Cómo influye internet en la
política y comunicación de gobierno
Forbes -
martes, 21 de julio de 2015
En los tiempos
actuales, la comunicación ocupa un papel fundamental para escuchar, evaluar,
compartir y sentir a las audiencias, así que darle significado a la relación
entre el gobierno y los internautas es una prioridad irrenunciable.
Internet es, sin duda –hasta ahora–, el medio
que más dramáticamente alteró el sentido, alcance, gravedad y ritmo de las
crisis en los medios de comunicación para los actores políticos.
Entre los factores más relevantes que
demuestran la influencia creciente de la red en política destacan:
La red ha generado un mayor empoderamiento del
ciudadano. Prácticamente cualquier persona es potencialmente un reportero si
cuenta con los instrumentos básicos y la cobertura de red para generar
información a través del canal más rápido de maneras entretenidas, novedosas,
dramáticas e impactantes. Hasta los medios establecidos tuvieron que alterar
sus formatos, contenidos y estilos para adaptarse, fusionarse y mantenerse al
corriente de tales tendencias.
Ante los eventos desafortunados, incidentes,
escándalos de corrupción y frecuentes desaciertos en el manejo de la imagen y
protocolos resulta sorprendente la pasividad, desinterés e incapacidad mostrada
por diversas áreas del gobierno para atender los efectos negativos de las
crisis resultantes.
Aunque los efectos negativos en la percepción
ciudadana son evidentes, las respuestas se apegan a los formatos obtusos y
tradicionales: silencio e indiferencia, el comunicado o la conferencia de
prensa, las explicaciones ridículas e inverosímiles, frases simplistas, el
ocultamiento, la distracción y la espera del olvido ciudadano.
Los gobiernos de avanzada saben que responder a
una crisis en redes sociales depende de mantener ideas novedosas, contenidos
diversos y riqueza de imágenes en blogs, podcats, RSS feeds, fotos, videos y
enlaces a recursos significativos. El uso de la red en materia política incluye
la conexión, interdependencia y retroalimentación entre ideas, políticas
públicas, posiciones, nuevas formas de expresión y las personas concebidas como
usuarios de servicios públicos, electores, simpatizantes, opositores y/o
críticos.
En los tiempos actuales, el liderazgo político
debe coincidir, o al menos acercarse, al liderazgo comunitario en redes; las
cualidades de dirección, capacidad de influencia, reputación, cercanía y
fortaleza deben mostrarse efectiva, mediática y virtualmente.
Perder la batalla en redes sociales es
consecuencia de la insistencia, oblicuidad y amaurosis de quienes desarrollaron
un personaje en lugar de potenciar la personalidad y carácter de un actor
político; de quienes no informan a detalle y de manera imparcial y autocrítica
a sus clientes; aplicando principios de telenovela que nunca podrán imponerse a
una realidad cotidiana.
El poder político es contundente: no admite
ensayos; aplasta a quienes no lo merecen; consume la energía y vitalidad del
actor cuando no puede ejercerlo; la expectativa ciudadana desgasta y reduce el
margen de maniobra del líder si éste no da muestras de su vigencia.
Si el poder no puede comunicar con
contundencia, merma, reduce y finalmente se vuelve en tu contra o se extingue.
Es un absoluto: se tiene o no se tiene; no admite mediocridad ni conformidad.
Es soberano, nadie igual a ti en lo interno y nadie superior en lo externo.
Como en la física, si pierdes tu espacio en medios, otro actor lo ocupará
desplazándote; tus silencios y ausencias los llenarán otros en tu nombre.
El celo del poder requiere de permanente
atención; no cuenta ni con escenarios, risas o aplausos grabados; no es un
formato de pantalla que puede dejar de lado el contexto ni la coyuntura; no se
ajusta a un script; es imprescindible contar con habilidades y capacidades, y
demostrarlas diariamente; la realidad política la ven todos, no sólo los que
prefieren un canal o una serie, por lo que sus reacciones no pueden ser
controladas, y si tienen coraje e ira, nadie puede pedirles que se lo guarden.
La red es caótica, multidireccional, libre,
independiente e informal, y como una moderna hidra, hay que saber entenderla.
La expectativa ciudadana no es de un final feliz, sino de resultados concretos,
tangibles, sostenibles. La política pública no es una ocurrencia; el impacto de
un programa social no se mide en rating sino en estadísticas claras y precisas.
El respeto del ciudadano hay que ganarlo, merecerlo y mantenerlo; hace falta
autoridad moral para ejercer influencia, tener credibilidad y sumar voluntades.
El líder político es un motivador; su estado de ánimo, sus actitudes, sus
comportamientos y el respeto a las normas influyen en los atributos que la
gente le concede y en las reacciones que genera.
Las instituciones de la República se sostienen
por la vigencia de sus principios, la legitimidad de quienes las encabezan, y
por el ejercicio democrático de los derechos y obligaciones incorporadas en
ellas. En una democracia moderna, la comunicación ocupa un papel fundamental
para escuchar, evaluar, compartir y sentir a las audiencias; darle significado
a la relación entre el gobierno y los internautas es una prioridad
irrenunciable.
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