La empresa chocolatera que logró mantenerse
joven después de 85 años
Forbes - martes, 7 de julio de 2015
La clave de esta firma reside en dos
jóvenes ejecutivos que asumieron las riendas de un negocio familiar muy popular
en los mercados de República Dominicana y Puerto Rico.
El chocolate es noble. Y lo digo
no sólo en función de que es un alimento que estimula las endorfinas y ayuda a
aumentar el nivel de serotonina para que nos sintamos felices; me refiero más
bien al hecho de que, cuando recibimos un chocolate, sabemos que es un gesto
especial. Con chocolates la gente se enamora, se pide perdón, se felicita y se
reconforta en los días tristes.
Siendo una persona de vena
comerciante, es muy posible que don Pedro Cortés se haya dado cuenta de la
oportunidad que la vida le puso en frente cuando alguien quiso honrarle una
deuda a cambio una máquina para hacer chocolate. Poco se sabe en torno a cómo aprendió
a elaborar el producto, pero la receta le funcionó de maravilla, tanto así que
lo bautizó con su propio apellido: Chocolate Cortés.
A partir de ese momento este
inmigrante catalán se la pasó de barco en barco entre Puerto Rico y República
Dominicana donde ya había establecido la primera planta procesadora de cacao.
Ya para 1931 comenzaron las primeras exportaciones de chocolate de mesa a
Puerto Rico y pronto establecería otra procesadora en ese país.
La receta sigue dando muchos
éxitos aun 85 años y cuatro generaciones después. Actualmente la empresa está
dirigida por los bisnietos de don Pedro: Ignacio Javier Cortés, que es el
vicepresidente comercial, y Eduardo Cortés, quien se desempeña como
vicepresidente de Operaciones. Ellos han heredado no solo un apellido, sino la
pasión y el compromiso que se requiere para mantener un negocio que le da
empleo a casi 600 personas entre puertorriqueños y dominicanos.
Ambos son jóvenes, pero cada uno
tiene una década desempeñándose en las distintas áreas del negocio, eso sin
contar que desde niños sus veranos los pasaban entre cultivos de cacao y
mercaderistas. Si contaran las veces que han cruzado el Canal de la Mona,
seguro tendrían un récord Guinness, y no es broma cuando dicen que se sienten
como “borinicanos”.
Algo es seguro, los dos hermanos
son como una bocanada de aire fresco dentro de la empresa que rompe con el
esquema conservador de los negocios familiares. Ellos aportan un estilo de
gerencia más alineado con los millennials, pero siempre enfocado en los
objetivos de la empresa. “Creo que el hecho de haber tenido siempre una cabeza
(antes su abuelo y luego su padre), el reto que tenemos es muy grande y entre
los dos trabajamos por el objetivo de hacer crecer el negocio a su máximo
potencial. La atención que mi hermano y yo ponemos por separado a cada uno de
los detalles en nuestras respectivas áreas de trabajo nos permite tener una
visión más amplia”, afirma Ignacio Javier.
Son de trato afable con todos los
empleados que pululan por las oficinas siempre con una gran sonrisa (tengo la
teoría que comen una buena ración de chocolate diaria para mantenerse así).
“Nuestro padre siempre nos ha dicho lo que a él le decían: que este negocio es
una gran responsabilidad que involucra el bienestar y el ingreso de muchas
familias; incluso hasta de una porción de la economía de dos países”, dice
Ignacio Javier. Bajo esta premisa, ambos jóvenes se manejan con la madurez y la
responsabilidad de los grandes empresarios.
La pregunta era obligada, ¿cómo
logran trabajar en armonía? Y la respuesta fue contundente: es cuestión de
respeto. Su padre Ignacio Cortés, aun en funciones como presidente, ha dejado
la mayor parte de las responsabilidades sobre las espaldas de sus hijos y hasta
el momento todo marcha de acuerdo con lo planeado. “Cada uno de nosotros tiene
un cargo dentro de la empresa y nos respetamos mucho, como conocemos la empresa
y el día a día dentro del negocio, sabemos que las decisiones que tomamos son
conscientes y responsables”, concluye Eduardo Cortés.
Las funciones e intereses de cada
uno siempre se complementaron, por un lado Ignacio Javier de 31 años estudió
Relaciones internacionales y desde que era un muchacho pedía trabajar con los
mercaderistas. De ahí aprendió que aspectos como el precio y la ubicación
influyen para que el consumidor compre un producto.
Por su parte, Eduardo (de 29
años) optó por estudiar Finanzas, pero siempre se interesó por la parte
agrícola del negocio, y a pesar de haber pasado por muchas áreas dentro de la
empresa, se ha identificado con los procesos de siembra y cosecha del cacao.
Por eso, es el encargado del proyecto de investigación de cacao, que consiste
en la creación de un banco genético para producir por injerto plantas de cacao
de mayor productividad y calidad. Además del proyecto de Responsabilidad Social
que desarrollan en la comunidad de Boyá.
Así es como estos hermanos
manejan una empresa que produce en República Dominicana más de 9,000 toneladas
métricas de chocolate al año, lo que significa que la mitad de los chocolates
que consumimos vienen de esta empresa.
De la producción total, exportan
20% a los mercados hispanos de los Estados Unidos, el Caribe y España. Además,
exportan marcas privadas a empresas líderes en los Estados Unidos y el Caribe,
así como cacao en grano y productos semiprocesados a los principales
manufactureros de los Estados Unidos, Europa, Centro y Sudamérica. Por cierto,
el cacao que procesan provienen de unos 200 productores dominicanos, a quienes
les compran directamente el producto.
Cortés Hermanos es, además, líder
en el mercado dominicano en la categoría de chocolate en tableta, ya que su
marca Embajador tiene una participación que oscila entre 85% y 90%, lo que
genera ventas cercanas a 16 millones de dólares (mdd). Un dato curioso es que
esta presentación es muy tradicional en el Caribe y un mes como diciembre se
consumen hasta 15 millones de tabletas de chocolate solo en República
Dominicana.
En la categoría de cacao en polvo
o instantáneo, tienen 60% del mercado y a pesar de la competencia con marcas
internacionales, las ventas han registrado alzas en los últimos cuatro años
generando más de 8 mdd. Mientras que en el mercado de las chocolatinas, que es
donde más competencia hay, tienen una participación de 50% y ventas por más de
6 mdd.
Compartir el éxito
Desde hace tres años el proyecto
Boyá es un ejemplo de cómo las empresas pueden desarrollar proyectos
sostenibles bajo la premisa de “ganar-ganar”. La iniciativa consiste en darle
herramientas a la comunidad de Boyá para construir un vivero con capacidad para
producir unas 9,000 plantas de cacao de alta productividad. Una vez en pie,
crearon CoopBoya, una cooperativa que se encarga de vender los árboles a los
productores y, que más adelante sirva de intermediaria entre ellos y Cortés
Hermanos a la hora de comprar sus cosechas.
A la fecha se han producido más
de 80,000 árboles y ya se terminó de construir la bodega donde podrán
almacenarse las cosechas que compre la cooperativa.
“Este proyecto ha sido muy
interesante, no solo porque hemos encontrado la forma de ayudar a la comunidad,
sino que vimos el cambio de actitud en las personas cuando las empoderas. Otras
incluso han sido contratadas por otras fincas después de trabajar en la
cooperativa”, sentencia Eduardo.
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