Cómo influye el estado de ánimo a la hora de
tomar decisiones
Infobae - noviembre de 2014
Todos los días tomamos decisiones. Todo el
tiempo. En todos los aspectos de nuestra vida. Y por irrelevante que parezca
frente a los problemas que enfrentamos a diario, conocer nuestra emocionalidad
resulta clave de cara a considerar diversas opciones y no actuar en automático.
"No voy a poder", "Esto es
demasiado para mí", "Esto me supera" son frases que solemos usar
y que intervienen en la toma de decisiones y que a veces no nos permiten ver
que la salida está en el otro y que el pedir ayuda no nos convierte en personas
débiles o incapaces, más allá de nuestras propias limitaciones.
Lo mismo sucede con la dificultad en delegar
decisiones. La ilusión de controlar los resultados no permite el desarrollo en
las personas que coordinan acciones con nosotros y de esta manera anulamos la
posibilidad que nos puedan facilitar ciertos procesos de decisión que inclusive
no aportan valor a nuestras tareas, más si hablamos de decisiones programadas o
semiprogramadas donde se responde con planificaciones anticipadas.
Si queremos delegar debemos verle el valor a
que decidan por ellos mismos y así no sólo delegaremos tareas sino que también
delegaremos poder. El compromiso de delegar poder es un primer paso a la
obtención de una mejor calidad de vida.
"La experiencia previa o la llamada
experiencia vivida no es garantía de una mejor toma de decisiones"
¿Cómo tomar decisiones?
La toma de decisiones suele estar conectada con
la confianza interior que sentimos, pero esto último, si bien no nos asegura el
éxito, nos pone en un lugar de responsabilidad, según el resultado que se
obtenga al elegir o decidir. Esta confianza también se recuesta sobre la
confianza en el futuro y de esta manera el diseño del mismo estará en nuestras
manos.
Nuestra naturaleza no nos permite predecir
cuándo nos vamos a equivocar y esto es fuente de sufrimiento y alguna vez de
parálisis para elegir una respuesta y poder decidir.
Aunque pueda parecer contradictorio, la
experiencia previa o la llamada experiencia vivida no es garantía de una mejor
toma de decisiones no esperadas o estratégicas, en cambio son bienvenidas en
las programadas o tácticas, ya que las mismas son respuestas que fueron
probadas, y de este modo nos aportan la tranquilidad de que van a funcionar. En
cambio las decisiones no programadas suelen incrementar un riesgo y agregarnos
angustia si es que no funcionó en el pasado, o una falsa seguridad si fue
exitoso el resultado que obtuvimos.
De este modo, antes de tomar una decisión puede
resultar útil colocarnos en un lugar de conciencia plena, esto es saber que
toda decisión puede abrir o cerrar posibilidades, que no siempre que apostamos
vamos a ganar y que todo resultado, además de dejarnos un aprendizaje, estará
sujeto a nuestra interpretación, que por supuesto disparará una emoción y con
esta emoción nos prepararemos para la acción, cosa que algunas veces olvidamos
y provocamos resultados que no queremos generar.
Otro dato que puede aliviar el peso en nuestras
decisiones es el descubrir que, el querer controlar los resultados a través de
las decisiones que tomamos es una ilusión, ya que los resultados se pueden
proyectar, gestionar, reinterpretar, pero no se pueden controlar. No hay manera
de saber de antemano cuáles pueden ser los beneficios o las dificultades
provocadas por una decisión. Y es esta ilusión de querer controlar el resultado
quizá la razón de la lentitud o parálisis que muchas veces "acecha"
al momento de tomar decisiones.
El rol del azar
Tomar decisiones estado de animo 1170 2 Shutterstock
El azar, como toda interpretación, está
condicionado por quien lo observa. De esta manera tendremos quien juzgando sus
propios resultados, le adjudique mucha o poca importancia a la buena o mala
suerte de sus decisiones y así estará poniendo afuera su poder y no se hará
responsable de sus decisiones y creerá que hasta que la suerte no cambie no
habrá posibilidades de alcanzar resultados efectivos.
Si adjudicamos, en las buenas o malas, los
resultados a la suerte, no habrá lugar para saber o reconocer si estamos siendo
asertivos o no en nuestra toma de decisiones y las elecciones se podrán volver
erráticas dado que no habremos acumulado experiencia, que es un patrimonio que
en algunos casos nos abre posibilidades para elegir cuál de las decisiones
puede ser la más conveniente. La suerte suele ser amiga de la acción, por lo
tanto si accionamos desde emociones que abren posibilidades, como por ejemplo
la confianza, y distinguiendo cuál es el compromiso que tenemos al elegir,
tendremos más posibilidades de alcanzar lo que estamos buscando.
Las preguntas que ayudan a definir el problema
-¿Qué lo detonó? Facilita tomar los recaudos
posibles para que no se vuelva a generar y nos permite no sólo definir el
efecto sino también la causa que lo provocó.
-¿Soy parte del problema? Nos pone como
protagonistas y responsables de las decisiones que aporten a solucionar el
problema. Si bien puede ser provocado por algo ajeno a nosotros, si el mismo
nos afecta de alguna manera, seremos parte del problema y nos posibilita ser
parte de la solución.
-¿Cuándo comenzó? Nos indica el contexto en el
que se disparó y nos permite ver si colaboró o no con la aparición del mismo.
-¿Necesito resolverlo solo? Salir del paradigma
de no pedir ayuda facilita la resolución del problema que se nos presenta. La
mirada de otra persona, que puede aportar nuevas alternativas a las encontradas
por nosotros.
-¿Quiénes tienen que ver con el problema? Para
la funcionalidad de la definición del problema, tendrán que ver con el problema
todos aquellos que necesiten que el problema sea resuelto y no los que, por
ejemplo, lo generaron.
-¿Cuáles son mis recursos? Si nos concentramos
solamente en los problemas que se nos presentan, corremos el riesgo de hacer
más grande la amenaza, por lo tanto preguntarnos o enumerar los propios
recursos y los ajenos nos proporcionará la posibilidad de buscar dentro nuestro
o en el afuera y encontrar herramientas que enfocados solo en el problema no
tendrían oportunidad de aparecer.
Cómo ayuda el coaching en la toma de decisiones
COACHING.mp4
En uno de los aspectos humanos en donde más
está haciendo su aporte el Coaching es en la toma de decisiones, ya sea desde
la indagación o la facilitación de los procesos para la definición de
decisiones, en donde, basados en procesos de buenas prácticas de coaching
podremos encontrar la mayor demanda del mismo.
A través de la indagación, el coaching otorga
la posibilidad de achicar la brecha entre la realidad actual de las personas y
su realidad ideal o deseada. Y desde allí aparecen todo tipo de respuestas que
van desde las más sencillas a las más profundas, no interfiriendo con su futuro
ni aconsejando cuál es el rumbo, simplemente, utilizando la disciplina del
coaching que básicamente indaga, pero también desafía, contrasta, muestra
contradicciones, pero fundamentalmente no compra los juicios limitantes ni se
compadece del relato, sino que con total y serena compasión por quien tiene que
tomar una decisión, facilita el proceso para que lo logre alineado a su
compromiso.
Así, mediante técnicas lingüísticas, corporales
y emocionales el coaching apoya todos los procesos de tomas de decisiones, que
en algunos casos suelen ser traumáticos, angustiantes y son fuente inagotable
de sufrimiento para las personas que se encuentran atrapadas, y es allí donde
la demanda de coaching aumenta dado la mayor rapidez y eficacia demostrada ante
otras alternativas, que no son reemplazadas por el coaching sino que el mismo
viene a sumar a otras posibilidades como la terapia psicoanalítica, el
counseling, etc.
Las decisiones personales
Las decisiones suelen ser todas personales, ya
que como seres humanos estamos vinculados no sólo a las personas, sino también
a creencias y paradigmas que nos hacen emocionar de distintas maneras frente a
emociones tales como el temor, la sorpresa, la ira, la esperanza, la alegría,
la aceptación, etc., y podemos decir que tales circunstancias nos predisponen
de diferentes formas, y en este aspecto condiciona la toma de decisiones.
"Los seres humanos, al ser emocionales, no
tienen manera de separar la emoción de la razón"
Algunas veces creemos que si tomamos
decisiones, es mejor hacerlo con la razón y no con la emoción, como si
pudiéramos separar ambas cosas.
Está comprobado que los seres humanos, al ser
emocionales, no tienen manera de separar la emoción de la razón, y una de las
claves que nos aportan mayor efectividad en las decisiones es la de poder
distinguir las emociones que nos afectan cuando decidimos, si las podemos
distinguir estaremos en condiciones de elegir seguir en ese estado o cambiar a
otro que nos abra posibilidades.
Podremos armar todo un desarrollo de tomas de
decisión critico, cognitivo o sistémico, pero siempre lo realizaremos bajo la
influencia de alguna emoción ya sea previa o posterior a la presentación de la
circunstancia que amerita nuestra decisión. La evidencia que deja al
descubierto que las tomas de decisión son, en el fondo, todas personales se
pone de manifiesto cuando alguien decide dejarnos afuera de algún proyecto,
trabajo o acontecimiento, en donde no lo sentimos desde nuestra
profesionalidad, podremos reaccionar profesionalmente, pero los sentimientos
estarán referenciados en lo personal o sea en nuestras emociones.
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