Escocia se queda en el Reino
Unido, pero Gran Bretaña enfrenta un cambio
Reuters - sábado, 20 de
septiembre de 2014
Cuando 3,6 millones de escoceses
votaron el jueves sobre si abandonar o permanecer en el Reino Unido, estaban
contestando una simple pregunta: ¿debería ser Escocia un país independiente?
Por un tiempo algunos políticos
en ambos bandos del debate quisieron incluir una tercera opción en la papeleta:
máxima devolución de poderes a Escocia dentro de Gran Bretaña.
Hasta Alex Salmond, el primer
ministro escocés y líder del Partido Nacional Escocés (SNP, por su sigla en
inglés), apoyó incluir esa alternativa, argumentando que no estaba a favor de
"limitar las opciones de los escoceses".
Sin embargo, el primer ministro
británico, David Cameron, y muchos colegas de Salmond en el SNP estaban en
contra de la idea.
Los escoceses, dijo Cameron en
ese momento, se enfrentarán con "lo que siempre quise, que es una sola
pregunta. No dos preguntas, no máxima devolución, no opciones diferentes; una
sola y simple pregunta".
Los escoceses respondieron a esa
pregunta decisiva el jueves, votando en un 55 por ciento, contra un 45 por
ciento, el "Sí" permanecer en el Reino Unido de Gran Bretaña e
Irlanda del Norte.
Cameron, quien podría haber
enfrentado llamamientos para renunciar si la unión se quebrara, dijo que estaba
"encantado" con la decisión y que "no habrá disputas, no habrá
repetición".
"Tuvimos una oportunidad de
votar. De eso es lo que estoy orgullosa, estoy orgullosa de que voté que
sí", dijo Lindsay Burgar, una enfermera de la localidad de Oban.
Sin embargo, lo que los escoceses
también tuvieron -aunque no estaba en la papeleta- fue la promesa de una mayor
autonomía, algo parecido a la devolución máxima.
Los unionistas siempre dijeron
que ofrecerían a los escoceses mayor autonomía si votaban por permanecer en el
Reino Unido, pero no detallaron qué significaba eso.
El panorama comenzó a cambiar
cuando el pánico por una posible votación afirmativa se adueñó de la situación
dos semanas antes del referendo.
Los líderes de los conservadores
y de los demócratas liberales -que forman el actual Gobierno- y el opositor
Partido Laborista prometieron a los escoceses una vía rápida para una mayor
descentralización, incluidas decisiones sobre asistencia social, endeudamiento
y recaudación de impuestos.
También firmaron una promesa para
mantener indefinidamente los altos niveles de financiamiento que Escocia recibe
en comparación con otras regiones del Reino Unido.
El viernes, Cameron también
prometió que buscará reorganizar las disposiciones constitucionales para el
resto de Gran Bretaña.
"Es absolutamente correcto
que un nuevo y justo acuerdo para Escocia debe ir acompañado de un nuevo y
justo acuerdo que se aplique a todas las partes del Reino Unido", dijo.
Estas promesas abren una caja de
Pandora de futuros problemas. Muchos votantes fuera de Escocia ven las
ganancias del país como un soborno y se han quejado de que los escoceses
reciben un trato especial.
Las palabras de Cameron buscaban
abordar un espinoso problema constitucional: Escocia, Gales e Irlanda del Norte
eligen representantes para sus propios parlamentos regionales y para
Westminster. Los votantes ingleses, por otra parte, tienen representantes sólo
en Londres.
Si sus cambios propuestos no
avanzan lo suficiente, llevaría a un mayor respaldo a los partidos populistas,
como el euroescéptico Partido Independiente del Reino Unido, en las elecciones
generales del 2015. Eso, a su vez, aumentaría las posibilidades de que Gran
Bretaña abandone la Unión Europea.
"El genio salió de la
botella", dijo el legislador laborista Peter Hain sobre la necesidad de
cambio. Hain ha sido Secretario de Estado de Gales y de Irlanda del Norte.
"Necesitamos reconocer la
realidad de que el Reino Unido debería tener una estructura política federal
con una disposición constitucional que defina la demarcación de poderes entre
Westminster y el resto del Reino Unido", argumentó.
Ello estará plagado de
dificultades, lo que explicaría la razón por la que los políticos han ignorado
el tema durante tanto tiempo.
Fue el laborista Tam Dalyell
quien en 1977 expuso por primera vez la pregunta de ¿deberían los legisladores
de Escocia electos para Westminster votar sobre temas ingleses, si los legisladores
ingleses no pueden votar sobre asuntos de Escocia?
El tema es más pertinente ahora
que las asambleas en Edimburgo, Belfast y Cardiff controlan los asuntos
domésticos sobre los que los legisladores ingleses no tienen poder de decisión.
Como resultado, algunos políticos ingleses argumentan que Inglaterra debería
poseer su propio parlamento.
Graham Allen, legislador
laborista y presidente de un comité parlamentario que dijo que investigará el
futuro de la descentralización, es uno de los que cree que Inglaterra no
necesita su propio parlamento, pero que debería combinar la unión con una mayor
devolución a las regiones.
El cambio, dijo, es necesario
tanto como inevitable.
"Creo que ellos (los
políticos) probaron (...) que pueden moverse como un rayo cuando lo
necesitan", dijo Allen. "Necesitamos que todos los partidos se
fortalezcan, muestren algo de liderazgo y de audacia y se comprometan
públicamente a devolución y unión, los dos pilares para los próximos 200 años
en el Reino Unido", afirmó.
"De lo contrario, es una
trinchera de guerra y un cambio poco sistemático, con crisis y ansiedad, y no
creo que eso sea necesario", agregó.
¿LEGADO DE THATCHER?
Para entender cómo Gran Bretaña
temió que podría perder Escocia, y por qué sus líderes se sintieron obligados a
ofrecer tantas concesiones, hay que ver el creciente descontento de los
escoceses con el camino que ha tomado Gran Bretaña en las últimas décadas.
Muchos ven a los gobernantes en
el parlamento británico, y generalmente más el rico sureste, como arrogantes,
indiferentes y elitistas.
"Quienes han estado en el
Gobierno en Westminster no han interactuado realmente ni entendido por completo
las preocupaciones de Escocia", dijo Simon Reevell, un legislador
conservador y miembro de la Comisión de Asuntos Escoceses en Westminster.
"No es algo que apareció en
las últimas semanas. Es aprovechar un hondo sentimiento de que estarán mejor
por sí mismos y creo que eso se refleja en cómo se ha gobernado a Escocia bajo
todos los grandes partidos políticos, probablemente en los últimos 30
años", agregó.
Los escoceses no se han quedado
sin voz en Londres. El predecesor de Cameron era un escocés: Gordon Brown del
Partido Laborista, quien sirvió en el número 10 de Downing Street por casi tres
años y, antes, fue el poderoso ministro de Finanzas durante 10 años bajo el
Gobierno del primer ministro Tony Blair.
Otros escoceses tuvieron cargos
destacados en los gobiernos de Blair, lo que llevó a un presentador de
televisión a decir en el 2005 que Gran Bretaña vivía bajo un "imperio
escocés".
Lo que comenzó a hacer a la
independencia económicamente atractiva para los escoceses fue el desarrollo de
la industria petrolera en el Mar del Norte -mayormente en aguas escocesas- que
comenzó a generar grandes ingresos impositivos en la década de 1970.
Una votación en 1979 sobre una
asamblea autónoma escocesa ganó una estrecha mayoría de los que sufragaron,
pero no llegó a nada porque la asistencia a las urnas fue menor a la requerida.
El panorama cambió más en la
década de 1980, cuando una inclinación hacia la izquierda que había comenzado
en Escocia en la década de 1960 se intensificó luego de que el Gobierno
conservador de Margaret Thatcher reformó Gran Bretaña.
Thatcher y los conservadores
privatizaron compañías estatales y controlaron los sindicatos. La industria pesada
escocesa estaba diezmada y aún existe resentimiento sobre la manera en que
Thatcher usó a Escocia como terreno de prueba para un impuesto fijo.
"Es innegable que el
conservadurismo radical de la década de 1980 enfrentó a Escocia con un nuevo
desafío que no había tenido desde mediados del Siglo XVIII", dijo Tom
Devine, un historiador escocés, esta semana en la Universidad de Glasgow.
Pese a que Thatcher ganó tres
elecciones, sus políticas dividieron al país; y los escoceses eran sus
opositores más feroces.
"No era simplemente la
oposición a una política económica", dijo Devine. "Era una política
económica que era ajena (...) Eso es lo que muchos pensaban en esa época",
agregó.
Cuando los laboristas ganaron el
poder en 1997, el partido prometió una nueva votación sobre la
descentralización. Esta vez fue aprobada fácilmente; en 1999 se estableció un
Parlamento escocés en Edimburgo.
Lejos de apaciguar el fuego
nacionalista, sin embargo, la medida generó más sentimientos independentistas.
Esa expectativa aumentó durante los años del Gobierno laborista, y
especialmente luego de que Blair llevara a Gran Bretaña a la guerra de Irak.
LA CUESTIÓN
El SNP formó un popular Gobierno
de minoría en el 2007, pero no se preveía una votación por la independencia sino
hasta el 2011, cuando la arrolladora victoria en las elecciones los llevó a
tener su primer Gobierno mayoritario.
"Antes de que el SNP ganara
en el 2011, la independencia había sido algo en lo que las personas en realidad
no pensaban", dijo Stephen Noon, estratega jefe de la campaña por la
secesión.
"Cuando el SNP ganó, (la
idea) se volvió algo real", agregó.
Pese a eso, las encuestas aún
sugerían que una votación por continuar en la unión era algo seguro.
En los 15 años que antecedieron
el 2012 y el Acuerdo de Edimburgo, el apoyo a la independencia no había
superado el 35 por ciento, según datos del Social Attitudes Survey para
Escocia.
Casi todos en Westminster creían
que una separación era algo impensable.
El sentimiento era "tengamos
el debate y veamos si es un sí o un no", dijo un funcionario británico de
alto rango. "Claramente siempre sentimos que teníamos el argumento
correcto. Claramente el Gobierno británico pensó que podría ganar esa
discusión", agregó.
La insistencia de Cameron de una
votación limitada a un "No" o un "Sí" no tenía la única
intención de dar una opción clara.
También descansaba en el hecho de
que la visión del SNP de la opción de la máxima descentralización, o
"devo-max", era de amplio alcance, incluyendo todas las áreas salvo
defensa, política exterior y moneda.
"Se tendrían dos sistemas de
pensiones estatales distintos dentro de un solo Estado. Se tendrían dos
regímenes de seguridad social distintos en un solo Estado y dos políticas
diferentes de inmigración y de ciudadanía en solo Estado", dijo Adam
Tomkins, profesor de Derecho Constitucional.
Tomkins fue el asesor de la
campaña por el "No" -con el lema "Better Together" (Unidos
Mejor)- que fue presentada ante la comisión del Parlamento inglés sobre el
referendo.
"No existe Estado alguno en
el mundo que esté gobernado de esa forma. (La alternativa del) devo-max como la
definió el SNP no es realizable y no tiene precedentes", agregó.
Tomkins cree que Cameron no
quería que se viera como si Londres estuviera dictando las condiciones de
nuevo. "Supongan que Westminster hubiera tenido más mano dura: exactamente
así se habría visto en Escocia. Pueden ver los riesgos", dijo.
"En lo que se ha apoyado el
SNP, durante toda mi vida, es en una cultura del agravio de las políticas
escocesas y lo último que querría hacer Westminster sería agraviar más al
SNP", añadió.
Pero aquello de tratarlos con
guantes de seda le dio al SNP poder sobre otras decisiones cruciales.
El partido no sólo tuvo la
facultad de definir los temas del referendo -la redacción exacta fue levemente
modificada por la Comisión Electoral-, sino que además le dio a personas de 16
y 17 años el derecho a votar, decisión calificada por un legislador del Partido
Conservador como "ridícula".
Uno de los puntos decisivos: el
SNP eligió la fecha de la votación. Cameron quería que el referendo se
realizara en el 2013. Pero el partido escocés quería más tiempo para prepararse
y salirse con la suya.
"Salmond y sus asesores
siempre supieron que estaban más atrás en las encuestas y que iban a necesitar
un largo tiempo para preparar el terreno", dijo David Torrance, biógrafo
del político. "Si se considera el resultado de los sondeos, fue la
culminación de una campaña de combustión lenta, una campaña muy, muy
inteligente. Y necesitaron dos años para hacerlo", comentó.
"Cameron podría haber
calculado que no iba a hacer ninguna diferencia. Pero en realidad, al darles un
año extra, podría afirmarse que fue allí donde se equivocó", agregó.
A medida que los nacionalistas
ganaban terreno, Londres terminó prometiendo a los escoceses más facultades,
pese al rechazo que le tenía Cameron al comienzo a ofrecer una votación sobre
el "devo-max".
LA CAMPAÑA
Llegó a ese punto porque
"Better Together", la campaña de quienes abogaban por la unión, fue
poco llamativa. Sólo los esfuerzos del ex primer ministro laborista Brown le
dieron algo de peso.
Aunque los unionistas fueron los
ganadores en el primer debate televisivo, a comienzos de agosto, el ex ministro
de Finanzas Alistair Darling, laborista y escocés, elegido para encabezar la
campaña del "No", era percibido a menudo como una figura seca y
distante.
Darling no lograba despertar
pasiones, a diferencia de Salmond, que tiene un toque populista y talento
histriónico.
Algunas veces "Better
Together" entregaba un mensaje poco claro, en parte porque combinaba de
forma extraña a políticos conservadores, laboristas y a demócratas liberales,
más acostumbrados a criticarse mutuamente.
Aquello resultó en que sus
intentos por atraer a los votantes escoceses muchas veces se veían torpes.
Una vez, funcionarios del Tesoro
británico publicaron en una página del Gobierno una lista en tono de broma de
las 12 principales ventajas financieras de votar por el "No", como
que los escoceses podrían "compartir una comida de 'fish and chips' con su
familia todos los días de la semana por unas 10 semanas, con un par de
porciones adicionales de guisantes".
El SNP dijo que eso era paternalista.
Y no fue sino hasta que Brown intensificó sus esfuerzos, en las últimas
semanas, que la campaña por el "No" volvió a la senda.
Pero para entonces ya se había
disparado el apoyo a la campaña de la independencia.
"Es muy difícil desarrollar
una campaña cuando le estás diciendo 'no' a todo", dijo David Yelland, ex
editor del diario Sun y actualmente socio de la firma de Relaciones Públicas
Brunswick.
"Siempre iba a ser una tarea
difícil porque se necesita energía, brío y vigor en torno a las campañas políticas",
agregó.
Con un mejor juego a nivel del
suelo, la campaña por la secesión "alejó la conversación desde la
categoría de Estado a la política: ¿qué tipo de Escocia queremos?", apuntó
Tomkins.
MAYORES PODERES
Cuando las encuestas revelaron el
creciente apoyo para la separación de Reino Unido, la campaña por el
"No" sacó un cronograma acelerado que le daría a partir del año
siguiente mayor poder de decisión a los escoceses.
Salmond se burló de la oferta.
"En realidad es un insulto a
la inteligencia del pueblo escocés refritar esas propuestas de último minuto y
esperar más allá de toda esperanza que las personas crean que son algo
concreto", declaró el líder escocés de 59 años.
Los poderes ofrecidos no alcanzaban
la radical visión del "devo-max" que tenía Salmond. Pero sí le daban
a Escocia un trato especial en comparación al de otras regiones de Reino Unido.
Las reacciones desde el resto de
Gran Bretaña fueron una mezcla de rabia e incredulidad.
"La fórmula de
financiamiento para Escocia (...) ya otorga un financiamiento al norte de la
frontera que supera holgadamente lo que gasta per cápita en otras partes de la
unión", escribió la legisladora conservadora Claire Perry en una columna
de un diario el día del referendo.
"Lo que se necesita es un
análisis frío y calmado, no promesas de regalos financieros para calmar al
señor Salmond", agregó.
Los políticos desde la izquierda
del laborismo al derechista Nigel Farrge del Partido Independiente dijeron que
el Reino Unido ahora necesitaba una nueva disposición constitucional.
El legislador conservador John
Redwood demandó un parlamento inglés, aunque otros, como el primer ministro,
dijeron que eso era ir muy lejos.
La perspectiva de una menos
centralizada Gran Bretaña conlleva riesgos aunque también recompensas.
Un elemento negativo de la
decisión de devolver más poderes podría ser una dañina competencia entre
autoridades regionales o locales para recortar impuestos para así atraer
inversiones, lo que posiblemente resultaría en menores ingresos impositivos en
general, dijo David Philips, un economista del Instituto de Estudios Fiscales.
Al mismo tiempo, el Instituto de
Investigación de Políticas Públicas, argumenta que transferir algunos poderes
desde Westminster podría ser positivo para el crecimiento.
Pase lo que pase, Gran Bretaña
cambiará tras el referendo.
El status quo -en el que
legisladores de Escocia y Gales en Westminster mantiene su voz en decisiones
sobre temas relacionados con Inglaterra- no puede continuar, dijo Reevell.
Luego de que se anunció el
resultado del referendo, Cameron buscó abordar esas preocupaciones refiriéndose
a una disposición constitucional "para todas las partes del Reino
Unido".
Pero los aspectos prácticos aún
deben decidirse y el debate podría ser rebelde.
Al aceptar la derrota, Salmond
recordó a Cameron sus promesas: "Escocia esperará que se cumplan con
rapidez".
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