80 millones de bacterias en un beso
El País - lunes, 17 de noviembre de 2014
Los humanos no son los únicos que practican el
contacto boca a boca, pero los besos con lengua e intercambio salivar sí son
exclusivos de nuestra especie. Esta práctica, presente en la gran mayoría de
las culturas, provoca, según un estudio, que las parejas compartan las
bacterias de sus bocas. Hasta 80 millones de ellas viajan en un beso de 10
segundos.
En el cuerpo de un humano adulto y sano puede
haber alrededor de 100 billones de bacterias. Si se apilaran todas juntas,
pesarían unos 1,5 kilogramos. Organizadas por especies, superan las 2.000 y,
aunque la mayoría se encuentran en el estómago e intestinos, la mayor
diversidad se da en la cavidad oral. Hasta 700 especies de Streptococcus,
Rothia, Neisseria, Gemella, Fusobacterium... viven en la boca. Ahora, un grupo
de investigadores holandeses ha querido averiguar cómo influyen los besos en el
microbioma bucal.
Seleccionaron a 21 parejas tanto heterosexuales
como homosexuales y tomaron muestras de su lengua y saliva antes de un beso
prolongado, y después de besarse. Para compararlas, usaron una escala del 0
(completamente similares) al 1 (nada similares).
Tras analizar genéticamente las muestras para
identificar la presencia de una molécula, el ácido ribonucleico ribosómico
(rRNA), que les permitiera localizar a los distintos géneros bacterianos,
vieron que los amantes tienen una tasa media de similitud de 0,37 frente al
0,55 de los no amantes. Para valorar la importancia de esta diferencia, hay que
tener en cuenta que el perfil de la flora bacteriana del mismo individuo puede
variar mucho entre muestra y muestra.
Esta similitud en el microbioma de las parejas
es particularmente destacada en las muestras tomadas de la lengua. De hecho, en
la saliva las diferencias son muy elevadas tanto entre los amantes como en
comparación con los desconocidos (0,71 para los primeros y 0,72, para los
segundos).
"La saliva es un entorno muy
dinámico", dice el microbiólogo del TNO (organismo holandés similar al
CSIC español) y principal autor del estudio, Remco Kort. "Al tragar
constantemente, apenas podemos identificar similitudes", aclara. De hecho,
la ciencia aún no tiene claro si la saliva cuenta con su flora bacteriana
propia o si las bacterias que se encuentran en ella proceden de otras zonas de
la boca.
Kort y su equipo realizaron un par de
experimentos más para determinar cuánto influyen los besos en el microbioma de
los amantes. Según explican en la revista Microbiome, entrevistaron a las 21
parejas para conocer su historial de besos. Tras descartar a una de ellas que
aseguraba besarse unas 50 veces al día por poco creíble, vieron que había una
correlación entre los besos declarados y la similitud bacteriana de la saliva.
También vieron que, con nueve besos con lengua al día, la similitud entre
floras bacterianas era significativa. Sin embargo, no había correlación con las
bacterias de la lengua.
Como el propio Kort reconoce, habría que seguir
a los participantes a lo largo de años para determinar la verdadera influencia
de los besos en el microbioma compartido. "Obviamente, hay otros
importantes factores implicados como tener la misma dieta o usar la misma pasta
de dientes", recuerda.
La última parte de su investigación buscaba
cuantificar el efecto de los besos en los microbios. Para hacerlo, recurrieron
a un yogur microbiótico. Al contener grandes cantidades de bacterias de los
géneros Streptococcus, Lactobacillus y Bifidobacterium, pudieron usarlas como
marcadores fáciles de diferenciar de las bacterias propias de la boca y, lo más
difícil, contarlas.
Volvieron a medir la flora bacteriana de los
dos miembros de la pareja antes de darle el yogur a uno de ellos. Repitieron la
medición después de un profundo y largo beso para estimar que, de media, unos
80 millones de bacterias pasan de una boca a otra tras un beso de 10 segundos.
El estudio de Kort y su equipo ha sido el
estreno científico de Microcopia, un museo dedicado al mundo invisible formado
por los microorganismos que viven en el cuerpo humano, pero también fuera de
él. También ha servido de sustrato para crear una especie de besómetro que
presentan el martes en Ámsterdam.
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