La nueva guerra del petróleo
América Economía - sábado, 22 de
noviembre de 2014
Hace poco el diario New York Times reveló
detalles sobre una estrategia secreta que pactaron Estados Unidos y Arabia
Saudita para controlar la producción petrolera en el Medio Oriente, para luego
generar una sobreoferta y precipitar la caída de la cotización del precio en
los últimos meses. Su estrategia apunta a la manipulación de los precios y
producir un colapso en las economías rusa, iraní y de otros actores en el
mercado petrolero.
Una política idéntica a la que pusieron en
marcha ambos países en 1986, que precipitó el desplome de los precios
internacionales y que incidieron de manera profunda en la quiebra de la
economía de la Unión Soviética. Indudablemente que Estados Unidos al aumentar
su producción petrolera con las nuevas tecnologías del fracking, y suplir parte
de su demanda interna, originó un cambio en el tablero petrolero mundial, un
nuevo orden y nuevas reglas de peso y contrapeso en el mercado del crudo.
Estados Unidos, además de cubrir parte de su
demanda interna ha comenzado exportar petróleo a países como Corea del Sur. De
manera que la sobreoferta ha debilitado la demanda y ha propiciado el desplome
de los precios internacionales. Por eso no es descabellada la información sobre
el pacto secreto de los dos mayores productores de crudo para afectar las
finanzas de países que están fuera de sus órbitas geoestratégicas.
Especialmente a Rusia que es el tercer
productor mundial de crudo, un país que desde que llegó al Kremlin Vladimir
Putin ha desplegado una política de resurgimiento imperial, pero con una gran
debilidad debido a que el petróleo, el gas y otros minerales son los
principales motores de su economía.
La economía rusa depende básicamente de las
exportaciones de materias primas y de las ventas de armas, donde el petróleo y
el gas aportan el 35% de su PIB, el 50% de los ingresos del Estado, más de la
mitad de las exportaciones y el 60% de la actividad industrial.
La estrategia de Estados Unidos contra Moscú
hace parte de una política estructurada por el Departamento del Tesoro, a
través de su oficina para Asuntos de Terrorismo e Inteligencia Financiera,
dependencia encargada de desarrollar una especie de guerra económica contra
países hostiles a los intereses estadounidenses. Oficina que tiene acceso al
sistema de los códigos SWIFT del sistema bancario de la Unión Europea y su
espionaje que permite conocer las fortalezas y las debilidades financieras de
las grandes multinacionales y de los países. Oficina clave para el despliegue
de la guerra petrolera contra Rusia.
Al mismo tiempo, la crisis política de Ucrania
ha servido de mampara a Estados Unidos y la Unión Europea desplegar una serie
de sanciones económicas en contra de Rusia, con el fin de diezmar su poderío
energético. En virtud de que Europa importa de Rusia el 67% del petrolero y el
gas que consume. Por eso al forzar la baja en el precio del crudo debilita su
poder energético, jugada determinante para reconfigurar un nuevo mapa en la
seguridad energética de Europa.
Su finalidad, una Europa libre de la
dependencia energética rusa, pero dentro de la zaga energética de Estados
Unidos y sus aliados. Es claro que detrás de las sanciones de Estados Unidos
contra Rusia se esconde una jugada geopolítica para que su socio estratégico en
el mundo árabe, Qatar, aumente sus exportaciones de gas a Europa.
Además, con las sanciones económicas lo que
busca es que las empresas petroleras rusas no pueden desarrollar explotaciones
con las nuevas tecnologías no convencionales, debido a que tienen fuertes
dependencias en esa materia de occidente.
Por eso las sanciones contra empresa petroleras
rusas como Gazprom, Lukoil, Surgutneftegas y Rosneft, además de restringir sus
accesos a los mercados de capitales de Estados Unidos y Europa, les impide
celebrar acuerdos con empresas petroleras estadounidenses y europeas para
recibir transferencias de tecnologías para los proyectos de explotaciones
petroleras en los campos de Siberia y en el Ártico ruso.
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