Las palabras que nunca debes pronunciar para no
parecer un "quiero y no puedo"
El Confidencial - miércoles, 15 de julio
de 2015
Que una expresión sea gramaticalmente correcta
no quiere decir que esté bien utilizada ni que que no nos vaya a hacer quedar
mal. Hay determinadas palabras que utilizamos con mucha frecuencia y que, sin
darnos cuenta, no dicen nada bueno de nosotros, aunque parezcan términos poco
significativos. Quizá no nos hagan pasar por incultos, pero sí pertenecen a un
registro demasiado coloquial y dan lugar a ciertas implicaciones en nuestro
discurso que pueden restarle credibilidad.
Muchas de ellas podrían clasificarse dentro del
grupo de las muletillas, esas palabras que se repiten por hábito y de las que,
por lo general, se puede prescindir sin ver alterado el significado de la
oración. Las repetimos porque en una intervención oral nos vienen bien para
suavizar nuestra argumentación y darnos tiempo a pensar. Ya hemos hablado de
los errores que cometemos y que nos hacen parecer gente sin clase, así como de
las frases que hacen pensar a los demás que no tenemos ni idea de lo que
hablamos. Ahora es el turno de todas esas palabras que podemos eliminar por
completo, porque nadie las echará de menos.
Hacer: “Voy a hacer una cena en mi casa”
Los periodistas deberían saber, aunque no
siempre lo recuerden, que hay determinados verbos como “hacer”, “tener”,
“decir” o “dar” que son comodines de significado muy amplio y que deben
sustituirse por un sinónimo más apropiado. Por ejemplo, en la frase que
encabeza el epígrafe, en lugar de hacer una cena mejor sería que la
organizásemos. “Producir”, “elaborar”, “inventar”, “realizar”, “terminar”,
“ejecutar”, “representar” y unas cuantas decenas más de palabras son buenos
sustitutos para este término. Aunque cuidado: como advierte Fundeu, hay tres
verbos, “realizar”, “iniciar” y “finalizar” que han terminado por convertirse
en comodines. Así que nada de realizar viajes, iniciar expedientes ni finalizar
congresos.
Cosas: “Es una de las cosas que más me
preguntan”
El sustantivo comodín por excelencia, que puede
sustituir prácticamente cualquier concepto. ¿Por qué nos gusta tanto? Porque
puede nombrar prácticamente cualquier cosa (uy, perdón, objeto) físico o ente
imaginario, y nos ahorra bastante esfuerzo mental a la hora de buscar un
sinónimo… Así como evita que tengamos que proporcionar más información. Por
ejemplo, si decimos “hay una cosa que quiero explicarte luego” evitamos dar más
detalles y, de paso, creamos expectación.
No siempre es posible, pero debemos intentar
encontrar alternativas más concretas. Por ejemplo, “me han contado un secreto”
por “me han contado una cosa” o “voy a dejar la maleta en la habitación” por
“voy a dejar las cosas”.
“¿Verdad?”, “¿no?”
Ya explicamos que la locución “¿me entiendes?”,
además de sonar demasiado a Belén Esteban, sugiere a nuestro interlocutor dos
matices de significado no especialmente positivos: que no estamos seguros de lo
que hablamos y que desconfiamos de su inteligencia. Algo semejante ocurre con
estas dos preguntas, que buscan constantemente la aprobación de la persona con
la que estamos hablando. ¿No resulta agotador tener que asentir cada vez que
alguien termina una frase, por mucho que esta palabra tenga una función
eminentemente fática?
“El tema de…”
“El tema del presupuesto lo vemos ahora”, “el
tema de la comida”, “el tema del alojamiento”, “el tema del paro”… Hay muchas
maneras de decir lo mismo sin tener que recurrir a esta fórmula un tanto
artificial. Por ejemplo, replanteando la frase (“ahora hablamos del
presupuesto”) o, como en otras ocasiones, buscando un sinónimo más acertado
(“el problema del paro”).
“Producirse”
En ocasiones, para evitar el comodín del
“hacer”, los periodistas recurrimos a “producirse”, otro verbo que vale tanto
para un roto como para un descosido. De repente, se producen reuniones,
partidos de fútbol, accidentes, subidas en bolsa, crisis financieras,
especulaciones, conversaciones, rumores, acercamientos, privatizaciones,
errores… Todo es susceptible de producirse. Busquemos sinónimos como “surgir”,
“ocasionar”, “provocar”, “resultar”, “llevar a cabo”…
Tener: “He tenido muchos errores”
Otro Jinete del Apocalipsis lingüístico en
forma de comodín. Se pueden tener muchas cosas, de un cargo (que también se
desempeña) a un síntoma (que se puede presentar), pasando por los errores de la
frase que encabeza el epígrafe, que se suelen cometer. Abusar de los verbos
comodín resta precisión y estilo a nuestro discurso. Un buen orador dispone de
un amplio repertorio de sinónimos de los que echar mano cuando los necesite.
“Fíjate”, “mira”, “escucha”…
Muletillas verbales muy utilizadas, y que
suenan algo autoritarias: al fin y al cabo, estamos utilizando un imperativo
para llamar la atención de la otra persona. “Mira, pero es lo que hay”, que se
suele decir. O el “mire usted”, que le decía José María Aznar a Felipe
González cuando debatían en el Congreso
y sabemos que no precisamente con ánimo conciliador. Es una forma quizá
demasiado vehemente de captar la atención de nuestro interlocutor.
“Y demás”, “y tal”, “y eso”…
Mucho nos reíamos de Jesús Gil por repetir
aquello de “y tal y tal”, pero deberíamos hacernos mirar nuestro abuso de estas
fórmulas para concluir las enumeraciones o dejar en suspenso una frase. Una
situación que siempre nos resulta un tanto peliaguda porque somos conscientes
de que debemos poner pronto un punto y seguido y no sabemos muy bien de qué
forma hacerlo.
“Totalmente”
Una de las marcas del lenguaje más pijo de
Estados Unidos es ese “totally” que se repite hasta la saciedad, y aunque no
tiene exactamente el mismo significado en español –aquel podría traducirse como
“total” o “demasiado”– sí es cierto que cada vez utilizamos más el “totalmente”
para afirmar o dar la razón a alguien de manera enfática.
En fin…
Quizá no pueda considerarse una palabra en el
sentido más riguroso del término pero, como explicaba un artículo de
Mentalfloss, dejar las frases sin terminar parece haberse convertido en una
moda, al menos en inglés. Cierto es que tiene su función lingüística (por
ejemplo, para expresar vacilación o cuando se omite una parte de una cita
textual o refrán), pero el texto llama la atención sobre la frecuencia con la
que se encuentran frases truncadas en intervenciones en la red o en artículos
periodísticos. Una buena muestra de que nuestra lengua cada vez está más llena
de sobreentendidos y de elipsis, algo que resulta económico pero que también
puede llevar a la confusión.
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