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martes, 30 de septiembre de 2014

liderazgo

De jefes y su liderazgo


BBC News - ‎  ‎septiembre‎ de ‎2014
La cobertura periodística del fin de semana retrató a Diego Simeone como un soberbio ejemplar de "buen líder", y a Tom Watson como el "líder mediocre" más señalado de la actualidad deportiva.

Simeone no necesita presentación, mientras que Watson tal vez requiera un breve introito: ganador de ocho torneos del Grand Slam, una de las auténticas glorias del golf, fue el capitán del equipo de Estados Unidos que acaba de perder la Copa Ryder ante el equipo europeo en Gleneagles, Escocia.

La presencia de Simeone en el banquillo, o mejor dicho la raya de cal, alentando, recriminando y dando instrucciones a sus jugadores, habría inspirado la victoria del Atlético de Madrid 4-0 sobre el Sevilla, tras un periodo en que el técnico purgó un castigo por inconducta, enjaulado en un palco.

En contraste, las vacilaciones de Watson, su carácter plácido y sus supuestos errores en la selección de los jugadores, han sido señalados por la crítica y hasta sus propios golfistas (encabezados por Phil Mickelson) como las causas de la pesada derrota de su equipo (16½-11½) en el torneo internacional.
Tom Watson, capitán del equipo de Estados Unidos en la Copa Ryder.
El carácter exuberante de Simeone, con sus arrebatos volcánicos (que provocaron la sanción mencionada), tiene un lado bueno y uno malo, según la prédica de muchos expertos en conducción de equipos de trabajo.

El Atlético de Madrid aprovecha al máximo el bueno y por el momento no parece advertir las consecuencias del malo.

El lado "malo", o "negativo" (no se trata de una cuestión ética ni moral, sino de posibles consecuencias no queridas), es que su estilo de conducción requiere de sus hombres una concentración y un esfuerzo que terminarán agotándolos.

(El plantel del Atlético se empeña en desmentir estos pronósticos agoreros.)

El liderazgo es una de las virtudes de la conducción más citadas pero también menos comprendidas, porque para medirlo se suele atender únicamente el último resultado, que puede depender de diversos factores ajenos al líder.

Dejando de lado a los militares (Napoleón exigía buena suerte a sus generales) y los políticos (que suelen seguir en vez de guiar), en los negocios se suele hablar de tres tipos de liderazgo: autoritario, democrático y delegativo.

El fútbol tiende a enfatizar el papel del líder autoritario, un poco por la necesidad de un puño fuerte en un vestuario numeroso y también porque la TV concentra su atención en el banquillo: un gesto de desconcierto o impotencia por parte del técnico puede significar el fin de su credibilidad.

En runrún periodístico hace suponer que el Atlético de Madrid necesita al Cholo en la banda para que opere a pleno el Cholismo, la droga psicológica que ha servido de combustible durante sus exitosas campañas de los últimos años.

Este énfasis en el plano psicológico ha escamoteado de un examen crítico más detenido las propuestas técnicas y el método de trabajo del técnico argentino.

En general, este tipo de atención se prolonga a las conferencias de prensa, que ya no sirven para informarse de cuestiones técnicas o satisfacer la curiosidad del público, sino como plataformas para juegos mentales destinados a debilitar al rival y desviar las críticas, especialmente las más justificadas.

Es por eso que se ha extendido la vigencia del conductor neurótico, gestual, competitivo, un Charles Atlas del banquillo, capaz de echarse al hombro a todo un equipo y llevarlo a la victoria: Simeone, José Mourinho, Jürgen Klopp…
Aquí lo vemos gritando, pero Pekerman es un entrenador de apariencia tranquila.
Otro líder cuya credibilidad depende de su imagen en los medios es el jefe sereno, de pocas palabras, tipo Carlo Ancelotti o Manuel Pellegrini: no es casual que ambos hayan llegado a sus clubes para sustituir a jefes locuaces, autoritarios y neuróticos cuya gestión había fracasado tras el éxito inicial.

En realidad, no es una cuestión de elección, sino de carácter del personaje y también de la institución a la que sirven.

Entre los casos más interesantes de liderazgo de los últimos tiempos figuran los de Marcelo Bielsa y José Pekerman.

Bielsa, actualmente a cargo del Olympique de Marsella, que encabeza la Liga 1 de Francia, no es un orador elocuente pero en Chile, cuando dirigía al seleccionado nacional, acostumbraba a dar conferencias sobre conducción y responsabilidad del líder ante auditorios de empresarios y académicos.

Estas conferencias eran filmadas y tenían una amplia repercusión, con miles de hits en Youtube.

El respeto por su conducción determinó que la Federación de Fútbol de Chile nombrara sucesivamente a dos argentinos (Claudio Borghi y Jorge Sampaoli) al frente de su equipo nacional, algo que hubiera parecido anómalo años antes.
Bielsa, un exito en YouTube.
Pekerman, admirado seleccionador del equipo colombiano y con una extensa trayectoria al frente de equipos juveniles y el seleccionado argentino, ofrece una imagen plácida, diametralmente opuesta a la de su compatriota Simeone.

Comentaristas de todo pelaje coinciden en atribuir buena parte del éxito de ambos técnicos a sus personalidades reservadas y poco demostrativas, a su énfasis en conducir a sus grupos y no a la opinión pública a través de la TV.

Cada grupo, cada club, requiere de cierto tipo de jefe, según sus circunstancias.

Hay razones por las cuales el Real Madrid dio mucha autoridad a Mourinho y terminó reemplazándolo por un conductor muy diferente: la única semejanza entre ambos es su estatura como técnicos de reconocida trayectoria.
Ferguson también estuvo en Gleneagles. Aquí lo vemos junto a Rory McIlroy.
También hay razones (tal vez el amor propio de Alex Ferguson) por las cuales el Manchester United reemplazó a su gran líder histórico por un paisano suyo, cuyo fracaso determinó la elección de otro peso pesado del oficio.

El problema es que llamaron a Louis Van Gaal a último momento, cuando el hombre estaba distraído con el Mundial, y esta desatención ha resultado en un equipo tan descompensado como el Vasa, un galeón sueco que en su viaje inaugural, en 1628, zozobró a pocos centenares de metros del muelle de Estocolmo, porque era muy pesado arriba y demasiado liviano abajo.

El almirante sueco (un líder "delegativo", para nada similar al Cholo) se hundió con el Vasa… No fue una muerte heroica: todo fue tan rápido que presumiblemente no tuvo tiempo para escapar de su camarote.

Veremos qué suerte corre el capitán Van Gaal si el Manchester United, tan pesado en ataque y tan liviano en defensa, no recupera su estabilidad.

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