Brasil acoge el Mundial con
aeropuertos desfasados
Associated Press - martes, 10
de junio de 2014
Los hinchas de fútbol que llegan
estos días a Brasil para ver a sus selecciones competir en la Copa Mundial
deberán primero abrirse paso por terminales aeroportuarias con obras en plena
marcha, pocas señalizaciones, prácticamente sin aire acondicionado y con
escasos taxis.
El Mundial se inaugura el jueves,
y los aeropuertos se preparan para recibir la oleada de viajantes
internacionales en ocasión del máximo certamen del fútbol. Las autoridades
insisten en que están listas, pero los pasajeros podrían toparse con aeropuertos
desfasados en su cronograma de obras respecto del Mundial.
Es una suerte de "aterrizaje
forzoso".
Tal es el ejemplo de Guarulhos.
Si bien el aeropuerto más atareado de Sudamérica dispuso de casi siete años
para prepararse desde que Brasil obtuvo la sede del Mundial, la nueva terminal
internacional —a un coste de 1.300 millones de dólares— si acaso puede
funcionar en un cuarto de su capacidad, obligando que los viajeros desembarquen
en una infraestructura de mala iluminación y con el estilo arquitectónico brutalista
de los años de la dictadura militar, de hace más de tres décadas.
El lunes, apenas a cuatro días
del partido inaugural en Sao Paulo entre Croacia y Brasil, la cola para esperar
un taxi en tardó más de dos horas y el tráfico estaba atascado por una huelga
de empleados del servicio de metro.
"Pongámoslo de esta manera,
no estamos mostrándole al mundo nuestra mejor imagen", se lamentó Luiz
Gustavo Fraxino, consultor de infraestructura aeropuerto en la ciudad de
Curitiba, otra de las subsedes del Mundial.
Expertos aseguran que la culpa
recae en una mala planificación y la excesiva burocracia gubernamental. Además,
el proceso de privatización de los aeropuertos se tardó demasiado para comenzar
los trabajos de modernización.
La presidenta Dilma Rousseff ha
rechazado las críticas de que el país no estaba preparado y ha recordado sus
propias experiencias como jefa de estado, en la que ha quedado atrapada en
embotellamientos de tráfico en Londres.
Señala también que la presionada
infraestructura es el reflejo de una nación que progresa, a medida que la clase
media se expande y que los brasileños antes pobres pueden ahora viajar en
avión.
"No estamos construyendo los
aeropuertos sólo para el Mundial o para la FIFA", dijo la mandataria
recientemente. "Estamos construyéndolos para los brasileños".
Para moverse en Brasil, la única
alternativa es volar. Este es un país con el tamaño de un continente y carece
de conexiones ferroviarias para incluso los 419 kilómetros (260 millas) que
separan a Río de Sao Paulo, las dos grandes ciudades.
Tampoco ayuda que Brasil insistió
en tener 12 sedes, en vez de las ocho que recomendó la FIFA, algo que el propio
alcalde de Río, Eduardo Paes, ahora reconoce que fue un error.
Los visitantes que lleguen a Río
comenzarían a sudar casi de inmediato. Pese a que es el invierno en Brasil, las
temperaturas rondan los 26 grados centígrados (80 Fahrenheit) en esta semana, y
la humedad es cercana al 70%. Y el aire acondicionado en el aeropuerto tiende a
fallar.
En Brasilia, una tormenta
tropical de 20 minutos bastó para inundar los pisos de linóleo de su flamante
aeropuerto, lo que forzó a los viajeros brincar sobre el agua en la terminal.
En otras ciudades, los pasajeros deben caminar por debajo de andamios,
aglomerarse en las terminales o ver desde lejos las nuevas estructuras que no
se pudieron completar a tiempo para los ensayos respectivos.
Las comodidades disponibles en
otros aeropuertos, como los enchufes eléctricos o una red Wi-Fi que funcione
son difíciles de encontrar. Los viajantes que no hablen algo de portugués
pueden tener dificultades para entender a las autoridades locales. No hay
muchos anuncios en otros idiomas, ni impresos ni en los altavoces.
No es sólo una cuestión de
fastidio o falta de comodidades. Una investigación de la agencia protectora del
consumidor encontró irregularidades como salidas de emergencia que estaban
bloqueadas, extinguidores de fuego cuyas fechas de expiración habían vencido y
orinales averiados.
Alex Lima, un empleado de
seguridad de 31 años, quien labora en plataformas extractoras de petróleo, dijo
que el aeropuerto de Río ya no da más abasto, incluso cuando no se monta una
cita deportiva internacional de la magnitud del Mundial.
"Estoy aquí dos veces el mes
por cuestiones de trabajo, así que soy inmune a la locura", dijo Lima, al
esperar por un vuelo rumbo a Sao Paulo. "Pero para la gente que nunca ha
estado aquí y está acostumbrada a aeropuertos 'normales', esto debe ser
traumático".
Y si los visitantes piensan que
todos esos problemas se mitigarán con la hospitalidad de los brasileños, se
llevarán una sorpresa.
En un reflejo del ambiente arisco
en el país —seis de cada 10 brasileños en un sondeo reciente realizado por el
Pew Research Center dijeron que albergar el Mundial fue una mala idea porque
captaba recursos que debieran emplearse para la salud y educación— si acaso hay
colgado un par de pancartas colgantes alusivas al torneo y un muñeco gigante de
la mascota, Fuleco.
Pero sobran los porteros vestidos
con camisas de color marrón que tratan de convencer a los turistas para cambiar
ilegalmente dólares y euros por reales.
Recientemente, una holandesa que
viajó a Sao Paulo para alentar a su selección en el Mundial quedó patidifusa
cuando los funcionarios migratorios se llevaron su pasaporte para revisarlo sin
darle ningún tipo de explicación en inglés. Otros tres hombres jóvenes corrían
de un lado al otro preguntando a otros pasajeros por dónde debían dirigirse para
tomar una conexión a Río de Janeiro.
"Estamos felices de que
estamos viajando con una amiga que estudió aquí, caso contrario estaríamos
perdidas", dijo Christina Gubitosa, quien viaja con un grupo de amigos de
Filadelfia.
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