Niños adictos al móvil
El Mundo - sábado, 25 de
octubre de 2014
Lo que antes eran notitas que
pasaban de mano en mano en clase hasta llegar al elegido, ahora son snapshots,
mensajes que, a diferencia de lo que sucede con otras aplicaciones como
WhatsApp, Telegram o Line, desaparecen en pocos segundos. Como aquella frase
propia de los espías, la peculiaridad de Snapchat, madre del invento, es que
los mensajes se autodestruyen en pocos segundos, exactamente entre 1 y 10, a
elección del emisor.
Dejar un juego de seducción en
manos de la imaginación no es nuevo, y no sólo propio de novelistas. Cualquiera
ha escrito cartas de amor en su juventud, y la mayoría de las veces se ha
arrepentido de lo dicho en ellas. Son célebres las epístolas lascivas que el
escritor irlandés James Joyce enviaba a su amada Nora, pero también la conversación,
publicada por la prensa británica, en la que el Príncipe Carlos de Inglaterra
quería ser el támpax de Camilla Parker-Bowles. Aquello sucedió en 1992. Más
cerca, en el verano de 2012, una concejal socialista de la localidad toledana
de Los Yébenes, Olvido Hormigos, salió a la palestra cuando se viralizó un
vídeo en el que, de rodillas sobre la cama, la política se acariciaba.
En 2014, los adolescentes hace
tiempo que han escapado de Facebook, porque tiene demasiada publicidad y porque
lo usan sus padres e incluso sus abuelos. No hay nada menos apetecible que
tener a tu progenitor encima cuando eres pequeño. En su búsqueda de intimidad,
Snapchat se parece al paraíso: rápido, sencillo y muy lejos de miradas
paternas. Enviar a los amigos una imagen de los zapatos nuevos, o del nuevo
corte de pelo y que ésta desaparezca en segundos les da, además, sensación de
seguridad. Si el receptor realiza una captura de la imagen, el sistema envía un
aviso al emisor.
Pero la seguridad es ficticia. La
caducidad propia del Snapchat puede fomentar el sexting, el bullying y el
ciberbullying. Es decir, el intercambio de imágenes sexuales a través de
mensajes, el acoso escolar y el acoso escolar a través de la red; 10 segundos
de margen es tiempo más que suficiente para hacer una captura de la imagen o
incluso una foto del móvil con otro teléfono.
El psicólogo Marc Masip, director
del Instituto Psicológico Desconect@, es el ideólogo de FaceUp, una aplicación
que permite conocer «el nivel de dependencia del smartphone» y ponerse a «dieta
digital», si fuera necesario. En lo que respecta a Snapchat, es tajante: lo
considera una «estupidez». «No aporta nada a la sociedad y menos al
adolescente, fomenta el sexting y el ciberbullying y puede generar trastornos:
pensamientos suicidas, fobia social, miedo a ir a clase, tendencia a quedarse
encerrado en casa, no querer conocer gente e incluso hacerse daño a uno mismo»,
enumera este terapeuta experto en adolescentes con problemas ocasionados por el
uso masivo de las tecnologías.
Imágenes íntimas
El deseo de vivir nuevas
sensaciones es propio de la adolescencia, época de primeros amores y primeras
tristezas. «Si no se arredran ante su primera cerveza o su primer cigarro,
muchos menos lo harán ante su primer envío de imágenes íntimas. No detectan el
riesgo porque nadie les ha advertido de ello. Las cajetillas de tabaco
incorporan una advertencia y los aparatos tecnológicos también deberían
llevarla», propone este terapeuta catalán.
Samuel Fernández, psicólogo
especialista en adolescencia y problemas relacionados con la tecnología del
gabinete Cinteco, en Madrid, cree que «los jóvenes no detectan el peligro
porque no perciben el riesgo potencial que hay en enviar o publicar imágenes y
datos personales a terceros o en las redes sociales». Como es natural en una
edad temprana, «carecen de experiencia vital y de perspectiva futura y eso hace
que minusvaloren el riesgo; ni se plantean por un segundo que las imágenes
puedan pasar del ámbito privado al público y, en una fase evolutiva como es la
adolescencia, priman otros factores, como la pertenencia al grupo, la necesidad
de autoafirmación y la definición sexual», menciona Fernández.
La razón del éxito de Snapchat
entre los más jóvenes es la caducidad de las imágenes, pero también que los
padres desconocen absolutamente todo sobre esta aplicación creada en 2011. En
apenas tres años se ha convertido en la mayor amenaza del mastodóntico
Facebook, que intentó comprarla por tres mil millones de dólares -2.000 más que
los que pagó por Instagram- y no lo consiguió. Evan Spiegel y Bobby Murphy, los
osados fundadores que dijeron no a Marck Zuckerberg, tienen 22 y 23 años y su
start-up está valorada en 60 millones de dólares. En un día se intercambian
alrededor de 60 millones de snapshots, 60 millones de imágenes susceptibles de
ser capturadas y, por tanto, viralizadas.
¿Dónde comienza el riesgo? Masip
y Fernández coinciden: el uso temprano o inadecuado del móvil por parte de los
adolescentes y preadolescentes. Según Fernández, «la compra del terminal se
produce por varios motivos: como premio ('si apruebas el curso te lo compro'),
debido a la presión social ( 'todos mis amigos lo tienen menos yo') y por
tranquilidad paterna ('así podemos tenerlo localizado')».
Para Masip, es improcedente que
los niños entre nueve y 13 años tengan un teléfono. «Los padres no tienen ni
idea del daño potencial que supone darle un móvil a sus hijos demasiado pronto.
Si la tuvieran, seguro que no se lo regalaban con tanta facilidad, porque crea
una adicción psicológica. Aunque aún no esté homologada, algún día lo estará».
Masip propone que la Administración
elabore una asignatura sobre el manejo de las nuevas tecnologías y que el uso
del móvil se generalice «a partir de los 16 años, porque tenerlo antes tiene
desventajas: falta de sueño, estados de ánimo ligados a tener o no tener el
móvil consigo y nerviosismo. En el futuro, cuando los adolescentes de ahora
tengan 25 o 40 años, «estarán demasiado acostumbrados a comunicarse a través de
pantallas, y poco a hacerlo cara a cara, no tendrán habilidades sociales y
serán cobardes en la vida social real», vaticina.
Economía del lenguaje
También tendrán carencias
lingüísticas y relativas a la expresión oral. Dice la psicóloga logopeda Paloma
Tejada que «a veces comprueban en las aulas menor riqueza en la expresión oral
y escrita» porque desarrollan un hábito de economía de lenguaje con el uso
incesante de aplicaciones como WhatsApp. Tejada enseña lenguaje en la
universidad, ahora en el Centro Lasalle, desde hace 20 años. Lo tiene claro.
«Esto no era así. Ahora me encuentro con una expresión oral muy pobre, casi
coloquial, hasta en alumnos de cuarto año». Para la profesora de Técnicas de
Expresión de la Universidad Carlos III Sara. R. Gallardo, «es imposible saber
las consecuencias a largo plazo». «Pero, a corto plazo, los estudiantes tienen
diferentes registros. Ellos saben, o hay que enseñarles, que no se habla igual
con tus padres, que con tus amigos, que en las diferentes etapas de la vida».
Otro problema es la brecha
digital generacional. Cuenta Fernández que «los padres no son conscientes de
los daños potenciales porque desconocen el funcionamiento de aplicaciones como
Snapchat». «Es necesario que los padres se familiaricen con la tecnología»,
advierte. Los síntomas de que algo está sucediendo son bastante evidentes:
«cambios negativos en el rendimiento escolar, aislamiento familiar y social,
cambios en el estado de ánimo, quejas o somatizaciones antes de acudir al
instituto...».
Ambos psicólogos utilizan
terapias cognitivo-conductuales. En el caso de Masip, su Programa Desconect@
considera imprescindible que «los padres se involucren al 100%». «La familia es
nuestro paciente», sostiene, «y los padres llegan a tener un 70% de
responsabilidad en la mejoría de los adolescentes. Los métodos son novedosos,
porque también lo es esta enfermedad».
A través de paseos, juegos,
deberes y conversaciones en el despacho, Masip trata a jóvenes con falta de
autoestima, con carencias de afecto, con problemas entre sus iguales, con
fobias, trastornos y falta de seguridad provocadas por el uso masivo de las
nuevas tecnologías. Busca en ellos «un cambio de chip», una metáfora digital
para describir el regreso a una vida un poco más analógica, y las posibilidades
de éxito son «altísimas». Fernández también tiene muchas esperanzas, aunque
matiza que «las posibilidades de éxito dependen de muchos factores: los padres,
el daño ocasionado, su expansión, las características del adolescente, sus
habilidades sociales y el tiempo transcurrido desde que comenzó el problema».
«Si se coge en sus primeras fases, la respuesta en el ámbito académico y
familiar es adecuada y el paciente cuenta con recursos y está implicado en el
proceso, aumentan exponencialmente», concluye.
Psicólogo de formación y
detective de profesión, Fernando Mainata es uno de los primeros preocupados en
España por Snapchat. Considera que dar un móvil a un preadolescente «es como
dejarle ir por la calle sin saber cruzar solo», y se atreve a mencionar grandes
peligros: «Una foto inocente de un niño no es lo mismo para un perturbado».
«Los adolescentes dan mil vueltas a sus padres en el conocimiento tecnológico,
pero no saben qué es un pederasta. Con un perfil falso y cuatro discursos de
'tú eres especial', conseguirán que los menores les envíen fotografías pensando
que 'total, desaparecerán en 10 segundos', cuando eso es completamente irreal».
Sensación de privacidad
Para Mainata, el mayor riesgo es
la ficticia «sensación de privacidad, ya que aplicaciones como Snapchat dicen
cambiar las reglas del juego cuando, en realidad, el juego sigue igual». «Lo
que envías por internet pasa de estar bajo tu control a estar bajo el control
de otros y las relaciones entre personas no son algo estable». ¿Quién piensa en
que su amor no durará para siempre cuando se tienen 15 años? A veces ni a los
45. «El que hoy dice ser tu amigo bien puede ser mañana quien te fastidie la
vida. Contra el mal uso de diversas aplicaciones sólo se puede luchar desde la
información. Hay que formar a padres, maestros y otros agentes sociales sobre
el uso de las nuevas tecnologías para que éstos puedan transmitir los
conocimientos a los menores», ultima Mainata.
Ayer mismo en Vigo, un hombre de
38 fue detenido en el marco de la operación Castaja como presunto autor de al
menos 13 delitos contra la libertad e indemnidad sexual por corrupción de
menores y ciberacoso mediante lo que se conoce como grooming (en inglés,
acicalar), técnicas de acercamiento que un adulto emplea para ganarse la
confianza de un menor con la intención de abusar sexualmente de él. Se han
identificado 13 víctimas de entre 11 y 17 años, pero no se descarta que sean
más, hasta 142. La investigación se inició cuando una madre de Granada denunció
que, revisando el móvil de su hija, había visto que un adulto le enviaba
material pornográfico. Abordó a la adolescente en una red social y, una vez
recibía los primeros archivos, amenazaba con hacer públicas las imágenes en las
redes sociales.
En mayo, las autoridades
norteamericanas acusaron a Snapchat de engañar a los usuarios en lo que
respecta a la efímera naturaleza de sus mensajes. La Comisión Federal de
Comercio de EEUU llegó a mencionar la palabra «engaño» en relación a «la
cantidad de datos personales que recoge, las medidas de seguridad adoptadas
para proteger esa información y el mal uso o divulgación no autorizada de los
archivos». Snapchat ha agachado la cabeza. No será multado pero, a cambio,
estará obligado a ser controlado durante 20 años por una institución
independiente que velará por la intimidad de los usuarios. Si Snapchat viola
este acuerdo, podría enfrentarse a sanciones económicas.
«Si es digital, es hackeable»,
sostiene el especialista en ciberseguridad John Sileo, para quien, en la
actualidad, «los compañeros de clase tienen información sobre el resto que
antes jamás hubiera podido tener». Cuenta este gurú de la intimidad en internet
que, en EEUU, ya hay colegios privados que contemplan en sus programas de
estudios la enseñanza del social media a los jóvenes, de la misma forma que se
enseña Matemáticas. «Los padres tienen la obligación de aprender y ponerse por
delante de sus hijos».
'The snappening', la fisura de la
red que permite la filtración de archivos
El pasado 13 de octubre se
filtraron 200.000 fotos de Snapchat en el foro de 4Chan, el mismo lugar en el
que, en verano, aparecieron fotos de famosos como Rihanna y Kim Kardashian (el
'Celebgate'). Un suceso que, jugando con la palabra inglesa 'happening' -algo
que está pasando- se dio en llamar 'snappening'.
Algunos usuarios del foro 4Chan
que descargaron las imágenes avisaron al resto de no hacerlo en cuanto se
dieron cuenta de que había «pornografía infantil». «Os sugiero que no lo
descarguéis, yo lo he borrado en cuanto lo he visto. No forméis parte del
'snappening', no lo 'bajéis', no lo compartáis, simplemente alejaros», escribió
uno de los usuarios. Otros insistían en lo mismo señalando que la edad de los
usuarios de Snapchat se sitúa entre los 13 y los 17 años.
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