Cómo los rayos láser revelaron la
Atlántida de la jungla
La Nación - domingo, 28 de
septiembre de 2014
En la profundidad de la jungla de
Camboya se esconden los restos de una vasta ciudad medieval. Ahora, con la
ayuda de nueva tecnología, sus secretos están siendo revelados.
En abril de 1858, un joven
explorador francés, Henri Mouhot, zarpó de Londres con destino al sureste
asiático.
Durante los siguientes tres años,
se dedicó a viajar y descubrió exóticos insectos que todavía llevan su nombre.
Habríamos olvidado su existencia
de no ser por su diario, publicado en 1863, dos años después de que muriera de
fiebre en Laos, cuando tenía 35 años.
Los relatos de Mouhot cautivaron
lectores a los que les fascinaron sus vívidas descripciones de enormes templos
que la selva se tragó.
El joven explorador introdujo el
romántico y asombroso esplendor de la ciudad perdida de Angkor en Camboya.
"Uno de esos templos -rival
del de Salomón y construido por un antiguo Miguel Ángel- bien puede ocupar un
lugar honorable entre las más bellas edificaciones", escribió.
"Es más grandioso que
cualquier cosa que nos dejó Grecia o Roma", declaró.
Sus descripciones establecieron
firmemente en la cultura popular las seductoras fantasías de exploradores
aventureros que encuentran templos olvidados.
Hoy en día, Camboya es famosa por
esos edificios.
El más grande, Angkor Wat,
construido alrededor de 1150, sigue siendo el complejo religioso más grande del
mundo, con un área cuatro veces más grande que la Ciudad del Vaticano.
El templo atrae a dos millones de
turistas al año y tiene un lugar privilegiado en la bandera camboyana.
Pero en la época de Mouhot,
Angkor Wat era virtualmente desconocida para quienes no fueran monjes y
aldeanos locales.
La noción de que ese gran templo
alguna vez estuvo rodeado de una ciudad de casi un millón de personas era
totalmente desconocida.
Tomó más de un siglo de arduo
trabajo de campo arqueológico para rellenar el mapa.
La ciudad perdida de Angkor
empezó a reaparecer poco a poco, pero quedaban vacíos significativos.
Y, de repente, el año pasado un
grupo de arqueólogos anunció una serie de nuevos descubrimientos, sobre Angkor
y sobre una ciudad aún más antigua oculta en la profundidad de la jungla.
Un equipo internacional, dirigido
por Damian Evans, de la Universidad de Sidney, hizo un mapa sin precedentes de
un área de 370 kilómetros cuadrados alrededor de Angkor.
Un mapa tan detallado no es tarea
fácil dada la densidad de la selva y la prevalencia de minas que quedaron de la
guerra civil en Camboya.
¿Su secreto?
Lidar: una sofisticada tecnología
de teledetección que está revolucionando a la arqueología, especialmente en los
trópicos.
Montado en un helicóptero, el
aparato lidar del equipo disparó un millón de rayos láser cada 4 segundos que
atravesaban la cubierta forestal y registraban variaciones diminutas en la
topografía de la superficie del suelo.
Los resultados fueron
sorprendentes.
Los arqueólogos encontraron
paisajes urbanos indocumentados en el piso de la selva, con templos, caminos y
elaborados acueductos que se extendían por todo el territorio.
"Hay un 'momento eureka' en
el que uno pone toda la información en la pantalla la primera vez y ahí está:
una ciudad antigua claramente en frente de uno", le dice Evans a la BBC.
Esos nuevos descubrimientos
transformaron profundamente lo que sabemos de Angkor, la mayor ciudad medieval
del planeta.
En su apogeo, al final del siglo
XII, Angkor era una bullente metrópolis de 1.000 kilómetros cuadrados (pasarían
700 años antes de que Londres alcanzara un tamaño similar).
Había sido la capital del
poderoso Imperio jemer que, con sus reyes guerreros, dominó la región durante
siglos.
Pero sus orígenes eran un enigma.
Unas pocas inscripciones exiguas
indicaban que el imperio fue fundado a principios del siglo IX por un gran rey,
Jayavaman II, y que su capital original, Mahendraparvata, quedaba en algún
lugar de las colinas de Kulen, una meseta selvática al noreste del lugar en el
que se construiría más tarde Angkor.
Pero nadie estaba seguro de nada,
hasta que llegó el equipo lidar.
El estudio con láser reveló
trazos fantasmagóricos de templos desconocidos, así como una elaborada y
completamente inesperada red de bulevares ceremoniales, diques y lagunas
artificiales... una ciudad perdida, encontrada.
Lo que sorprendió aún más fue
toda la evidencia de la existencia de ingeniería hidráulica a gran escala, una
marca identificadora del Imperio jemer.
Para cuando la capital real fue
trasladada a Angkor, a finales del siglo IX, los ingenieros jemeres sabían
almacenar y distribuir vastas cantidades de la valiosa agua de las temporadas
del monzón usando una compleja red de enormes canales y embalses.
Aprovechar el monzón garantizaba
la alimentación y mantenía fantásticamente rica a la élite gubernamental.
Durante los siguientes tres
siglos, esa élite canalizó su fortuna hacia la construcción de la mayor
concentración de templos del mundo.
Uno de ellos, Preah Khan,
construido en 1191, contenía 60 toneladas de oro. Su valor hoy en día sería de
US$3.000 millones.
A pesar de la enorme riqueza de
la ciudad, se avecinaban problemas.
Al mismo tiempo que el programa
de construcción de templos en Angkor llegó a su clímax, su vital red hidráulica
se estaba deteriorando, en el peor momento.
Al fin del período medieval hubo
dramáticos cambios climáticos en Asia suroriental.
Los registros de anillos de árbol
muestran fluctuaciones repentinas entre condiciones extremadamente secas y húmedas,
y el mapa lidar revela daños catastróficos por inundaciones en el vital
acueducto de la ciudad.
Angkor entró en una espiral de
deterioro de la que nunca se recuperó.
En el siglo XV, los reyes jemeres
abandonaron su ciudad y se fueron a la costa.
Construyeron otra ciudad, Phnom
Penh, la capital de la Camboya moderna.
La vida en Angkor se fue
desvaneciendo.
Cuando Mouhot llegó, sólo
encontró los magníficos templos de piedra, muchos de ellos en un estado
lamentable.
Casi todo lo demás -desde las casas
comunes hasta los palacios reales, que eran de madera- se había podrido.
La vasta metrópolis que alguna
vez rodeó los templos había sido devorada por la selva.
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