Zuckerberg: “Lo mejor que puede hacer hoy quien
quiera cambiar el mundo es fundar una empresa”
Apertura - viernes, 28 de noviembre de
2014
Sentado en su casa de Nob Hill, en San
Francisco, el aracnofóbico Tim Suzman observa cómo una araña virtual camina por
una mesa virtual. Si logra mantener la calma, se quedará mirando ejemplares
cada vez más grandes hasta que, eventualmente, pueda soportar que un arácnido
computarizado le camine por la mano. Usando el equipo de realidad virtual
Oculus, Suzman puede ver la habitación –y las arañas– en 360 grados.
Al principio, sentía la misma ansiedad ante las
virtuales que ante las reales pero, luego de unas semanas de práctica, ahora
puede tranquilizarse mientras una de tamaño mediano teje una tela en la pared.
“Ahora, cuando veo una araña en la vida real, mi reacción ya no es de pánico,
sino que recuerdo que ya estuve antes en esa situación y no fue tan mala,
porque mi cerebro piensa en lo que ocurrió en la realidad virtual”, explica.
Alguien como Suzman podría dedicarse a curar
fobias en Facebook, compañía que a principios de este año compró Oculus por u$s
2 mil millones. Se trata de la mayor apuesta de la empresa al desarrollo a
largo plazo de Internet... y al suyo propio. Porque Facebook no será la que hoy
conocemos. En realidad, la visión a futuro se orienta hacia la consolidación de
un sitio realmente abarcador a través del cual las personas realizarán cada vez
más sus actividades cotidianas.
Suzman renunció hace dos meses a su trabajo
para fundar una empresa llamada Fearless, con la que espera lograr que los
usuarios de Facebook usen la realidad virtual para visitar a sus terapeutas en
el sitio. Imagina el día en que entrar en el espacio virtual será algo tan
común como escoger un modelo de smartphone, y acaso más útil. “La forma más
directa sería crear una sala virtual en la que dos personas pudieran hablar como
si estuvieran físicamente ahí. Un terapeuta podría ofrecer el mismo servicio en
cualquier lugar del mundo”.
La realidad virtual es apenas la faceta más
futurista del plan de Facebook de transformarse en algo mucho más grande que un
lugar donde subir fotos de lo que comemos o ver videos de mascotas.
Emprendedores como Suzman se sienten atraídos por su vasta audiencia porque
Facebook es, sencillamente, el lugar donde está la gente. El sitio se encamina
a albergar a más habitantes que cualquier país del mundo, con 1.300 millones de
usuarios que casi equivalen a la población de China, el Estado más poblado del
planeta.
Ese hito es vital para el hombre que alguna vez
dijo que el poder, en su generación, se movía “de los países a las compañías”.
En esa declaración daba a entender que dirigir una empresa como Facebook podía
colocarlo al mismo nivel que los líderes mundiales. Mark Zuckerberg, el
fundador y presidente ejecutivo de la red social, era multimillonario apenas
pasados los 20 años.
Ahora que es treintañero, se dedica a construir
un nuevo país: Facebook. “Lo mejor que puede hacer hoy quien quiera cambiar el
mundo es fundar una empresa. Es el mejor modelo para lograr que las cosas se
hagan e internacionalizar tu visión”, declaró Zuckerberg a Kate Losse,
exempleada de Facebook que se convirtió en su redactora de discursos y lo citó
en el libro The boy kings: A journey into the heart of the social network.
Hacer terapia en Facebook es apenas el
comienzo. La empresa alista el sitio para prestar servicios que alguna vez
fueron atribución exclusiva del Estado-nación, desde la salud pública hasta la
educación. Esas funciones podrían incorporarse a la prestación principal o ser
aplicaciones separadas. Así como hoy los ‘ciudadanos’ de Facebook recorren el
muro y los perfiles de sus amigos y dejan un ‘Me gusta’ con sólo hacer clic, en
el futuro también podrían visitar al médico, seguir cursos universitarios o
mandar dólares a parientes en lugares lejanos mediante un mensajito en la red
social. En los primeros días de Facebook, había un cartel en el cuartel central
que decía: “Sólo conseguimos el 1 por ciento”. Ahora, una versión actualizada
podría rezar: “Sólo conseguimos el 5 por ciento”.
Para tener una idea de cómo Facebook se
modificará, podemos viajar a un conjunto de viviendas de protección estatal en
Salford, en el norte de Inglaterra, cuyos moradores usan Facebook para pagar
los alquileres. Visitando la página en Facebook de Salix Homes, la empresa que
administra esas propiedades en el centro de la ciudad, los habitantes pueden
cancelar la renta usando una aplicación incorporada. Cuando el gobierno
británico reclamó a quienes recibían beneficios habitacionales que pagaran los
alquileres en forma directa, Salix acudió al lugar en el que los moradores
pasaban más tiempo, es decir, Facebook.
En los primeros meses, más de una tercera parte
de los seguidores de Salix en Facebok habían usado la aplicación a través de
sus teléfonos celulares. La red social ha florecido en los teléfonos –allí
tiene más de la mitad de sus usuarios–, y pocos inquilinos de Salford tienen
computadoras de escritorio.
Facebook tiene 864 millones de usuarios diarios
en promedio
“Muchos decían que no entraban en Internet pero
sí a Facebook, al que no percibían como parte de Internet”, explica James
Allan, de Salix. Esa empresa no es la única que ve a Facebook como el lugar por
excelencia para llegar a la gente, un facilitador incluso para brindar
servicios mucho más privados. Si Facebook tiene la capacidad para llegar a las
masas dondequiera que vivan es porque también viven en Facebook.
Pero Facebook ya no es una red social. Hace
cuatro años, Mark Zuckerberg acostumbraba declamar que todo estaba destinado a
ser social. Dos años atrás, cuando se convirtió en una compañía de cotización
pública, mencionó 24 veces la palabra “social”. Pero ahora el vocablo cayó en
desgracia: en una reciente conferencia de prensa sólo la mencionó una vez.
Sucede que “lo social” se convirtió en un
concepto demasiado restrictivo para el afán de dominio de Zuckerberg: está
demasiado asociado con rivales más pequeños, como Twitter o Snapchat; y con la
doctrina de compartir, que ya no se ajusta a todo lo que quiere lograr
Facebook. David Kirkpatrick, autor de The Facebook effect, libro que trata
sobre el ascenso de la compañía, destaca que la salud y la educación son
“naturalmente algo reservado y cerrado” y para nada social.
“Facebook ha tenido grandes oportunidades que
ni siquiera empezó a sondear en el reino de los datos personales”, insinúa,
antes de añadir que Facebook nos conoce mejor que cualquier gobierno. “Si
pudieran garantizar la confidencialidad, serían un depósito natural de una
gigantesca cantidad de información sanitaria”, apunta. Esa masa de usuarios es
la que atrae a las compañías que hacen negocios en la plataforma, y retiene a
usuarios que la utilizan como un servicio público y no necesariamente por su
capacidad para compartir cosas con amigos. Su conocimiento íntimo de los gustos
y las vidas de una vasta cantidad de personas que pasan tiempo en el sitio se
está tornando mucho más importante que su anterior argumento de venta
consistente en definirse como una red social.
Ahora, en cambio, Zuckerberg tiene un nuevo
mantra de tres pilares que repite con la insistencia con que antes enfatizaba
“lo social”. El presidente ejecutivo esbozó por primera vez su visión ante sus
inversores en ocasión del reporte de ganancias del año pasado. Empieza con
“Conectar a todos”, una misión que garantice que los 7.100 millones de
habitantes del mundo accedan a Internet y, con ella, a Facebook.
Facebook cuenta con 703 millones de usuarios
diarios móviles
En su extremo más estrafalario, eso implica
incluso contratar ingenieros expertos en drones que trabajaban en una pequeña
empresa en Somerset, Inglaterra, para que desarrollen aviones no tripulados con
la esperanza de que presten conectividad desde el cielo. En el extremo más
aburrido, significa firmar contratos con operadores de redes para ofrecer
aplicaciones gratuitas a los clientes, de modo que todos los que tengan
teléfono puedan acceder a una tajada de la información online.
Sin embargo, mientras que el primer pilar es
ambicioso, el segundo y el tercero rayan el fanatismo. “Entender el mundo”
suena como un lema FODA pero, en verdad, implica que Facebook ordenará toda la
información del sitio –las actualizaciones, los ‘Me gusta’, las páginas– y
creará su propia base de datos explorable para competir con Google. En algunas
regiones ya se puede buscar dentro de Facebook a “amigos que les gusta correr
por las vías del tren”, por ejemplo.
Pero un día será posible usarla como una
función más profunda para rastrear, por caso, fotos de los gatos de los colegas
anteriores a 1995 o familiares que hicieron comentarios sobre la guerra en
Irak. Según lo explicó Zuckerberg, no sólo se trata de actualizaciones
cotidianas sino de “construir un conocimiento a largo plazo del mundo y poder
responder preguntas que ningún otro servicio puede contestar”.
El tercer pilar es el más difícil de imaginar
para los clientes actuales. Zuckerberg quiere que Facebook contribuya a
“construir la economía del conocimiento”, que se convierta en un lugar en el
que las personas creen puestos de trabajo y empresas, y sostengan “el gran
cambio económico mundial basado en la información y las ideas”. En vez de
desperdiciar el tiempo productivo de la gente, Facebook debería aumentar su
productividad otorgando herramientas para que se empoderen en sectores como
finanzas, educación y atención médica.
Cory Ondrejka, vicepresidente de Ingeniería en
Facebook, declaró a Financial Times que la misión de Facebook siempre fue clara
internamente y se discutió “a cada minuto desde que me incorporé hace cuatro
años. La visión de Mark de hacer un mundo más abierto y conectado es lo que
expresan esos tres pilares: conectar a todos, entender el mundo y construir la
economía del conocimiento usando esos dos elementos”.
En marzo, cuando adquirió Oculus, Zuckerberg
indicó cómo es la idea que tiene de Facebook en el futuro. Bajó la guardia al
señalar todas las posibilidades que Oculus brindaría a los usuarios sin salir
de sus casas. “Imaginemos disfrutar de un partido de tenis sentados al lado del
court, estudiar en un aula con estudiantes y maestros de todo el mundo, visitar
cara a cara al médico o ir de compras a un shopping virtual”, sugirió.
Ondrejka, quien hasta hace poco estuvo
trabajando en el proyecto Oculus, cree que la apuesta de Facebook por la
realidad virtual era inevitable: “Es la plataforma siguiente con la capacidad
de compartir experiencias totalmente nuevas. La realidad virtual va a ser parte
del ADN de Facebook de aquí en más”, ilustra.
Sin embargo, este nuevo Facebook –casi un país
por su magnitud– también podría ser un lugar complicado para vivir. Privado de
una Constitución y de elecciones para decidir su rumbo, su ‘ciudadanía’ ha
firmado un acuerdo con el sitio del que cada vez dependerá más... y sin saber
adónde conducirá todo finalmente.
Adi Kamdar, activista en temas de privacidad en
la Electronic Frontier Foundation, advierte que podría ser difícil comportarse
como ciudadano “en ese imperio alambicado”, especialmente cuando Facebook ya perdió
la confianza de muchos usuarios para que administre meramente fotos y posteos.
“Empezaron con un solo servicio como red social y construyeron un perfil sobre
vos, tus amigos, el lugar donde vivís... La gente confió, pensando que se
usaría para eso y, tal vez, para publicidad. Pero, de repente, sincroniza los
datos de tu salud o aprovecha para crear un sistema de pagos personalizado. Esa
información que dimos en el marco de un paradigma se expandió
exponencialmente”.
Agrega que los consumidores podrían
beneficiarse de una empresa que maneje tantas cosas –incluso creando productos
que cubran las necesidades de cada usuario–, pero deberían tener en cuenta que
“la empresa a la que dan la información hoy no es la empresa que será dentro de
uno, cinco o 100 años”.
Astra Taylor, autora de The people’s plataform,
libro que critica a las empresas que “dominan la vida online”, dice que
Facebook podría comercializar áreas que previamente estaban libres de
publicidad: “Por tradición, el aula era un lugar donde propagar información
entre un profesor y los alumnos sin estar sujeta a publicidad alguna. Facebook
no puede valorar las comunicaciones por sí mismas. Pero de todo lo que
comunican sus usuarios, extrae datos”.
La misión de Facebook parece tener más posibilidades
de éxito en los mercados emergentes, donde hay menos rivales en industrias como
las finanzas, la educación o la salud con los fondos suficientes para
contrarrestar su influencia. En el mundo en desarrollo, donde las instituciones
y los jugadores empresarios tradicionales tienen menos peso, Facebook podría
asentarse como la plataforma para llegar a las personas.
De hecho, ya usa sus aplicaciones para ofrecer
servicios básicos, a menudo a través del largo brazo de Internet.org, que
Zuckerberg fundó en 2013. Lo hizo con la meta de tornar a Internet 100 veces
más accesible mediante asociaciones con empresas de teléfonos celulares,
acuerdos con prestadoras telefónicas y proveedores de tecnología de avanzada.
Queda claro que su función es difundir Facebook por los medios que sean
necesarios.
En Zambia, por caso, la gente puede acceder sin
costo a información básica de salud con una aplicación de Internet.org. Y en la
India, Facebook transmitió debates durante las elecciones nacionales para
mantener informados a los votantes de la mayor democracia del mundo. Esta forma
rápida y fácil de acceder a información difícil resulta, desde luego, atractiva
para los usuarios.
Si la opción consiste en mandar dinero por
Facebook o por el prestamista de la esquina, o contactar a un médico calificado
en el otro extremo del mundo en vez de dirigirse a la clínica local, no será
difícil decidirse. Pero a algunos les resulta preocupante poner esa clase de
poder en manos de Facebook.
Evgeny Morozov, autor de To save everything,
click here, advierte que la empresa podría convertirse en un “proveedor de
facto de infraestructura” y servicios que la gente solía recibir del Estado, lo
que dificultaría una salida posterior: “Por más que quiero creer que
Internet.org tiene una misión exclusivamente humanitaria, no puedo. Me parece
que es una forma de capturar un mercado emergente . Si no lo hace Facebook,
entonces lo conseguirá Google”.
Taylor advierte que, al contrario del mensaje
de Facebook de crear oportunidades para los usuarios en economías en
desarrollo, se podría introducir otro cambio en el escenario digital: la
empresa suele anudar acuerdos con firmas de telecomunicaciones para conceder
acceso gratuito a sus aplicaciones, algo que, asegura, podría dar al usuario la
falsa opción entre, por caso, recibir consejos médicos por Facebook o pagar
planes más caros para buscar la información online.
En Ruanda, donde trabaja con el gobierno y con
edX –la plataforma abierta de aprendizaje virtual fundada por Harvard y el
MIT–, Facebook desarrolla una aplicación en la que estudiantes locales pueden
participar en clases gratuitas a través de conexiones lentas de 2G. Lou Wang,
de edX, quien dirigió la asociación, afirma que la empresa quiere expandir la
aplicación por todo el mundo en desarrollo después de presentarla el año
pasado. “Hablamos de llegar a personas en el largo viaje de ida y vuelta hasta
sus casas, para asegurarnos de que esas dos horas no se desperdicien y
permitirles que aprovechen el tiempo y se instruyan, oportunidad que antes no
existía”.
Pero Taylor dice que el uso potencial en la
educación podría no ser bien recibido en Occidente: “Un cierto segmento de la
población privilegiada no lo soportaría: es difícil ver dónde encajaría Facebook
en el sistema educativo estadounidense. Y quienes no tienen más opciones en su
acceso a Internet podrían verlo como otro grado de desigualdad digital”.
Es posible que Facebook tenga una oportunidad
casi única de remodelar servicios en los mercados emergentes porque goza de
cierto brillo en Silicon Valley. Las empresas tecnológicas han sido festejadas
por desarrollar servicios gratuitos que pueden contribuir a mejorar la calidad
de vida incluso durante una recesión mundial. En este nuevo auge de las
puntocom, hubo una fiebre de creación de empresas estimulada por la idea de que
una simple aplicación podía generar una fortuna.
Pero después de las revelaciones de Edward
Snowden, las acusaciones de evasión de impuestos y los conflictos con las
autoridades de la Unión Europea, algunos empiezan a preguntarse si es verdad
que las firmas tecnológicas no pueden hacer el mal. Facebook, por cierto,
podría mejorar el mundo para millones de personas. Pero, ¿podría esta debilidad
por Silicon Valley y su implacable búsqueda de la innovación llevarnos a
confiar demasiado en una empresa gigantesca?
“Cuando Facebook hace eso, se lo considera
innovación y espíritu emprendedor”, destaca Morozov, invitando a la comparación
con el sector bancario, “pero si Goldman Sachs estuviera creando una serie de
Estados independientes en el mundo, no creo que no hubiera problemas, porque
Goldman Sachs no puede mentir con tanta eficacia como Facebook. Nadie pensaría
jamás que trata de mejorar el mundo”.
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