Los vinos de Argentina contra los de Chile, la
otra final
Infobae - lunes, 6 de julio de 2015
Las comparaciones son odiosas,
pero muchas veces sirven para entender mejor el contexto. Argentina y Chile se
enfrentan en una final de fútbol. Y la misma rivalidad que se verá en la cancha
es la que se refleja en las góndolas y restaurantes del mundo entero.
Hay muchos mitos dando vueltas.
Que los vinos de Chile son más conocido, que la Argentina lo está alcanzando en
las ventas globales, que Chile tiene reglas más claras, que el Malbec se
"come la cancha", etc.
La realidad es que ambos países
tienen historia, terruños, variedades y personajes que hacen posible que el
mundo hoy hable de sus vinos. Tantas diferencias como semejanzas alimentan el
debate de cuál produce los mejores vinos. Y al final, uno sólo será el
vencedor.
La naturaleza es sabia
Fabricio Portelli, sommelier
especializado relata a Infobae que un bodeguero le dijo: "La Cordillera de
Los Andes es la columna vertebral que une ambas naciones vitivinícolas".
Algo que en la realidad no se da, ya que a los Latinoamericanos les cuesta mucho
sacar a relucir la tan mencionada hermandad. Y el vino no es la excepción.
Los climas y suelos son bien
diferentes, tanto como la roja y la celeste y blanca. De un lado todos los
viñedos son influenciados por el mar; mientras que del otro es el desierto el
que manda. Tanto que se pueden diferenciar como vinos de mar y vinos de sol. Y
si bien comparten las latitudes, las alturas de los viñedos al pie de Los Andes
son muy diferentes. Del lado chileno son relativamente bajas, mientras que de
Salta a Mendoza, las alturas pueden llegar hasta los 3000 metros sobre el nivel
del mar. Y si bien la altitud no garantiza calidad, le confiere a los vinos una
identidad muy definida. "Es por ello que ninguno necesita envidiarle nada
al otro. Porque al carácter que brindan las brisas marinas, se le puede
competir con las intensidades de los vinos de altura", remarca el experto.
Las variedades son otro capítulo
importante y muy diferenciador. En este aspecto alguna vez surgió la
posibilidad de complementarse. Pero la realidad indica que la necesidad
competitiva de diferenciarse sigue siendo más importante.
"La Argentina tiene un Messi
del vino; sin dudas es el Malbec. Mientras en Chile no hay una uva que se
destaque tanto del resto, ya que la Carmenére no pudo trascender. Es decir que
en la comparación de un Malbec vs. un Carmenere, a igualdad de condiciones, el
Malbec es un claro ganador", dice Portelli.
También en la Argentina hay un
blanco diferente y popular; el Torrontés. Que da un vino único en el mundo, con
sus exuberancias florales bien marcadas. Un vino que en Chile no se consigue.
Después, ambos países producen
vinos a partir de las mismas vitis viníferas (uvas de origen europeo), con
características bien diferentes. Por ejemplo, señala, las variedades de ciclos
de madurez más cortos se lucen más en climas frescos, y por eso los Sauvignon
Blanc y Pinot Noir de Chile son más admirados en el mundo. "Y si bien en
Patagonia se intenta alcanzar la misma fama, falta mucho trabajo aún de este
lado de la Cordillera. En Cabernet Sauvignon, el rey de los tintos, ambos
países están bastante parejos, ya que existen grandes exponentes varietales y
blends en ambos países. Pero Chile aprovechó la "distracción" de la
Argentina con el Malbec y sacó una leve ventaja".
En el resto, ambos países ofrecen
una diversidad interesante, y así como la Bonarda puede consagrarse en nuestro
país, en Chile están intentando lograr algo similar con su uva autóctona
denominada País.
La importancia de los jugadores
Tanto en Chile como en Argentina
los nombres propios son muchos, y no es relevante compararlos entre ellos. Pero
sí es interesante entender a qué le está apuntando cada país. "Mientras en
Chile siguen desafiando los límites geográficos y climáticos, y reflotando su
uva nacional (país); en la Argentina se está enfocando en lograr vinos con
sentido de lugar. Y si bien esto deja de lado la importancia de los varietales,
es el Malbec el mejor intérprete de esos lugares. Y son las nuevas generaciones
locales las que se han propuesto ir más allá. Aprovechando la experiencia de
sus antepasados para desafiar al mundo; esta vez en serio; con los nuevos
grandes vinos argentinos".
En Chile las denominaciones de
origen están mejor desarrolladas, ya que cada Valle está muy bien delimitado.
En la Argentina recién ahora se toma conciencia de la importancia de defender
los límites naturales de cada zona en pos de resaltar características de los
vinos. Así nacieron las I.G. (Indicaciones Geográficas) Valles Calchaquíes y Paraje
Altamira, por ejemplo.
No obstante, en el Viejo Mundo
queda demostrado que un terruño necesita siglos para consolidarse y alcanzar la
elite de los más prestigiosos como Champagne, Borgoña, Burdeos, Toscana y
Ribera del Duero, entre otros.
Por estas latitudes, el trabajo
del hombre (enólogos y agrónomos) sigue siendo fundamental y necesario para
desarrollar los terruños con todos sus potenciales.
La importancia del país
Hay muchos otros aspectos que
condicionan el triunfo, tanto en la cancha como en los mercados de consumo.
Chile tiene una más larga trayectoria exportador y con reglas mucho más
estables. Pero la Argentina tiene un mercado interno tan importante, el cual
les permite a las bodegas planificar a partir de él, y que la exportación pase
a ser un plus más que una necesidad. "Esto, de alguna manera, explica la
reciente irrupción de las etiquetas argentinas en el mundo de las
exportaciones. Como ventaja, el posicionamiento logrado está más acorde a los
estándares exigentes de los consumidores actuales, lo que permite un potencial
de crecimiento mayor al de los hermanos trasandinos. Hoy Chile casi triplica en
ventas de vinos al mundo a la Argentina; mientras este duplica en producción y
consumo interno", asegura Portelli.
Se sabe que ningún vino es igual
a otro; en eso la naturaleza es perfecta, y le impide al hombre duplicar un
vino. Pero eso no implica que la estandarización no haya llegado al mundo
vitivinícola. Cuando una etiqueta tiene éxito, muchas otras tratan de seguirle
los pasos.
Pero el éxito está mucho más
cerca de la diferenciación. Aunque generalizando se puede decir que hay grandes
diferencias entre los vinos chilenos y argentinos.
Dice Portelli: "Los blancos
de clima marítimo, influenciados por el Océano Pacífico son más filosos, con su
acidez más marcad y un paso por boca más vertical. Mientras que los blancos
desérticos suelen ser más amables en su expresión frutal y voluptuosos. En
tintos pasa algo similar. Las nubes que sobran del otro lado, vendrían bien de
este; y los rayos de sol que abundan en nuestras regiones ayudarían mucho del
lado chileno. Pero en definitiva es parte del sello diferencial en los vinos de
cada país".
Y mientras algunos critican la
excesiva madurez y potencia (alcohólica) de los vinos argentinos, otros
critican un descriptor herbal muy característico que marca a muchos vinos
chilenos; el eucaliptus.
Pero para que un vino sea bien
considerado en el mundo, la imagen país es fundamental. Ya que en una góndola o
carta de restaurante con vinos del mundo, el primer diferencial no es ni el
precio, ni la calidad, ni la variedad, ni la marca; es el origen. Por eso, más
allá de las situaciones socio-económicas, los estandartes referentes de cada
país suman al momento que un consumidor debe elegir qué vino llevar. El tango,
Maradona; y ahora Messi; las carnes, y la Ciudad de Buenos Aires, son atributos
que pueden inclinar la balanza de las preferencias de cualquier amante del
vino.
"Desde hace más de quince
años recorro el país y las diferentes regiones vitivinícolas del mundo
degustando vinos. He cruzado la Cordillera algunas veces para catar vinos
chilenos exclusivamente. Algunas variedades se destacan más que las nuestras, y
hay etiquetas admirables. Pero si esta fuera una contienda, para mí no hay
dudas. El ganador es Argentina", concluye el experto.
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