Occidente enfrenta dificultades para combatir
la corrupción en la FIFA
El Cronista Comercial - noviembre de 2014
Es un problema habitual en los países
occidentales: cómo derrocar un régimen corrupto. Ahora Occidente apunta a la
FIFA, la autoridad global del fútbol. Muchos occidentales están hurgando en sus
cajas de herramientas en busca de algo que pueda quitar a Sepp Blatter, su
presidente, y terminar con la cultura que él creó en sus 16 años en el cargo.
Al igual que los regímenes corruptos, la FIFA
era la criatura de Occidente. Los europeos occidentales fundaron la
organización en París en 1904 y la condujeron hasta 1974, cuando el brasileño
João Havelange destituyó al inglés Stanley Rous como presidente.
Pero recién el 2 de diciembre de 2010 los
países occidentales entendieron que se habían convertido en ciudadanos de
segunda clase de la FIFA. Ese día, Rusia y Qatar fueron nombrados sedes de los
Mundiales 2018 y 2022. Entre los candidatos que no fueron elegidos se
encuentran Estados Unidos, Inglaterra y Australia. Lo que más les fastidia es
la elección de Qatar. El clima extremadamente caluroso del estado del Golfo no
parece adecuado para una Copa del Mundo. Occidente se quejó. De los 24 hombres
entrados en edad que integraban el comité ejecutivo de la FIFA en 2010 al menos
una tercera parte ha sido acusados de corrupción.
La FIFA designó al fiscal norteamericano
Michael Garcia para que investigue la votación. La semana pasada, la FIFA
presentó un informe que decía que García había exonerado a Qatar y Rusia, pero
que no publicaría su reporte.
Furioso, García exige que sea publicado en su
totalidad. La pregunta es qué hacer ahora.
Occidente tiende a combatir a los regímenes
problemáticos con sanciones. Reinhard Rauball, el presidente de la liga
alemana, sostiene que habría que estudiar seriamente la posibilidad de
"que la Uefa se separe de la FIFA".
Un boicot europeo a la FIFA y a sus Mundiales
parece poco creíble. Europa occidental tiene sólo 6% de la población del mundo,
pero produjo los últimos tres campeones mundiales. Además, la mayoría de los
auspiciantes de la FIFA son compañías occidentales y la mayoría de sus acuerdos
de televisación más grandes son con transmisoras occidentales. Una Copa Mundial
sin ciertos países de Occidente no sería lo mismo.
Sin embargo, es muy probable que fracase ese
boicot occidental. El gran problema es que son pocos los países no occidentales
preocupados por los escándalos en la FIFA. Después de todo, muchos de esos
países son conducidos igual que la FIFA. Y ¿quién necesita a las selecciones
nacionales de Estados Unidos e Inglaterra? Un boicot perjudicaría mayormente a
sus hinchas.
Muchos no occidentales también creen (con
cierta justificación) que las quejas sobre la FIFA reflejan la envidia que
sienten los candidatos que no fueron elegidos para ser sedes. Además, la FIFA
no necesita el dinero europeo o estadounidense. Ese régimen está sentado sobre
un recurso natural eternamente renovable, su Copa Mundial, que genera cada vez
más ingresos. La FIFA no tiene ciudadanos a los que complacer, y puede decidir
cuánto pagar a las asociaciones nacionales.
Casi sin sanciones posibles, la mejor
estrategia de Occidente quizás sea ir lentamente presionando más. Y eso está
empezando a suceder. La FIFA tiene su sede en Zurich, en parte porque
tradicionalmente Suiza no molesta a las federaciones internacionales de
deportes. Sin embargo, los recientes escándalos han sido "bastante
vergonzosos" para el país, señaló Jean-Pierre Méan, un abogado suizo
experto en corrupción. El año próximo, se espera que Suiza promulgue una ley
que permita al país llevar a juicio casos de corrupción privada aunque no haya
denuncias.
Lo mismo podría hacer la Comisión Europea, otra
potencia occidental conmocionada por las travesuras de la FIFA. Bruselas podría
empezar a controlar más agresivamente las ventas de derechos de televisación.
El año próximo Blatter probablemente consiga su
quinto mandato como presidente de la FIFA. Pero ya tiene 78 años. Quizás
Occidente no tenga que esperar una "solución biológica". A medida que
los dictadores envejecen, se vuelven más vulnerables a la sublevación. Los
subalternos empiezan a sopesar los beneficios de romper filas. No hay razones
para creer que esta situación será diferente.
No importa quien suceda a Blatter; habrá cosas
que no cambiarán. La FIFA no tocará el torneo de Qatar, por miedo a enojar a
los musulmanes. "Una nueva votación tendría consecuencias explosivas. Eso
podría destruir a la FIFA", aseguró Jens Sejer Andersen de una asociación
deportiva danesa.
En 1959, EE.UU. empezó a tramar un
derrocamiento del régimen cubano de Fidel Castro. El plan aún no funcionó. Pero
los Castro, como Blatter, no pueden gobernar por siempre. ¿O sí?
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