Cuarenta años después, los congoleños siguen
recordando la "pelea del siglo"
AFP - miércoles, 29 de octubre de 2014
Cuarenta años después, el estadio ha perdido su
majestuosidad: las vigas están deterioradas y el agua se infiltra en las salas
de entrenamiento... Pero el recuerdo del mítico combate entre Ali y Foreman
sigue presente en la memoria de los congoleños.
Cada día, decenas de boxeadores 'amateurs' se
entrenan a la entrada del estadio en el que se celebró la llamada 'pelea del
siglo', el 30 de octubre de 1974, entre dos de los mayores púgiles de la
historia, cuando la República Democrática del Congo aún se llamaba Zaire. Tras
la jornada laboral o escolar, hombres, mujeres y niños se citan en ese lugar
para repetir ganchos, simular combates, a menudo con el estómago vacío, sin
guantes y con uniformes de boxeo improvisados.
Encargado de la seguridad del recinto,
Abdelaziz Saliboko Serry les observa con el corazón encogido. Como muchos
congoleños, se convirtió en fan del boxeo el día del combate entre Muhamad Ali
y George Foreman. "Yo era un buen boxeador, pero mi padre me obligó a
estudiar. Aún tengo ganas de boxear, pero en la cincuentena ya no puedo... Es
una pena: podría haber hecho brillar mi nombre como Muhamad Ali".
Ali. En todo el mundo, este nombre ES el boxeo,
con toda su brillantez y toda su dramaturgia. Pero en Kinshasa fue aún un poco
más allá, porque además del título mundial de los pesados, que recuperó al
ganar a su compatriota por nocaut en el octavo asalto, el estadounidense
convertido al islam se ganó el corazón de todos los africanos aquel famoso 30
de octubre.
El 'humilde' Ali se ganó a los zaireños -
"Ali era de los nuestros. Le consideramos
un zaireño que vive en América. A Foreman no le gustaba el contacto con la
población negroide. No amaba a esta población y esa fue la clave de su
fracaso", asegura Saliboko Serry.
Actualmente árbitro nacional de competiciones
'amateurs' y entonces un niño, Guy Lioki, de 50 años, se cruzó dos veces con
Foreman antes de la pelea: "Foreman era demasiado caprichoso: aunque era
negro como nosotros, se relacionaba con grandes personalidades y se interesaba
demasiado por las mujeres", explica con desdén.
Todo lo contrario que Ali, si se creen las
palabras de Judex Tshibanda, que veía al campeón con ojos de niño maravillado:
"Venía a boxear con los niños, tratábamos de golpearle... ¡Le pegué una
vez en el estómago!", dice orgulloso este hombre de 52 años, que tras
aquel episodio se convirtió en boxeador y que actualmente entrena a jóvenes
aspirantes a púgiles.
Dos afroamericanos con actitudes opuestas, con
un Foreman incómodo en el corazón de África y un Ali que parecía sentirse como
en casa, símbolo de la lucha contra la segregación racial en Estados Unidos:
más que el aspecto deportivo, fue también todo el simbolismo lo que llevó a
esta pelea a formar parte de la historia, en un contexto de reivindicación del
panafricanismo.
Lastrado por una enorme carga política, la
pelea se convirtió en una formidable operación de comunicación para el dictador
Mobutu Sese Seko (1965-1997), que dirigía Zaire y que aceptó financiar y
albergar este acontecimiento deportivo organizado por el promotor
estadounidense Don King.
"Un regalo del presidente Mobutu al pueblo
zaireño y un honor para el hombre negro", proclamaban orgullosamente los
carteles del combate, bautizado como 'Rumble in the jungle' ('El rugido de la
selva').
Un regalo del dictador
Inicialmente, el combate debía haberse
celebrado a finales de septiembre, pero tuvo que aplazarse por una lesión de
Foreman. Para antes de la primera fecha prevista se había organizado, incluso,
un gran concierto con nombres como James Brown, BB King o Manu Dibango.
Bautizado después como Tata Raphaël, el recinto
se llamaba entonces Estadio del 20 de mayo, en referencia al día, del año 1967,
en el que se creó el partido único de Mobutu, el Movimiento Popular de la
Revolución (MPR). Los 100.000 espectadores que asistieron en directo al combate
apoyaban a Ali, mientras que el dictador vio la pelea desde su palacio, a
través de un circuito cerrado de televisión, pese a que el evento fue emitido
en directo por las principales cadenas norteamericanas.
"¡Ali, boma ye!" ("¡Ali,
mátalo!") gritaban enfervorecidos los espectadores en lingala, la lengua
del país.
Tal como puede verse en el oscarizado
documental de 1996 'When we were kings' ('Cuando éramos reyes', consagrado a
esta pelea), esos cánticos excitaban a Ali durante la pelea al punto de
intentar reproducirlos, pero con su acento norteamericano pronunciaba "Ali
boumye", provocando risas en la gradas, recuerdan testigos de la época.
"Fue un nocaut extraordinario,
realmente", se entusiasma Feliz Mputu, de 71 años, rememorando aquel
momento, en el que participó como juez de algunos combates 'amateurs' previos a
la gran pelea.
Cuatro décadas después, aporta una visión más
profesional de la pelea y da una razón técnica para explicar la derrota de
Foreman: "¡Pegaba demasiado fuerte!". "Eso no es boxeo: en el
boxeo hay que ver espectáculo. Muhamad Ali es un estilista, un técnico",
argumenta Mputu, que aún habla en presente del carismático campeón, pese a que
ya tiene 72 años y está muy disminuido físicamente por el Parkinson que padece.
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