De jefes y su liderazgo
BBC News - septiembre de 2014
La cobertura periodística del fin
de semana retrató a Diego Simeone como un soberbio ejemplar de "buen
líder", y a Tom Watson como el "líder mediocre" más señalado de
la actualidad deportiva.
Simeone no necesita presentación,
mientras que Watson tal vez requiera un breve introito: ganador de ocho torneos
del Grand Slam, una de las auténticas glorias del golf, fue el capitán del
equipo de Estados Unidos que acaba de perder la Copa Ryder ante el equipo europeo
en Gleneagles, Escocia.
La presencia de Simeone en el
banquillo, o mejor dicho la raya de cal, alentando, recriminando y dando
instrucciones a sus jugadores, habría inspirado la victoria del Atlético de
Madrid 4-0 sobre el Sevilla, tras un periodo en que el técnico purgó un castigo
por inconducta, enjaulado en un palco.
En contraste, las vacilaciones de
Watson, su carácter plácido y sus supuestos errores en la selección de los
jugadores, han sido señalados por la crítica y hasta sus propios golfistas
(encabezados por Phil Mickelson) como las causas de la pesada derrota de su
equipo (16½-11½) en el torneo internacional.
Tom Watson, capitán del equipo de
Estados Unidos en la Copa Ryder.
El carácter exuberante de
Simeone, con sus arrebatos volcánicos (que provocaron la sanción mencionada),
tiene un lado bueno y uno malo, según la prédica de muchos expertos en
conducción de equipos de trabajo.
El Atlético de Madrid aprovecha
al máximo el bueno y por el momento no parece advertir las consecuencias del
malo.
El lado "malo", o
"negativo" (no se trata de una cuestión ética ni moral, sino de
posibles consecuencias no queridas), es que su estilo de conducción requiere de
sus hombres una concentración y un esfuerzo que terminarán agotándolos.
(El plantel del Atlético se
empeña en desmentir estos pronósticos agoreros.)
El liderazgo es una de las
virtudes de la conducción más citadas pero también menos comprendidas, porque
para medirlo se suele atender únicamente el último resultado, que puede
depender de diversos factores ajenos al líder.
Dejando de lado a los militares
(Napoleón exigía buena suerte a sus generales) y los políticos (que suelen
seguir en vez de guiar), en los negocios se suele hablar de tres tipos de
liderazgo: autoritario, democrático y delegativo.
El fútbol tiende a enfatizar el
papel del líder autoritario, un poco por la necesidad de un puño fuerte en un
vestuario numeroso y también porque la TV concentra su atención en el
banquillo: un gesto de desconcierto o impotencia por parte del técnico puede
significar el fin de su credibilidad.
En runrún periodístico hace
suponer que el Atlético de Madrid necesita al Cholo en la banda para que opere
a pleno el Cholismo, la droga psicológica que ha servido de combustible durante
sus exitosas campañas de los últimos años.
Este énfasis en el plano
psicológico ha escamoteado de un examen crítico más detenido las propuestas
técnicas y el método de trabajo del técnico argentino.
En general, este tipo de atención
se prolonga a las conferencias de prensa, que ya no sirven para informarse de
cuestiones técnicas o satisfacer la curiosidad del público, sino como
plataformas para juegos mentales destinados a debilitar al rival y desviar las
críticas, especialmente las más justificadas.
Es por eso que se ha extendido la
vigencia del conductor neurótico, gestual, competitivo, un Charles Atlas del
banquillo, capaz de echarse al hombro a todo un equipo y llevarlo a la
victoria: Simeone, José Mourinho, Jürgen Klopp…
Aquí lo vemos gritando, pero
Pekerman es un entrenador de apariencia tranquila.
Otro líder cuya credibilidad
depende de su imagen en los medios es el jefe sereno, de pocas palabras, tipo
Carlo Ancelotti o Manuel Pellegrini: no es casual que ambos hayan llegado a sus
clubes para sustituir a jefes locuaces, autoritarios y neuróticos cuya gestión
había fracasado tras el éxito inicial.
En realidad, no es una cuestión
de elección, sino de carácter del personaje y también de la institución a la
que sirven.
Entre los casos más interesantes
de liderazgo de los últimos tiempos figuran los de Marcelo Bielsa y José
Pekerman.
Bielsa, actualmente a cargo del
Olympique de Marsella, que encabeza la Liga 1 de Francia, no es un orador
elocuente pero en Chile, cuando dirigía al seleccionado nacional, acostumbraba
a dar conferencias sobre conducción y responsabilidad del líder ante auditorios
de empresarios y académicos.
Estas conferencias eran filmadas
y tenían una amplia repercusión, con miles de hits en Youtube.
El respeto por su conducción
determinó que la Federación de Fútbol de Chile nombrara sucesivamente a dos
argentinos (Claudio Borghi y Jorge Sampaoli) al frente de su equipo nacional,
algo que hubiera parecido anómalo años antes.
Bielsa, un exito en YouTube.
Pekerman, admirado seleccionador
del equipo colombiano y con una extensa trayectoria al frente de equipos
juveniles y el seleccionado argentino, ofrece una imagen plácida,
diametralmente opuesta a la de su compatriota Simeone.
Comentaristas de todo pelaje
coinciden en atribuir buena parte del éxito de ambos técnicos a sus
personalidades reservadas y poco demostrativas, a su énfasis en conducir a sus
grupos y no a la opinión pública a través de la TV.
Cada grupo, cada club, requiere
de cierto tipo de jefe, según sus circunstancias.
Hay razones por las cuales el
Real Madrid dio mucha autoridad a Mourinho y terminó reemplazándolo por un
conductor muy diferente: la única semejanza entre ambos es su estatura como
técnicos de reconocida trayectoria.
Ferguson también estuvo en
Gleneagles. Aquí lo vemos junto a Rory McIlroy.
También hay razones (tal vez el
amor propio de Alex Ferguson) por las cuales el Manchester United reemplazó a
su gran líder histórico por un paisano suyo, cuyo fracaso determinó la elección
de otro peso pesado del oficio.
El problema es que llamaron a
Louis Van Gaal a último momento, cuando el hombre estaba distraído con el
Mundial, y esta desatención ha resultado en un equipo tan descompensado como el
Vasa, un galeón sueco que en su viaje inaugural, en 1628, zozobró a pocos
centenares de metros del muelle de Estocolmo, porque era muy pesado arriba y
demasiado liviano abajo.
El almirante sueco (un líder
"delegativo", para nada similar al Cholo) se hundió con el Vasa… No
fue una muerte heroica: todo fue tan rápido que presumiblemente no tuvo tiempo
para escapar de su camarote.
Veremos qué suerte corre el
capitán Van Gaal si el Manchester United, tan pesado en ataque y tan liviano en
defensa, no recupera su estabilidad.
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