Neoliberalismo no es lo mismo que liberalismo
INFOnews - martes, 21 de julio de 2015
Liberalismo económico y neoliberalismo comparten
nombre pero no son lo mismo, y si bien ambos designan proyectos hegemónicos,
contienen grandes diferencias. El primero es el modelo que propuso Inglaterra
al mundo durante el siglo XIX y hasta la Primera Guerra Mundial para acelerar
su propia expansión industrial. El segundo es el proyecto de Estados Unidos
para extraer los recursos naturales que necesita del mundo y de ese modo
viabilizar su modelo de desarrollo basado en su propio mercado interno, publicó
Tiempo Argentino.
El eje fundamental del liberalismo es el libre
comercio de bienes y servicios. Bajo ese esquema, Inglaterra pretendía
consolidar su monopolio global en la producción industrial e importar del resto
de los países bienes primarios baratos. En dicha organización internacional del
trabajo la Argentina tenía asignado un papel muy claro: ser el granero del
mundo.
Con el final de la hegemonía inglesa, y luego
de 30 años de disputa con Alemania, Estados Unidos pasó a liderar los destinos
del capitalismo global. La novedad fue que la nueva potencia hegemónica no
sustentó sus logros en dominar el comercio internacional, sino que organizó un
imperio basado en la industria militar y en su moneda. La rama manufacturera
bélica fue y sigue siendo utilizada como motor del cambio tecnológico y de la
innovación en materiales, sistemas y procesos. Logró que el dólar funcione como
moneda global y sobre él ejerce una soberanía sin restricción alguna ya que
sólo tiene que emitirlo.
La industria militar de los Estados Unidos se
desarrolló con las dos guerras mundiales, se expandió durante la Guerra Fría y
se consolidó en la actualidad con las denominadas guerras preventivas contra el
terrorismo. Esa estrategia de crecimiento bélico-industrial explica que sea el
país con mayor gasto militar del mundo.
Durante 2014, el gasto en defensa de EE UU
representó el 34% del total global, suma que equivale al 110% de nuestro PBI.
En el ranking le sigue lejos la República Popular China, con 11%, y Rusia 5%,
según el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo. Esto
tiene su correlato en las más de 700 bases militares que se estima tiene fuera
de su territorio. Sin embargo el dato más significativo es la participación en
el mercado mundial de armas. En este caso, según los datos disponibles en U.S.
Arms Transfers Database Search, en el año 2000 Estados Unidos abarcaba el 60%
de la producción total, seguido por los países de Europa del Este de la OECD
con el 31 por ciento.
El liderazgo de la potencia del norte en las
finanzas también tiene su origen en la segunda guerra mundial. En este caso, la
combinación del plan Marshall para la reconstrucción de Europa Occidental y las
deudas que adquirieron los aliados por compras de armamento le dieron la
autoridad suficiente para imponer, a través del llamado acuerdo de Bretton
Woods, al dólar como la principal moneda de intercambio y ahorro a nivel
global. A partir de allí, la nueva potencia se despreocupó totalmente de la
competitividad comercial ya que pudo cubrir sus déficits comerciales con
emisión.
En resumen, el neoliberalismo o Consenso de
Washington consiste esencialmente en el despojo de los recursos naturales de
los países periféricos a través de las finanzas y las armas. En este contexto,
la Argentina al igual que otros países de América Latina, no tiene una función
concreta en la división internacional del trabajo. Durante el liberalismo
vendimos alimentos a Inglaterra; en el neoliberalismo no tiene sentido
económico basar nuestro crecimiento en el excluyente modelo agroexportador ,
tal como lo demuestra el proteccionismo agrícola de las principales potencias
de occidente.
En este contexto geopolítico, resistir el
despojo implica contar con un plan de desarrollo autónomo y con la fuerza
social suficiente para ejecutarlo utilizando nuestras propias capacidades
productivas. De lo contrario, el destino que nos tiene reservado el
neoliberalismo ya lo conocemos: inviabilidad económica que se convierte en
política y, finalmente, en un riesgo concreto de desintegración nacional.
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