Ana Lilia Pérez traza las rutas
náuticas de la droga
Forbes - sábado, 29 de noviembre de 2014
“La operación en los mares es de
tal nivel, que los cárteles mexicanos han impuesto incluso una especie de ‘pago
de piso’ por el uso de mares para el tráfico de droga.”
Tiene un título simple y un
subtítulo sencillo; sin embargo, lo que Ana Lilia Pérez narra en su nuevo
libro: Maresdecocaína / Lasrutasnáuticasdelnarcotráfico, no tiene nada de
sencillo, mucho menos de simple.
De entrada, es muy claro el
asunto: no hay puerto, costa, isla, archipiélago que el crimen organizado no
alcance, o que sea impenetrable para éste.
Al menos a esa conclusión llegó
la propia Ana Lilia Pérez, a partir de una sólida y completa investigación
periodística. Y es que no sólo viajó por mares y puertos de varias partes del
orbe para escrutar las formas en que las mafias se han infiltrado en las más
importantes vías de comercio náutico, también se hizo de documentos y
entrevistó —en algunos casos por vez primera y en exclusiva para este trabajo—
a funcionarios y agentes de inteligencia del más alto nivel.
Así, el libro revela las rutas,
infraestructura y vías del comercio internacional que emplean y manejan las
mafias para transportar drogas a gran escala —cocaína en particular— por todo
el planeta.
No es un asunto menor: “Por lo
menos 80 por ciento de las drogas que consumen las personas alrededor del mundo
se transportan vía marítima”, me comentaba la propia autora cuando conversamos.
Y habría que hacerle caso: Ana
Lilia no es una periodista improvisada o novel; al contrario: con tres lustros
de trayectoria, su trabajo le ha valido reconocimientos, premios… también
denuncias en su contra. Y, más grave todavía, persecución.
¿La razón? Sus dos anteriores
trabajos —que provocaron, por cierto, un sismo en la clase política— desvelaban
parte de los entresijos (de corrupción) del poder en turno: Camisas azules,
manos negras acercaba al lector al caso de Oceanografía, mientras que El cártel
negro denunciaba el saqueo en Pemex.
Ahora, Ana Lilia regresa con esta
obra, quizá la más ambiciosa de su carrera. Por muchas razones. Empezando por
el tiempo que le ha llevado realizarla.
Este libro —me dijo hace unos
días— comenzó a gestarse en 2004, en uno de sus viajes a la Sonda de Campeche,
en el Golfo de México. Una tarde, Ana se percató que algunos miembros del
personal consumían drogas precisamente ahí, en una de las plataformas
petroleras, que son instalaciones ubicadas a varios kilómetros en medio del
mar.
Lo que le llamó la atención no
fue que consumieran drogas: “Hay que considerar que a veces los trabajadores,
cuando están aislados, sin vigilancia, están tentados a hacerlo”, pensó en ese
entonces. Más bien, lo que llamó su atención era saber la manera en que habían
llegado ahí estos estupefacientes. Por una razón principal: “Cuando hablamos de
plataformas petroleras —me contó—, estamos hablando de zonas prácticamente
blindadas. Infranqueables.”
Así que, desde ese momento, Ana
empezó a contactar a varios capitanes navales: “Ellos me explicaron algunos
principios de cómo opera el tráfico de drogas a gran escala, por la vía
marítima.”
Todo esto, poco a poco la fue
impulsando como un oleaje. Quise saber una cosa: le pregunté si en ese momento
tenía idea de lo que enfrentaba, a la magnitud de lo que encontraría.
Ana negó con la cabeza.
“Al principio, hice un esquema
inicial de investigación, sin pensar en los alcances reales que tendría esto”,
me dijo. Luego me contó que éste era uno de esos temas en el que el periodista
empieza a investigar y de pronto se va involucrando más y más, hasta que la
investigación se abre por completo.
“Y eso me ocurrió a mí”, me
explicó después. “Fue una investigación que me llevó bastantes años, sobre todo
ir uniendo las piezas, armar el gran rompecabezas que es la mecánica del
tráfico de drogas a gran escala. Una de las grandes ventajas fue la de poder
viajar tanto a los países productores como a los países destino de las drogas,
poder hacer una investigación de campo ardua… Además, pude consultar fuentes
documentales, de papel, y consultar fuentes vivas.”
—En el libro narra algunas
historias que parecen inverosímiles; parecen historias sacadas de la ficción
—le comenté, en cierto momento.
—Es verdad, pero son reales.
Intenté hacer este libro de una manera distinta; una manera en la que resultara
más fluida su lectura… Estamos partiendo de un tema que llama la atención, y
que es muy interesante… Ahora, también es cierto lo que dices: algunos pasajes
se parecen a esas historias épicas de los viejos navegantes, a esas historias
de aventuras que inmortalizaron grandes escritores que pusieron sus ojos en ese
ámbito marítimo. Pero no: aquí estamos hablando de historias no sólo reales,
sino, además, de un ámbito atroz, como es el mercado mundial de la cocaína.
Negocioredondo y lucrativo
Mejor aclaremos: Maresdecocaína
no habla de un personaje específico, mucho menos de una zona determinada;
tampoco, de un solo país. No. Es un reportaje de largo aliento, con datos
duros.
En él, Ana Lilia Pérez, su
autora, hace un close-up sobre las rutas náuticas que el narcotráfico tiene ya
copadas. Desvela, en una suerte de arqueología marítima, la infiltración y las
estructuras corporativas de los cárteles de las drogas, tanto en el ámbito
marítimo como en el mercado mundial.
Precisamente por ahí giró después
la entrevista. Le pregunté a Ana Lilia si hubo, durante los años de
investigaciones y pesquisas, algo en particular que llamara su atención.
Se tomó unos segundos. “¿Sabes?
—respondió—, una primera sorpresa que tuve, cuando estaba haciendo el libro,
fue darme cuenta que la mayor parte de la gente desconoce, o más bien
desconocemos, el ámbito marítimo, a pesar que de éste no sólo es el eje de la
economía a nivel internacional, también es el motor para todo el planeta. Fue
sorprendente saber que el ámbito marítimo tiene su propia lógica, su propia
dinámica, su propio lenguaje, sus propios códigos y reglas.”
“Es la conexión entre todo el
mundo, ¿no?”, dije por decir algo.
Ella sonrió: “Hay que considerar
que actualmente entre el 70 y 80 por ciento del comercio internacional se
transporta vía marítima. El gran hallazgo de este libro, y que me sorprendió a
mí en primer lugar, fue descubrir el poco cuidado que han tenido las
autoridades de este ámbito. Pero, sobre todo, darme cuenta cómo esos
traficantes de drogas a gran escala, pasando como visionarios, por decirlo de
una manera, se han montado muchas veces en esas estructuras formales del
comercio internacional para operar sus súper negocios…”
“Es un tema muy delicado”,
murmuré, intentando no interrumpir su reflexión.
“Sí, lo es”, continuó Ana. “En
algunas regiones del mundo, la operación de tráfico de drogas tiene en jaque a
muchas empresas. De hecho, la piratería moderna, tal y como la conocemos, está
dando paso a otra cosa. Porque los traficantes han ido más allá. Por ejemplo,
la gente que antes servía a las embarcaciones piratas para secuestrar a los
grandes cargueros o a los buques petroleros, en toda la región de las costas
africanas, ahora están siendo copados por los traficantes para que sean
halcones o custodios de sus cargamentos. Eso es lógico: es gente que conoce
esos mares perfectamente.”
Dicho esto, Ana hizo una pausa.
Yo seguí por ese camino la conversación: parece que todo esto, le insinué, ha
hecho a las mafias y narcotraficantes más fuertes.
Ella no lo pensó mucho.
“Sí”, dijo. “De hecho un agente
de la inteligencia británica me decía que no existe en el mundo, actualmente,
un puerto infranqueable para las mafias. Y mira que, a nivel internacional, el
gobierno británico es uno de los que tiene el liderazgo en el tema del combate
al tráfico de drogas vía marítima. A diferencia de lo que ocurre en México y
Sudamérica, donde las autoridades aún no tienen estructurado esto, en Europa
han avanzado… Varios países europeos se agruparon para formar una oficina de
inteligencia, en conjunto, que opera en Portugal, y que colabora con el
gobierno británico… Algunos directivos de ahí, me dijeron que las mafias pueden
penetrar, hoy, en puertos de países que incluso se precian de tener los
estándares más altos de seguridad.”
—Perdón por insistir: la
situación, entonces, sí es grave…
—Lo es. A las autoridades de
distintos países les preocupa que en la actualidad los cárteles mexicanos
tengan el mando del timón en el tráfico mundial de droga. El problema es muy
grave, y es un asunto que va increscendo, porque la verdadera ganancia en la
industria de las drogas, en el negocio ilegal de las drogas, no está tanto en
su producción como en su venta final y su transportación… La ecuación es fácil:
un kilogramo de cocaína de muy alta pureza en países productores como Colombia
o Perú cuesta entre 700 y 800 dólares; si el traficante lleva esta misma droga
a lugares como Australia, las Islas Marshall o algunos países remotos de la
región, un sólo gramo de cocaína puede tener este mismo costo: entre 700 y 800
dólares. ¡De ese tamaño es el negocio!
¿Y los mares mexicano?
A manera de presentación, Ana
Lilia Pérez escribe en Maresdecocaína: es por las rutas marítimas que los
cárteles mexicanos —en sociedad con mafiosos gallegos, colombianos, peruanos,
venezolanos, chinos, turcos, rusos, italianos— han conquistado tierras tan
lejanas como Australia, los puertos asiáticos o las remotas Islas Marshall.
Asimismo, han contribuido a hacer de Guinea el primer narcoestado del mundo, de
España la bodega de droga de Europa, de Panamá el puente central para el
narcotráfico entre dos océanos, del Río Amazonas el afluente de navegación de
los cargamentos, y de Buenaventura (Colombia) y varias terminales mexicanas en
narcopuertos por excelencia.
—La operación en los mares es de
tal nivel —me dijo, de pronto, Ana Lilia—, que los cárteles mexicanos han
impuesto incluso una especie de “pago de piso” por el uso de mares para el
tráfico de drogas.
—¿Podríamos decir, entonces, que
los cárteles mexicanos son los más poderosos, o eso es aventurar mucho? —le
pregunté.
—En lo absoluto. Con todo y el
nivel de operación que tienen y han tenido algunas organizaciones criminales
durante décadas, por ejemplo la mafia italiana, rusa, o los cárteles
colombianos, o los llamados clanes (como se les denomina en toda la región de
Galicia); las propias autoridades, a quienes he consultado, coinciden en que
existe en la actualidad un nivel de preponderancia de los cárteles mexicanos,
en especial del cártel de los Zetas y del cártel de Sinaloa.
—Y los mares de México, ¿cómo se
encuentran, en qué situación están?
—El caso de México resulta muy
dramático —me dijo, enfática, Ana—, porque sus organizaciones criminales operan
desde aquí el tráfico de drogas a gran escala. A pesar de ser un país marítimo,
un país costero, un país que tiene muchos puertos de altura, que son 16, todos
éstos han sido ya tomados, han sido ensombrecido… México ha descuidado
completamente sus mares. Las mafias operan desde hace mucho a sus anchas…
—Lo que resulta curioso es que
representantes de la marina sigan diciendo que, por lo menos en la vía
marítima, todo esté controlado. Cuando no es así…
—Cierto. Pero además, la sociedad
ha estado muy mediatizada también en estas disputas criminales en tierra; se
habla de los narcotúneles, de los burreros, de los carros que pasan las
fronteras. Pero las estimaciones son que, en la actualidad, entre el 70 y 80
por ciento de las drogas se transportan por la vía marítima. Un gran tema es el
transporte, vía contenedor, de las mercancías, porque en este ámbito también
han sabido sacar provecho las mafias. El gran problema es que menos del dos por
ciento de los contenedores que circulan en todo el mundo puede revisarse.
—Para usted, ¿cuál tendría que
ser la prioridad gubernamental?
—Sin afán de presunción, el libro
es una muestra de lo que ocurre con el tráfico de drogas a gran escala. El
gobierno mexicano primero tiene que hacer una investigación mucho más profunda,
tomar cartas en el asunto, poniendo su atención en lo que está ocurriendo
actualmente con los mares, y hacer sus programas encaminados a frenar el flujo
de drogas. Pero no sólo eso. El gran combate al crimen organizado se da
desmantelando las estructuras corporativas y financieras de los carteles, de
las mafias. Hay que considerar que la finalidad de las mafias no es que la
gente se drogue o no, su finalidad es ganar dinero. Si la mayor ganancia la da
el tráfico de drogas, esto seguirá ocurriendo… Mientras no se toquen las
estructuras financieras y corporativas del crimen organizado, todo lo demás es
una simulación.
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