Cuántos deben estar al mando de
la economía en un país
LaNacion - domingo, 1 de junio
de 2014
Según los diarios, el ministro de
economía y el presidente del Banco Central se lo pasan cruzando espadas. ¿Hay
un doble comando en la porción del Gobierno encargada de la política económica?
Si tiene que haber un comando único, ¿quién debe subordinarse a quién?
Al respecto entrevisté al ruso
Yegor Timurovich Gaidar (1956-2009), quien a los 35 años fue ministro de
economía del presidente Boris Yeltsin. En 1991 el sistema económico de la ex
Unión Soviética estaba totalmente colapsado. Aplicó una terapia de shock, eliminando
los controles de precios, recortando de manera masiva el gasto público y
poniendo en práctica la primera ola de privatizaciones. Mostró no solamente
coraje intelectual, sino también físico, en un país acostumbrado a la violencia
política. "No estaba absolutamente seguro de que tendría éxito, pero sí de
que no había alternativa y también de que la dilación en la toma de decisiones
era suicida para el país. Diagnóstico que compartía Yeltsin", afirmó.
-¿Cuántos responsables máximos de
la política económica deben existir en un país?
-El rol fundamental del
responsable último de la política económica consiste en jerarquizar los
objetivos, coordinar las diferentes medidas que se adoptan y dirimir los
conflictos, cuando una medida mejora la realidad según un objetivo, pero la
deteriora según otro. Es un rol individisible, por lo que el número óptimo es
uno.
-¿Cómo hace Estados Unidos, que
no tiene ministro de economía?
-La cuestión no es una de
organigrama. Alguien ejerce el rol: el secretario de Hacienda, el presidente de
la Reserva Federal o el titular del Consejo de Asesores Económicos. En la
Argentina, ¿quién era el ministro de economía cuando a mediados de 1982 Domingo
Felipe Cavallo ocupó la presidencia del Banco Central?; ¿quién miró al Ministerio
de Economía para orientarse, luego de que en noviembre de 2005 Roberto Lavagna
dejara el cargo?
-Pero, entonces, ¿la cuestión no
es Axel Kicillof versus Juan Carlos Fábrega?
-No ignoro la diferencia de
formación y personalidad que existe entre el ministro de Economía y el titular
del BCRA. Esté último, aplomado, llega desde la operatoria bancaria; aquel,
fogoso, llega desde una peculiar lectura de los escritos de Karl Heinrich Marx
y John Maynard Keynes. Pero más allá del atractivo periodístico que surge de
estas diferencias, la cuestión está en otro lado.
-¿Dónde?
-En que el actual gobierno está
en su último período, lo cual lo debilita; está en la etapa del ciclo en la
cual comenzó la recesión, con una importante tasa de inflación, preocupante
combinación, y por si esto fuera poco, nadie le cree nada. Un cóctel objetivo,
más allá de las personalidades.
-¿Y entonces?
-Muchos objetivos, pocos
instrumentos. En las actuales condiciones políticas, estos últimos son
modificados porque el Gobierno rota el objetivo que considera más importante.
Ejemplo: a veces las tasas de interés sirven para frenar el aumento del dólar,
a veces para estimular la actividad y el empleo. Pero para lo primero tienen
que subir y para lo segundo, bajar. Cuando a veces suben y a veces bajan, nos
quedamos sin el pan y sin la torta. Kicillof y Fábrega se reúnen con la
presidenta de la Nación, buscando inclinar la balanza a su favor, lo cual
quiere decir que Cristina Fernández de Kirchner es hoy la verdadera titular de
la cartera económica.
-¿La solución?
-No existe, porque la raíz del
problema está en la falta de credibilidad en la acción gubernamental. Los
integrantes del equipo económico pueden ser parte del problema si su accionar
ignora las limitaciones políticas o no se basa en un comportamiento realista de
la población en general, o de los empresarios en particular. Lo mejor que
pueden hacer, en las actuales circunstancias, es evitar males mayores, tarea
ingrata por ser poco reconocida, pero muy importante. El próximo gobierno
contará, inicialmente al menos, con cierta credibilidad, aumentando su margen
de maniobra. Veremos, entonces, quien ejercerá el rol adjudicado al ministro de
economía.
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