China ejerce un nuevo liderazgo
mundial
La Nación - noviembre de
2014
La mayor noticia económica del año llegó casi sin aviso: China ha
reemplazado a Estados Unidos como la mayor economía del mundo, según los
números del Fondo Monetario Internacional. Por otra parte, en estos momentos en
que el estatus geopolítico de China aumenta rápidamente junto con su poderío
económico, EE. UU. continúa dilapidando su liderazgo mundial, debido a la
irrestricta codicia de sus elites políticas y económicas, y a la trampa que se
autoimpuso con la guerra perpetua en Medio Oriente.
Según el FMI, el PBI de China será de 17,6
billones de dólares este año, frente a los 17,4 billones de dólares de Estados
Unidos. Como la población china es cuatro veces mayor, su PBI per cápita
(12.900 dólares) todavía no llega a ser un cuarto de los 54.000 dólares de
EE.UU., con un nivel de vida mucho más elevado.
El surgimiento de China es trascendental, pero
implica el regreso a una situación existente. Después de todo, ha sido el país
más populoso del mundo desde que se convirtió en un Estado unificado hace más
de 2000 años; tiene entonces sentido que sea la mayor de sus economías. De
hecho, la evidencia sugiere que su economía era mayor (en términos de paridad
del poder adquisitivo) que cualquier otra en el mundo hasta aproximadamente
1889, cuando EE.UU. la eclipsó. Ahora, 125 años más tarde, la clasificación ha vuelto
a invertirse después de décadas de rápido crecimiento económico en China.
Con el aumento de su poder económico, también
llegó la influencia geopolítica. Sus líderes son agasajados en todo el mundo y
muchos países europeos perciben a China como la clave para un mayor crecimiento
local. Los líderes africanos ven a China como un nuevo socio indispensable para
el crecimiento, especialmente para el desarrollo de la infraestructura y los
negocios. De forma similar, los estrategas económicos y líderes de negocios
latinoamericanos consideran a China al menos tanto como a EE.UU.
China y Japón parecen dar pasos en pos de
mejorar sus relaciones, tras un período de mucha tensión. Incluso Rusia se ha
"inclinado" recientemente hacia China y estableció con ella vínculos
más fuertes en muchos frentes, incluidos la energía y el transporte.
Como EE.UU. después de la Segunda Guerra
Mundial, China aporta mucho dinero a la construcción de fuertes vínculos de
infraestructura con países. Esto permitirá que otros países estimulen su propio
crecimiento y consoliden el crecimiento económico y el liderazgo geopolítico
chinos.
La cantidad de iniciativas chinas es
impresionante. En 2013, el país lanzó cuatro grandes proyectos que prometen
darle un papel mucho más amplio en el comercio y las finanzas mundiales. Se
unió a Rusia, Brasil, la India y Sudáfrica para establecer el Nuevo Banco de
Desarrollo, que tendrá base en Shanghai. Un nuevo Banco Asiático de Inversión
en Infraestructura tendrá sede en Pekín y ayudará a financiar proyectos de
infraestructura en la región. El cinturón económico de la Nueva Ruta de la Seda
buscará conectar a China con las economías de Asia Oriental, Asia del Sur, Asia
Central y Europa, con una red ampliada de ferrocarriles, autopistas, energía y
fibra óptica. Y la nueva Ruta Marítima de la Seda del Siglo XXI busca potenciar
el comercio oceánico en Asia Oriental y el océano Índico.
Estas iniciativas probablemente generarán
cientos de miles de millones de dólares en inversiones, acelerando el
crecimiento.
Todo esto no tiene garantía de éxito ni es
seguro que avance sin obstáculos. China enfrenta enormes desafíos internos,
incluida una elevada y creciente desigualdad en el ingreso; la masiva
contaminación del aire y el agua; la necesidad de pasar a una economía con baja
huella de carbono, y los mismos riesgos financieros que conllevan las
inestabilidades en los mercados financieros que atormentan a EE.UU. y Europa. Y
si China se torna demasiado agresiva con sus vecinos -por ejemplo, exigiendo
derechos sobre el petróleo- generará una grave reacción diplomática. No hay por
qué suponer que China (o ningún otro país) encontrará el camino libre de
obstáculos en los próximos años.
Es sorprendente que al mismo tiempo que China
mejora económica y geopolíticamente, EE.UU. parece hacer todo lo posible para
desperdiciar sus propias ventajas. El sistema político ha quedado atrapado por
la codicia de sus elites adineradas, cuyo limitado objetivo es reducir los
impuestos corporativos y personales y restringir el liderazgo constructivo de
EE.UU. en el desarrollo económico mundial. Mientras China entra en calor para
actuar en la arena geopolítica, la política exterior que EE.UU. continúa es una
incesante e infructuosa guerra en Medio Oriente.
El crecimiento chino puede ayudar al bienestar
si sus líderes enfatizan la inversión en infraestructura, energía limpia y
salud pública. De todas formas, el mundo estaría mejor si EE.UU. la acompañara
en un liderazgo constructivo. El anuncio de los presidentes Barack Obama y Xi
Jinping de acuerdos bilaterales sobre el cambio climático muestra lo mejor de
lo que puede lograrse. La perpetua guerra estadounidense en Medio Oriente, lo
peor. ßperspectivaglobal© Project Syndicate, 2014
Jeffrey Sachs - es director del Instituto dela
Tierra en la Universidad de Columbia
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