces recibió
el tratamiento de células que Novartis compraría en breve. Padeció una fiebre
de más de 39 grados y tuvo que ser hospitalizado porque sus riñones comenzaron
a fallar. Sus riñones sobrevivieron, pero el cáncer no. Dos kilos y medio de
células cancerosas desaparecieron de su sangre y médula ósea.
Los resultados de Olson fueron
publicados, sin su nombre, en The New England Journal of Medicine en agosto de
2011. Los datos de otros dos pacientes fueron publicados al mismo tiempo en la
revista Science Translational Medicine. “El teléfono empezó a sonar con gente
que buscaba abrir empresas y toda clase de capitalistas de riesgo”, dice Carl
June, investigador de Penn, cuyo equipo desarrolló la terapia y que tres años
antes no podía recaudar dinero en torno a ésta. “Luego tuvimos a tres grandes
farmacéuticas tocando a nuestra puerta. Fue increíble cómo sucedió.”
Las tres empresas —dos aún sin
nombre debido a los acuerdos de confidencialidad— ofrecieron los mismos
términos financieros: 20 mdd por adelantado, el pago de regalías por ventas y
por objetivos alcanzados.
Pero vender las células
matacáncer de June sería como ningún otro programa de desarrollo farmacológico
en la historia. Los científicos los llaman receptores de antígenos quiméricos
de las células T, o CART, por sus siglas en inglés. Las células T son las
cazadoras del sistema inmunológico más despiadadas y usan sus receptores para
escanear todo el cuerpo en busca de células con determinadas proteínas en su
superficie y destruirlas, enfocándose en las células infectadas y el cáncer.
Con los CART, los científicos añaden un receptor artificial —el receptor de
antígeno quimérico— ensamblado a partir de anticuerpos de ratón y fragmentos
del receptor. Un código genético del receptor artificial es insertado en el ADN
de las células T con un virus, por lo general un VIH modificado. Si el receptor
ve cáncer, no sólo acaba con él, sino que comienza a dividirse, creando un
ejército que mata al cáncer dentro del cuerpo.
Los contras: “Hasta el momento
sólo funciona para el cáncer de sangre; es terapia personalizada de alta
tecnología que requerirá una gran inversión”, advierte Clifford Hudis,
presidente de la Sociedad Americana de Oncología Clínica, quien, sin embargo,
se muestra entusiasmado con las células.
Primero está el reto de encontrar
la manera de ofrecer una terapia personalizada a pacientes con ALL, la
enfermedad que Emily padecía. Filtrar su sangre en un hospital, enviarla a
Novartis y luego mandarla de vuelta. ¿Cómo logras eso? Por suerte, una empresa
de biotecnología, Dendreon, resolvió ese problema con su tratamiento contra el
cáncer de próstata, Provenge. Novartis corrió con más suerte aún: Provenge no
resultó tan efectiva y fue descartada, así que Dendreon estaba buscando
deshacerse de una planta de fabricación. Novartis pagó a Dendreon 43 mdd. De
hecho, su tratamiento será más fácil de manejar que Provenge: las células T
pueden enviarse congeladas; Provenge, no.
Bruce Levine, el investigador
encargado del desarrollo de células en Penn, dice que la fábrica es un sueño
hecho realidad. “Los resultados están ahí, la ciencia está ahí. Es un problema
de ingeniería.”
Obtener la aprobación es la parte
fácil.
¿Funcionarán los CART para todo
tipo de cáncer? Los medicamentos dirigidos, como Gleevec, son más eficaces
contra el cáncer de la sangre que el de tumores sólidos, como el cáncer de
pulmón o de mama. Incluso al pasar de la enfermedad de Emily, leucemia aguda, a
la leucemia crónica de Doug Olson, la tasa de remisión completa cae de 90 a
50%.
“Es un poco pronto para saber si
los notables resultados que estamos viendo nos mostrarán si éstos son los
medicamentos que hemos estado buscando o no, o si éstas son las primeras
señales claras de que vamos en la dirección correcta”, dice Louis M. Weiner,
director del Lombardi Cancer Center de la Georgetown University.
Penn y Novartis pronto comenzarán
estudios del mesotelioma, un cáncer de pulmón, para empezar a responder a esa
pregunta.
Luego está el problema de la
competencia. Juno, socio de Novartis, no fue el único que pensó en el uso de
CART para atacar el cáncer: sólo el primero en publicar evidencia que podrían
funcionar. Pero otros estaban en el mismo camino, y la mayoría de ellos unió
sus esfuerzos en una empresa de biotecnología: Juno Therapeutics, de Seattle,
que tiene entre sus fondeadores a Jeff Bezos, CEO de Amazon.
Juno fue una idea de Larry Corey,
director del Hutch, el Centro de Investigación del Cáncer Fred Hutchinson, en
Seattle. Richard Klausner, ex jefe del Instituto Nacional de Cáncer de Estados
Unidos (CNI), ayudó a encontrar apoyos: ARCH Venture Partners y Alaska
Permanent Fund, y luego los demás, incluido Bezos, que en conjunto han puesto
175 mdd, tal vez la ronda de financiamiento serie A más grande de la historia
en biotecnología.
La razón de la emoción: seis de
los mejores investigadores en el campo de los CART, del Hutch y otros lugares,
se han unido para producir la próxima generación de células que matan el
cáncer. “Queremos ser una empresa con un valor de mercado de 50,000 mdd que
cura a la gente”, dice el socio de ARCH, Robert Nelsen. Aunque Novartis compró
una de las plantas de Dendreon, Juno contrató al hombre que la construyó: el ex
jefe de operaciones de Dendreon, Hans Bishop, de 50 años. “Simplemente nunca
antes había visto datos clínicos tempranos como éstos. He estado en esta
industria y en el desarrollo clínico desde hace mucho tiempo, y las cosas que
vemos –dice– son tan distintas como la noche y el día.”
En febrero, el cofundador del
Memorial Sloan Kettering, Michel Sadelain, publicó datos sobre leucemia aguda
que rivalizaban con los de Novartis: sus CART indujeron remisión completa en 18
de 21 adultos.
Y luego están los otros CART de
Juno creados en Seattle, con historias de milagros como el de Milton Wright
III, de 20 años. Él desarrolló ALL a los ocho años, pero su cáncer regresó en
dos ocasiones, con cinco años de diferencia. Él se mantiene en forma, pero
padece problemas de corazón provocados por la quimioterapia, los cuales
hicieron que perdiera la beca de futbol que tenía en un colegio. La tercera
vez se le ofreció la terapia CART, que fue seguida de una fiebre alta, presión
arterial baja, la desaparición del cáncer y un trasplante de médula ósea.
Un método CART de próxima
generación, desarrollado en el Hutch por Juno, parece causar fiebres menos
graves. Hasta ahora, los pacientes no han necesitado nada más que Tylenol. Juno
tiene incluso otra opción: una célula T que utiliza receptores naturales, no
artificiales, para detectar el cáncer. Será mezclada y combinada para crear
aún mejores CART.
La promesa
A pesar de la histórica promesa
que representa el tratamiento, afirma Jimenez, el mayor obstáculo que enfrentan
los esfuerzos para desarrollar nuevas curas para el cáncer podría ser
económico, no científico. “Lo que sabes que no va a suceder –dice– es que las
terapias comiencen a apilarse una sobre otra al precio actual y que la gente
pague por ellas. Toda la estructura de precios de la oncología necesita ser
replanteada porque se ha alcanzado un nivel que será sostenible en el largo
plazo.”
Esto es en realidad lo que está
impulsando su estrategia de aumentar su división de cáncer —para que pueda
competir— y al mismo tiempo apostar por la tecnología más alocada. Él espera
“un nuevo mundo brutal” de firmas de cuidado de la salud ya que los países de
todo el mundo se verán obligados a doblar el gasto en atención de la salud los
próximos 10 años debido al envejecimiento y las enfermedades. Paradójicamente,
el rápido aumento de los costos llevará a los gobiernos a tratar de reducir
costos, haciendo la competencia entre hospitales y compañías farmacéuticas aún
más dura.
“Verás a estas empresas ser
aplastadas por este nuevo entorno, a pesar de que el gasto en salud será de
casi el doble”, estima Jimenez. Él tiene a un equipo explorando activamente
nuevas formas de establecer precios para medicamentos para el cáncer, en la que
varios medicamentos se venden por el precio de uno, o los sistemas de salud o
aseguradoras pagan según la cantidad de pacientes que se curan.
Cuando los investigadores hablan
de CART, a menudo hacen referencia al costo de un trasplante de médula ósea,
350,000 dólares por un solo tratamiento. ¿Por qué no? Hay medicamentos
biotecnológicos para enfermedades raras que cuestan 400,000 dólares o más al
año. Pero Jimenez dice que eso sería demasiado, que incluso para un gran avance
el costo tiene que ser menor.
A principios de este año,
Novartis compró su pase al campo de los medicamentos inmune-estimulantes
contra el cáncer comprando CoStim por un precio no revelado, pensando que
necesitaba combinarlos con sus píldoras dirigidas y sus CART. También es la
fuerza detrás de su acuerdo con Glaxo, deshaciéndose de divisiones no
rentables y ganando volumen para negociar con los compradores de la medicina
del futuro: gobiernos y aseguradoras.
Él se reunió con el CEO de Glaxo,
Andrew Witty, en los encuentros del grupo europeo de comercio farmacéutico.
Empezaron hablando acerca de vacunas y rápidamente se dieron cuenta de que
cada uno tenía negocios que el otro quería. Tuvieron que impulsar el complicado
acuerdo en sus respectivas empresas, hablando varias veces por semana para
conseguir cerrarlo. Entre los puntos más difíciles estuvo asegurarse de que
Novartis tendrá los derechos de abandonar la empresa conjunta de salud del
consumidor, que controlará Glaxo, si las cosas se ponen feas.
¿Podrá lograrlo Novartis? La
empresa que hace una década encabezaba a la manada cuando se trataba de nuevos
fármacos, ahora ocupa el sitio 18 entre 22, de acuerdo con un análisis de
Sector & Soberano, que clasifica a las farmacéuticas sobre la base de la
rentabilidad económica de sus actividades de I+D. Pero las cosas están
cambiando, no sólo con el medicamento para el cáncer, sino con un par de
fármacos para el corazón que pueden convertirse en éxitos de taquilla. Como
Gleevec mostró, sólo se necesita un medicamento para cambiar a una empresa.
Doug Olson, quien fue salvado por
el CART, es un creyente: “En lo que a mí respecta, estoy curado. No creo que
alguna vez llegue la recaída. Simplemente no. Es como si, de repente, pudieras respirar.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario