Aplazando la muerte!
EFE - martes, 21 de octubre de 2014
Nadie sabe muy bien lo que podría pasar si la
población empezara de pronto a vivir eternamente. Un fenómeno ansiado por la
sociedad, pero absolutamente contrario a las normas de la vida, que provocaría
un desafío demográfico difícil de administrar. Así lo retrató José Saramago en
“Las intermitencias de la muerte”, una novela en la que un primero de año en un
país imaginario, la Muerte deja temporalmente aparcada su guadaña y los humanos
dejan de morir.
Según el científico alemán Klaus Sames, el
sueño milenario de la inmortalidad, sobre el que Saramago reflexiona con humor
y sarcasmo en su novela, se hará realidad en unos 150 años. En este tiempo, los
investigadores encontrarán la forma de “revivir” células congeladas. Además, el
científico, que ha estudiado el proceso, denominado “criopreservación",
durante 18 años, confía que los cuerpos serán devueltos a la vida sin fallos
orgánicos.
Por increíble que parezca, la aspiración de Sames
se traduce en un negocio multimillonario que amenaza con interferir en el
avance normal de la ciencia. Aunque mientras tanto, los principales grupos de
investigación en EE.UU. y Rusia se enzarzan en una polémica con tintes agrios
sobre el verdadero sustento de este proceso, que hasta el momento promete
beneficios no demostrados.
¿CIENCIA-FICCIÓN?
Francisco Roldán, socio fundador del Instituto
Europeo de Criopreservación (Iecrion), una sociedad limitada que tiene como
objetivo crear en España el primer centro de investigación de criopreservación,
así como el primer cementerio humano de cadáveres congelados, ha asegurado en
una entrevista con Efe que hoy es "imposible" devolver a la vida a
personas que han fallecido, pero considera que, con las “evidencias
científicas” que existen, el día de mañana sí puede ser posible.
El método consiste en bajar la temperatura del
cuerpo hasta los -130 grados, extraer la sangre e introducir en su lugar un
líquido criogénico, "una especie de anticongelante", aclara el socio
fundador. Así, se evita que se formen cristales de hielo que rompan las
“estructuras celulares”.
Finalmente, el cuerpo se introduce en una
cápsula especial llena de nitrógeno líquido, donde queda vitrificado o
“cristalizado” en tres dimensiones: “Una imagen mucho más agradable que un
cadáver lleno de gusanos”, apunta Roldán.
Para ser criopreservado es imprescindible que
el fallecimiento se produzca por muerte natural o por enfermedad, pues este
procedimiento no es posible en caso de accidente grave, cuando el cuerpo queda
muy dañado, o en aquellos casos en los que se requiera practicar una autopsia.
Porque, según el socio de Iecrion, las personas
se “despertarán” en perfectas condiciones psicofísicas: “Si una persona ha
fallecido con 90 años en la cama sin poder moverse, cuando se recupere, habrá
rejuvenecido”.
Roldán, consciente de que lo que cuenta es casi
"ciencia-ficción", explica que los descubrimientos científicos
siempre suenan utópicos hasta que son demostrados: “Si hace veinticinco años yo
hubiera dicho que iba a existir un aparato como el iPhone 5, nadie me hubiera
creído. La criopreservación es igual, pero nosotros consideramos que, si no
probamos lo imposible, jamás sabremos a dónde llegan los límites de lo
posible”.
“Los que creemos en la criopreservación -añade
el socio de Iecrion- nos moriremos con la conciencia tranquila, sabiendo que
vamos a tener una oportunidad; si no existiese la criónica, la oportunidad
sería cero, según nosotros, que no seguimos ningún dogma religioso”.
UNA ALTERNATIVA A LA MUERTE.
Actualmente, existen solo tres organizaciones
en todo el mundo que ofrezcan este servicio: el Cryonics Institute (CI) en el
Estado norteamericano de Michigan, Alcor en Arizona y el KrioRus en Rusia.
En otros países, sí operan empresas privadas de
criopreservación de tejidos, como los de los cordones umbilicales, pero no de
cadáveres. En parte, porque las normativas que regulan la actividad funeraria
no han normalizado todavía esta actividad.
El precio ronda los 150.000 mil euros (191.000
dólares), aunque esta cantidad varía en función de la edad de los usuarios, que
deben tener entre 18 y 40 años. A pesar de su elevado coste, ya son 1.000 los
cuerpos en EE.UU que se encuentran criopreservados, y 2.000 personas más han
solicitado ser conservados cuando fallezcan. El interés por la criopreservación
aumenta cada día, porque, aunque el proceso hoy en día es imposible, contribuye
a superar el miedo a la muerte que comparten casi todos los seres humanos
cuando alcanzan determinada edad.
Uno de los mitos más extendidos en el mundo es
que Walt Disney fue una de estas personas, obsesionadas por prolongar ad
infinítum la vida del cuerpo, ya que antes de fallecer manifestó su deseo por
que hubieran practicado con él un proceso de criopreservación. Lo cierto es que
la familia decidió que ese era un “capricho” tan infantil como sus dibujos
animados y que lo que procedía era la cremación. Así lo explica Peter Stephan
Jungk en una biografía novelada que narra los últimos meses de la vida del
dibujante.
El miedo a la muerte y el interés por la
ciencia también empujaron a Dalí a creer en la inmortalidad. Como su admirado
Walt Disney, el pintor aspiraba conseguirlo manteniendo congelado su cadáver.
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