Traficantes usan secuestros y barcos-prisión
para alimentar comercio de esclavos en Asia
Reuters - noviembre de 2014
Cuando Afsar Miae dejó su hogar cerca de Teknaf
en el sur de Bangladesh para buscar trabajo se despidió de su madre con un
"Te veré pronto". Le dijo que pensaba regresar esa noche, pero nunca
lo hizo.
En el momento en que se presentó a trabajar en
una casa en las afueras de Teknaf, un hombre le ofreció agua para beber. Poco
después, le pesaban los párpados y la cabeza le daba vueltas.
Al despertarse, todo estaba oscuro. Había
perdido la noción del tiempo. Dos hombres bangladesíes lo obligaron entonces,
junto a otros siete, a subir a un bote pequeño y los ataron.
"Mis manos estaban atadas. Me habían
vendado los ojos", dijo Miae, de 20 años.
El bote navegó durante la noche hasta que llegó
a un barco más grande anclado mar adentro. A Miae lo arrojaron guardias armados
en la oscuridad. Él y los otros cautivos sobrevivieron con sobras de comida y
agua sucia, algunos de ellos durante semanas.
Finalmente el barco partió hacia Tailandia,
donde, como Reuters informó el año pasado, las bandas de tráfico de personas
mantienen a miles de personas en brutales campos de prisioneros en la selva
hasta que sus familiares pagan rescates para asegurar su liberación.
Los testimonios de sobrevivientes bangladesíes
y rohingya dan evidencia de un cambio en las tácticas en las rutas más
transitadas de Asia para el tráfico de personas.
En el pasado, la evidencia mostró que la
mayoría de las personas abordaba los barcos de contrabando voluntariamente.
Ahora, la gente es secuestrada o engañada y luego llevada a barcos anclados en
aguas internacionales apenas pasando la frontera marítima de Bangladesh.
No está claro exactamente cuántas personas son
coaccionadas para subir a los botes. Pero siete hombres entrevistados por
Reuters que dijeron que fueron llevados a la fuerza, señalaron haber estado
cautivos hasta que las embarcaciones se llenaron con cientos de personas en lo
que de hecho son barcos-prisiones flotantes.
Dos de los hombres fueron llevados a campos de
tráfico de personas en Tailandia.
"COMIENDO HOJAS"
Las experiencias de estos hombres recuerdan el
comercio transatlántico de esclavos de siglos atrás. Miae y otros cuatro
hombres estaban en el mismo barco, en una oscuridad total y regularmente
azotados por los guardias.
Dos hombres de otro barco dijeron que tenían
que estar en cuclillas y que la escotilla se abría solo para arrojar cadáveres.
Miae y otros 80 hombres fueron abandonados, con
hambre y deshidratados, en una remota isla por sus captores, que al parecer huyeron
por temor a que su operación hubiera sido descubierta, según dos oficiales
tailandeses involucrados en el rescate de los hombres en Phang Nga, ubicada al
norte de la popular isla turística de Phuket.
"Su condición era algo que iba más allá de
lo que una persona debe pasar", dijo Jadsada Thitimuta, un oficial Phang
Nga. "Algunos estaban enfermos y muchos parecían esqueletos. Estaban
comiendo hojas", agregó.
Más de 130 presuntas víctimas de tráfico
humano, en su mayoría bangladesíes pero también musulmanes rohingya del oeste
de Myanmar, fueron halladas en Phang Nga desde el 11 de octubre, según el
Ministerio de Desarrollo Social y Seguridad Humana de Tailandia.
Prayoon Rattanasenee, el gobernador de la
provincia de Phang Nga, dijo que las entrevistas realizadas por la policía,
grupos de derechos humanos y su propia gente revelaron que las víctimas fueron
"llevadas a la fuerza". "Muchos fueron drogados pero no sabemos
el número exacto", comentó a Reuters.
La evidencia indica que varios de estos buques
parecen ser originarios de Tailandia. Los hombres secuestrados recuerdan barcos
con banderas tailandesas o tripulación que hablaba tailandés.
En junio, seis personas murieron y decenas
resultaron heridas cuando estalló un motín en aguas de Bangladesh en lo que el
servicio de guardacostas local describió como un "barco de pesca
tailandés" que traficaba cientos de hombres a Tailandia.
El servicio de Guardacostas de Bangladesh dijo
a Reuters que sabía sobre los barcos merodeando apenas en el límite de las
aguas territoriales. Interceptarlos no es fácil, dijo el teniente comandante M.
Ashiqe Mahmud.
"Por la noche entran en nuestras aguas,
capturan gente y cruzan la frontera de nuevo", dijo. "Es muy difícil
identificar esos barcos en el mar", agregó.
Ashiqe relató que los guardacostas estaban
interceptando pequeños botes que llevaban alimento a los barcos grandes.
La agencia de la ONU para los refugiados,
ACNUR, dijo en un reporte de agosto que en la primera mitad del año, las
autoridades bangladesíes arrestaron "a más de 700 personas (incluyendo
traficantes y tripulación) que intentan partir de forma irregular por mar desde
Bangladesh".
La Armada Real Tailandesa, que patrulla la
costa con la División Marítima Policial, también dijo que sabía que las
personas eran mantenidas cautivas en los barcos mar adentro.
"La verdad es que usan barcos pesqueros
para trasladar a la gente y el fondo del barco es como una habitación para
poner a la gente, pero parece un barco pesquero comercial", dijo el
portavoz y contraalmirante Kan Deeubol.
El barco en el que estuvo Miae cautivo se hizo
a la mar con su carga humana hacia Tailandia cuatro días después de que fuera
llevado a bordo. Otros entrevistados por Reuters dijeron que pasaron hasta seis
semanas en la bodega del barco anclado en la Bahía de Bengala. A bordo había 14
guardias armados, dijo Miae.
Los hombres se vieron obligados a estar en
cuclillas durante gran parte del viaje y a veces les ataban las manos y los
pies con ropa o tela. Los guardias los golpeaban rutinariamente con palos o los
azotaban con correas de goma.
La comida consistía en un puñado de arroz por
día o nada. Lo poco de agua que recibían estaba contaminado con agua de mar.
"La probábamos en la mano y era salada", dijo Muhammed Ariful Islam,
de 22 años, un bangladesí vendedor de fruta que estaba en el mismo barco que
Miae.
UNA NUEVA ARMA
Las autoridades tailandesas dicen que la
existencia de los barcos en los que se mantiene cautivas a las personas es una
consecuencia de los mayores esfuerzos por combatir el tráfico humano.
Las operaciones policiales han llevado al
rescate de 200 a 300 víctimas de tráfico en los últimos seis meses, dijo el
mayor general Thatchai Pitaneelaboot, a cargo de las operaciones antitráfico de
la policía inmigratoria en el sur de Tailandia.
"Los traficantes se han vuelto más
sofisticados y cautos, en parte debido a la política del Gobierno tailandés en
su contra", afirmó.
El Gobierno militar del país dice que está
aumentando su cooperación con la vecina Malasia y ha registrado más de un
millón de trabajadores ilegales para evitar que sean presa de los traficantes.
"Ese es un gran paso", dijo Sek Wannamethee, portavoz del Ministerio
de Asuntos Exteriores.
Grupos de derechos humanos dicen que el
creciente uso de la fuerza se debe a que el tráfico es cada vez más lucrativo y
no a las medidas tomadas por Tailandia.
La competencia entre un creciente número de
contrabandistas explica por qué recurren a los secuestros, dijo Chris Lewa del
Proyecto Arakan, un grupo activista rohingya. "Siempre hay de cinco a ocho
barcos esperando en la Bahía de Bengala. Y los intermediarios están
desesperados por llenarlos", agregó.
Matthew Smith, el director ejecutivo de Fortify
Rights, una organización que documenta violaciones a los derechos humanos en el
sureste de Asia, dijo que el tamaño de los barcos usados por traficantes
aumentó pues el negocio prospera y ellos pueden operar mayormente sin
impunidad.
ROL DE TAILANDIA
Los hombres y mujeres a bordo de los
barcos-prisión que llegan a Tailandia son vendidos por 200 dólares cada uno a
pandillas de traficantes, según uno de los dos hombres rohingya entrevistados
por Reuters que recientemente escaparon de los campos de prisioneros.
Un contrabandista de personas, residente
rohingya en Tailandia desde hace mucho tiempo y que habló bajo condición de
anonimato, estimó que habían hasta unos ocho extensos campos de prisioneros con
hasta 2.000 a 3.000 personas.
Los dos hombres que escaparon describieron la
brutalidad en los campos. Uno de ellos dijo a Reuters que vio cómo los guardias
violaron en grupo a una mujer.
El mayor general Thatchai describió una vasta y
compleja red de tráfico en la que bangladesíes y rohingya secuestran y venden a
su propia gente con ayuda de ciudadanos de Tailandia, Myanmar, Malasia y
Pakistán. "Es un crimen transnacional", afirmó Thatchai.
La agencia de Naciones Unidas para los
refugiados, ACNUR, confirmó la existencia de "grandes barcos pesqueros o
de carga", que transportan hasta 700 pasajeros a través de la Bahía de
Bengala hacia Tailandia, un viaje de cinco o seis días.
Kan, de la Armada tailandesa, dijo que la
mayoría de los barcos y tripulaciones eran de Tailandia y que las patrullas
contra los traficantes aumentaron en las aguas territoriales del país. Pero
agregó que los barcos más grandes operaban más allá de la frontera marítima, en
aguas internacionales, por lo que la Armada no podía hace nada contra ellos.
Sin embargo, bajo la Convención de Naciones
Unidas sobre el Derecho del Mar (CDM), que Tailandia firmó, cada país
"debe tomar las medidas necesarias para evitar y castigar el transporte de
esclavos en barcos autorizados a usar su bandera".
La Armada no respondió a consultas sobre por
qué no estaba actuando contra barcos usados por los traficantes con la bandera
tailandesa fuera de sus aguas territoriales.
Entrevistas con dos rohingya, que a principios
de octubre escaparon de un campo tailandés, corroboraron los testimonios de las
víctimas de Phang Nga. Y también insinuaron que los barcos de esclavos han
estado operando desde hace un tiempo.
Mohamad Nobir Noor, de 27 años, dijo que vivía
en un asentamiento rohingya en Bangladesh, cerca de la frontera con Myanmar,
cuando fue secuestrado. Una tarde de septiembre, hombres con cuchillos y palos
lo obligaron a subir a un pequeño bote que navegó toda la noche para llegar
hasta un barco grande amarrado mar adentro.
Al final habían unas 550 personas, estimó Noor.
Eran vigilados por 11 hombres con armas, dijo.
La mayoría hablaba tailandés pero uno era rakhine, el grupo étnico budista
mayoritario en el estado del mismo nombre, donde la violencia interna ha
causado cientos de muertos desde 2012 y dejado a 140.000 personas sin hogar, en
su mayor parte rohingya.
El agua potable era tan escasa que Noor dijo
bebió su propia orina para sobrevivir. Cuando alguien moría, se le permitía a
un pequeño grupo de hombres llevar el cuerpo a cubierta. Se rezaba una rápida
oración y el cadáver era arrojado al agua.
ESCAPE Y MOTÍN
Una vez, Noor intentó escapar saltando por la
borda durante una ida al baño. Pero los guardias lo atraparon y le aplicaron
choques eléctricos con cables fijados en el generador del barco, dijo.
Usualmente, la mayoría de los pasajeros estaba
demasiado débil o aterrorizado para enfrentarse a los guardias. Pero, en al
menos una ocasión, la desesperación le ganó al miedo.
En la mañana del 11 de junio, la Guardia
Costera bangladesí llegó a la costa de la isla San Martín, en aguas
bangladesíes, para registrar los sangrientos sucesos tras un incendio en
altamar que siguió a un motín a bordo de un barco tailandés usado para el
tráfico.
Desesperados por comida y agua, los pasajeros
superaron a la tripulación. Pero otro barco traficante llegó rápidamente al
lugar y su tripulación abrió fuego contra los amotinados, dijo el teniente
comandante Mahmud de la guardia costera.
Seis personas murieron y 30 resultaron heridos
de bala. Entre los heridos había "dos miembros tailandeses de la
tripulación y un traficante de Myanmar", según un comunicado de la Guardia
Costera de Bangladesh.
Un récord de 40.000 rohingya pasaron por los
campos tailandeses en 2013, dijo Lewa del Proyecto Arakan. Son mantenidos en
cautiverio hasta que sus familiares pagan el rescate a los traficantes, que los
liberan en la frontera con Malasia, agregó.
A principios del 2014, no sólo rohingyas sino
también personas de otras nacionalidades se encontraban en los campos de los
traficantes. En una serie de redadas este año la policía tailandesa halló a
cientos de bangladesíes, así como musulmanes uigures de la volátil provincia
china de Xinjiang.
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