Brasil: preocupa éxito de legisladores
evangélicos
Associated Press - sábado, 18 de octubre
de 2014
Con su reputación de carnaval y vida de playa,
Brasil puede parecer un bastión liberal. Pero la inquietud sobre el deterioro
de la economía y la seguridad pública, además de una reacción contra el
reciente avance en los derechos de los homosexuales, están impulsando un
ascenso conservador que dará forma al próximo gobierno, independientemente de
quién gane la presidencia.
En las elecciones generales celebradas a
principios de este mes una mayor proporción de los escaños del Congreso
Nacional de Brasil terminó en manos de diversas bancadas conservadoras, que
ahora controlan casi el 60% de los 513 asientos de la cámara baja. Estas
incluyen a legisladores evangélicos que se oponen al matrimonio gay o al acceso
al aborto; a los "ruralistas", cuyas posiciones a favor de la
agricultura los enfrentan a los ambientalistas y a los grupos indígenas; y una
facción en favor de la aplicación de medidas policiales que exige una ofensiva
muy estricta contra el crimen.
De cara a la segunda vuelta presidencial del 26
de octubre no hay duda de que esos conservadores apoyan en mayor medida al
opositor de centro-derecha Aécio Neves por encima de la presidenta izquierdista
Dilma Rousseff. Pero también es claro que ninguno de los candidatos
presidenciales es tan socialmente conservador como los grupos cada vez más
poderosos del Congreso.
"Brasil es uno de los muy pocos países
latinoamericanos donde el parlamento es más importante que el presidente en
términos de poder global en el proceso de toma de decisiones", dijo Thiago
de Aragao, un analista político de la consultora Arko Advice con sede en
Brasilia. "El parlamento ganaría en una pulseada contra la presidencia...
porque el arma principal del parlamento es simplemente cruzarse de brazos y no
votar sobre asuntos de gran interés para el gobierno".
A pesar de su aspecto de liberalidad, Brasil es
socialmente conservador, al igual que muchos países latinoamericanos predominantemente
católicos. En recientes encuestas de opinión, por ejemplo, más del 80% de los
brasileños dicen oponerse a relajar las restrictivas leyes sobre el aborto o a
legalizar la marihuana al tiempo que poco más de la mitad está en contra del
matrimonio gay.
Sin embargo, desde que Brasil regresó a la
democracia en 1985, tanto los presidentes como el sistema judicial han hecho
avanzar proyectos progresistas, ya sea por decreto o resoluciones, tales como
la protección de enormes franjas de selva como reservas indígenas, un fallo de
la Corte Suprema que permite uniones civiles entre personas del mismo sexo, y
la creación de Bolsa Familia, un programa que entrega pagos mensuales en
efectivo a las familias más pobres de Brasil.
Algunos predicen que las crecientes fuerzas
conservadoras podrían revertir esos cambios.
La bancada evangélica vota al unísono sobre las
cuestiones sociales controversiales y está dispuesta a bloquear proyectos
presentados por la presidencia, pues sabe que representa un segmento creciente
del electorado. Aunque los católicos aún son mayoría en Brasil, desde 1970 la
proporción de los habitantes que profesan esa religión se ha reducido de más de
90% a 65%, mientras que los que se identifican como protestantes han crecido de
5 a 22%, según el Centro de Investigación Pew.
En el primer mandato de Rousseff, la bancada
evangélica bloqueó su esfuerzo para promover la enseñanza de tolerancia a los
homosexuales en las escuelas y logró que su legislador más abiertamente
antigay, el diputado Marco Feliciano, fuera nombrado jefe de la comisión de
derechos humanos, una medida que provocó la condena de Amnistía Internacional y
otros grupos activistas. En las elecciones del 5 de octubre, Feliciano fue
reelegido por su distrito de Sao Paulo con casi el doble de los votos que hace
cuatro años.
La bancada "ruralista" también creció
y ahora tiene cerca de 200 congresistas que apoyan su agenda. Estos
legisladores mostraron su fuerza en 2012, al forzar que se relajaran las leyes
de protección del medio ambiente, lo que según los críticos contribuyó a un
salto del 29% en el número de hectáreas amazónicas deforestadas durante el
último año.
Y aunque el bloque partidario de medidas
policiales estrictas es pequeño con sólo unos 20 integrantes, ejerce influencia
en asuntos de seguridad. Defiende la aplicación de códigos penales más
estrictos para los delincuentes juveniles y desea bloquear la liberalización en
la venta de drogas que se ha visto en países vecinos, incluso en momentos en
que Brasil enfrenta el tener prisiones atestadas y años de esfuerzos fallidos
para suprimir a poderosas pandillas de narcotraficantes.
Pero son los legisladores evangélicos los que
están en el corazón del creciente conservadurismo del país, y han mostrado
capacidad para que otros grupos respalden su objetivo principal: derrotar
cualquier intento de legalizar el matrimonio entre homosexuales o de que
avancen las protecciones a las comunidades de lesbianas, gays, bisexuales y
transexuales.
Toni Reis, que encabeza el grupo activista
Dignidade por los derechos de los gays, hizo notar que se requirió una decisión
histórica de la Corte Suprema para legalizar las uniones civiles de personas
del mismo sexo en 2011 luego de años de estancamiento del asunto en el
Congreso. Ahora, dijo, los grupos por los derechos de los homosexuales no están
enfocados en el matrimonio entre éstos, sino en hacer avanzar la legislación
para convertir en delito la discriminación hacia los gays.
Dada la nueva realidad legislativa, Reis
reconoció que será una batalla cuesta arriba.
"Vamos a tener que trabajar el doble de
duro", afirmó.
Jean Wyllys, el primer congresista brasileño
abiertamente gay, dijo que los legisladores progresistas no se darán por
vencidos.
"No hay duda de que va a ser más
difícil", dijo Wyllys, que representa al estado Río de Janeiro. "Pero
también tengo mis aliados... somos una fuerza política capaz de bloquear sus
proyectos legislativos (de los evangélicos)".
Pero el pastor evangélico más influyente de
Brasil, Silas Malafaia, que hizo campaña en favor de varios políticos
pentecostales, dijo que los conservadores no pretenden imponer posturas que no
concuerden con las opiniones del electorado.
"Estoy en contra del matrimonio gay.
Hagamos un referendo y que la sociedad decida", dijo Malafaia en una
entrevista reciente. "Si la gente decide que desea que los abortos (sean
legalizados), siempre estaré en contra de ello. Pero respetaré esas decisiones.
No somos evangelistas de tendencia extremista que intentemos imponer nuestras
opiniones con puño de hierro".
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