La verdadera razón por la que Guardiola dejó
Barcelona
Goal.com - viernes, 17 de octubre de
2014
"Prepárate Manel. ¡He elegido el Bayern!"
En Pescara, en el nordeste de Italia, Manel
Estiarte (asistente personal de Pep Guardiola) sonríe. La difícil decisión
tomada por su viejo amigo termina con uno de los capítulos de su vida. El
próximo paso es uno sencillo: su destino después de todo no sería Inglaterra,
sino Alemania.
Esto sucede cinco meses después de que Pep
abandone el Barça. En este periodo ha sido tentado con ofertas de Chelsea,
Manchester City, Milan y, por supuesto, Bayern. En realidad, no son ofertas de
trabajo, sino cartas de amor, propuestas de proyectos para el más ilustre de
los entrenadores.
Su salida del Barça ha sido larga y difícil y
Guardiola había hablado de sus planes con su amigo Estiarte antes de
trasladarlo al club o incluso a Tito Vilanova, su asistente y a la postre
sucesor. La razón era bastante sencilla. Después de cuatro años de máxima
intensidad, Pep estaba extenuado. No tenía más para dar.
Por supuesto, esa no era la única razón.
A lo largo de esos cuatro años, Pep había
actuado de entrenador, portavoz, presidente virtual e incluso coordinador de
viajes. En ese tiempo también tuvo que lidiar de buenas maneras con dos
presidentes diferentes.
Había encontrado en Joan Laporta a un hombre
dinámico a la par que agresivo, que tenía una energía volcánica y que podía
resultar un apoyo en un momento dado y que minara la moral al siguiente. Era
eléctrico, contradictorio, en ocasiones obsceno.
Sandro Rosell era diferente y Pep pronto
descubrió que la actitud sonriente de su nuevo presidente encubría el frío
corazón de un burócrata traicionero. Guardiola equilibró el comportamiento
histérico de Laporta en ocasiones con su propia calma sobria. A su vez, hizo
frente a la postura moralista de Rosell inyectando una sobredosis de su propia
energía.
Las relaciones no fueron sencillas con ninguno
de los presidentes. Pep se las ingenió para lidiar con calma y silencio con los
episodios histriónicos de Laporta. Aunque nunca fueron cercanos, el entrenador
apreciaba la oportunidad que el presidente le había dado. Laporta nombró a
Guardiola en un principio entrenador del Barcelona B y Pep tuvo gran éxito en
el filial, ascendiéndolo de la Tercera División, lo que él mismo todavía
considera uno de sus mayores éxitos. Su gratitud hacia Laporta era totalmente
sincera y se extendía también al entonces director deportivo, Txiki
Begiristain, a quien conocía de su etapa como jugador en el Dream Team de Johan
Cruyff.
Sin embargo, los éxitos en esta etapa de
Laporta escondieron todas las luchas y escaramuzas que se escondían detrás de
la realidad.
En ocasiones Pep se sentía como el capitán de
un trasatlántico que luchaba para dirigir el equipo en una dirección, mientras
que el club navegaba en otra. Ninguna decisión fue sencilla, tanto si se
trataba de las sesiones de entrenamiento en un nuevo campo, como si buscaba
asegurarse de que su equipo técnico tenía los mismos coches patrocinados que el
equipo, la organización de fotos publicitarias o acordar la posición oficial
del club en cualquier asunto. El Barcelona era una gran máquina que se movía a
un ritmo que tenía poco que ver con la forma en que Guardiola logró manejarlo.
Sin embargo, a comienzos de 2010, Guardiola
sintió que las cosas cambiarían a peor. Las elecciones presidenciales se
acercaban en verano y Sandro Rosell era el favorito para ganar. Rosell ya había
sido vicepresidente entre 2003 y 2005, hasta que los desacuerdos hicieron que
Laporta le obligara a renunciar.
Bajo el mandato de Laporta, el entrenador
catalán ganó los seis títulos: Liga, Copa del Rey, Champions League, la
Supercopa de España y de Europa y el Mundial de Clubes. Rosell ganó las
elecciones con una mayoría aplastante y su llegada añadió un punto de
resentimiento a las ya complejas dificultades burocráticas que invadieron la
vida en el club.
En el ámbito privado, el nuevo presidente se
refería a Pep como el Dalai Lama. Creía que el entrenador era un devoto de
Laporta y le costaba confiar en él. Tenía incluso cierto resentimiento porque
el equipo había logrado el Sextete bajo el reinado de su predecesor. El abismo
entre el presidente y el entrenador se hizo infranqueable cuando Rosell
convenció a los miembros de la asamblea general del club para que votaran a
favor de tomar acciones legales contra Laporta. Rosell fue lo suficientemente
inteligente como para abstenerse de dicha votación, pero para Guardiola fue el
principio del fin.
El adiós | Guardiola dejó Bacelona tras ganar
la Copa del Rey
Durante cuatro años, Pep exigió un esfuerzo
casi sobrehumano de sus jugadores. Sólo quería lo mejor de ellos y en ocasiones
eso generó cierta fricción dentro del grupo. La mayoría de los jugadores ni se
inmutaron por el ritmo de trabajo incesante, pero algunos sintieron que se
habían ganado el derecho a descansar un poco. Ellos eran la élite del fútbol
mundial, después de todo, y tenían los trofeos para demostrarlo. Más de uno se
limitó a pelear sólo los partidos importantes y comenzaron a poner excusas para
evitar los partidos del invierno más frío, hartos de jugar en campos
inhóspitos.
A pesar de que el éxito del equipo continuó,
Pep sabía que su etapa en el Barcelona estaba cercana a su final: "El día
que vea que la luz se ha ido de los ojos de mis jugadores, sabré que es la hora
de irme".
A comienzos de 2012, los ojos de varios
jugadores lucían con menor brillo.
La gente alrededor de Barcelona especuló con
que la decisión de Pep de marcharse estaba influenciada por la falta de apoyo
de Sandro Rosell y su decisión de llevar a cabo cambios drásticos en el
plantel. Esos planes aparentemente incluían la intención de vender a jugadores
como Gerard Piqué, Cesc Fábregas y Dani Alves.
El entrenador catalán, sin embargo, lo
desmintió categóricamente: "No es cierto. Me fui del Barcelona porque
estaba cansado. Le expliqué al presidente cómo me sentía en octubre de 2011. No
hubo ningún cambio de parecer desde entonces. Así que no tenía sentido que yo
mismo cambiase el plantel... ¡Ya sabía que me iba!".
"El tema es que en estos cuatro años
ganamos cuatro títulos y estábamos jugando mejor que nunca, tanto con el 3-4-3
que usé contra Real Madrid como con el 3-7-0 por el que opté en el Mundial de
Clubes. Estábamos jugando brillantemente, pero estaba cansado, sin ideas
tácticas nuevas. Por eso me fui. No hubo ninguna otra razón".
No hay comentarios:
Publicar un comentario