Por qué el capitalismo no ha
triunfado como sistema
BBC - miércoles, 12 de
noviembre de 2014
El capitalismo parece la
"ley del más fuerte", pero puede parar o retroceder por la política o
el acontecer humano, según sostiene el filósofo político John Gray en este
artículo para la BBC.
En juntas directivas, bancos y
gobiernos, está arraigada la creencia de que el avance del capitalismo es
irreversible. El sistema, desarrollado en Occidente, se ha esparcido a casi
todo el mundo.
La planificación económica
central de la antigua Unión Soviética y de la China de Mao ya no existe como
sistema separado. Puede que persista en Corea del Norte, pero realmente sólo
queda una clase de economía.
Enfrentados al triunfo casi
universal de las fuerzas del mercado, muchos han llegado a la conclusión de que
el capitalismo ganó en un proceso evolutivo similar al de las especies.
Intensamente innovativo y
enormemente productivo, el capitalismo parece haber empujado a la extinción a
todos los demás tipos de economía.
Actualmente las ideas evolutivas
son omnipresentes, y parece natural extenderlas más allá del dominio en el que
se aplicaron por primera vez. Pero no está claro que cualquier proceso
evolutivo funciona en la sociedad.
John Gray es autor de "Falso
amanecer: los engaños del capitalismo global".
En el pasado, pensadores
influyentes creían que una cantidad de sistemas económicos muy diferentes
ganarían en lo que imaginaban como una versión social de la evolución
darwiniana.
En todos los casos hasta ahora,
la historia ha falsificado estas expectativas. No hay razón para pensar que
ahora sea diferente.
El avance aparentemente imparable
de las fuerzas del mercado podría ser fácilmente detenido o revertido por
decisiones políticas o por el flujo azaroso de los acontecimientos humanos.
El darwinismo de Spencer
La noción de que las sociedades y
economías evolucionan no es nueva.
Herbert Spencer, sociólogo y
filósofo de la Inglaterra victoriana que profetizaba un irrestricto libre
mercado; pocos lo recuerdan, pero sus ideas descabelladas siguen resurgiendo.
Fue Spencer, no Charles Darwin,
quien inventó la maltratada expresión "supervivencia del más fuerte".
Spencer, defensor de la teoría de
la evolución, creía que diferentes tipos de sociedad competían como en el mundo
natural. En su época serían la sociedad "militante" y la
"industrial".
En las sociedades militantes, la
vida se basaba en la coerción y la dirigía de alguna manera el gobierno,
mientras que en las industriales la economía estaba basada en contratos e
intercambio voluntario.
Los imperios y monarquías de
Europa continental ilustran la militante, mientras que la Inglaterra del
laissez-faire (dejar hacer, dejar pasar) a mediados del Siglo XIX, ejemplifica
la industrial.
Las sociedades industriales eran
esencialmente pacíficas, creía Spencer, mientras que las militantes eran belicosas.
Durante su larga vida -nació en
1820 y falleció en 1903- Spencer estaba seguro de qué sociedad prevalecería: el
resultado final de la evolución social sólo podría ser que la extensión del
capitalismo por todas partes.
Pero a fines del Siglo XIX, con
el ascenso del canciller Bismarck en Alemania y el inicio de las guerras de los
bóeres en Sudáfrica, Spencer comenzó a sospechar que las sociedades militantes
tendrían la ventaja.
Desconcertado por el curso de los
acontecimientos, pasó sus últimos años profundamente deprimido, pese a su
nominación al Premio Nobel de Literatura en 1902.
La obra de Spencer "Sistema
de filosofía sintética" fue publicada en 1896 y contenía volúmenes sobre
principios de biología, psicología, moral y sociología.
El fracaso del socialismo
La idea de que las sociedades
evolucionan no desapareció. En cambio, una discípula de Spencer, Beatrice Webb
-socióloga y cofundadora de la London School of Economics- concibió una
dirección opuesta a la de su mentor.
Habiendo observado la magnitud de
la pobreza en Londres, Beatrice abandonó su creencia en el laissez-faire y se
convirtió al socialismo, aunque siguió creyendo en la evolución de la sociedad,
hacia la planificación central.
Con su esposo Sidney, fue una
ferviente admiradora de la Rusia de Stalin y juntos escribieron el libro
"La Unión Soviética: una nueva civilización". En la primera edición
de 1935, el título era una pregunta. Pero estaban tan seguros, que le quitaron
los signos de interrogación en sus posteriores ediciones.
Beatrice y Sidney Webb murieron
creyendo que sus ideas sobre la evolución social se habían cumplido.
A diferencia de Spencer, los Webb
fueron afortunados de morir -Beatrice en 1943, Sidney en 1947- con sus
ilusiones intactas. La nueva civilización que esperaban nunca apareció, la URSS
colapsó y no se hubieran imaginado lo que es Rusia hoy.
Pero la idea de la evolución
social aún persiste, en algunos círculos más fuerte que nunca.
En la década de 1980, Friedrich
Hayek, economista y premio Nobel austríaco, presentó una teoría evolutiva
similar a la de Spencer, cuando sugirió que el capitalismo prevalecería porque
su inmensa productividad podría mantener a una población humana mayor que
cualquier otro sistema económico.
Reflejando estas ideas, muchos en
Occidente interpretaron el colapso soviético como una derrota de la
planificación central en una competencia darwiniana con los libres mercados, y
muchos piensan hoy que China no podría revertir su viraje al capitalismo de las
últimas décadas.
Pero la URSS no desapareció en
1991 porque la planificación central era ineficiente y corrupta, pues así fue
desde su fundación en 1922, como consecuencia de la revolución bolchevique de
1917.
Avance de los tanques hacia la
Casa Blanca Rusa (parlamento) en el centro de Moscú, durante el intento de
golpe de estado el 20 de agosto de 1991.
El colapso ocurrió porque la URSS
fue derrotada en Afganistán y no podía controlar las fuerzas religiosas y
nacionalistas que brotaron en Polonia y los países bálticos.
Igualmente, el éxito del
capitalismo en China no se debió a un proceso de evolución social. El
experimento chino fue lanzado hace 30 años como resultado de decisiones de Deng
Xiaoping, y podría ser frenado por decisiones de otros líderes.
De hecho, no hay nada darwiniano
sobre la idea de evolución social. La clave de la teoría de Darwin es que la
evolución no tiene una dirección general.
Como puso en su autobiografía, no
hay más diseño en la selección natural que en "el curso en que sopla el
viento". La evolución de las especies ocurre como parte de un proceso de
deriva y lo mismo se aplica a las sociedades si también evolucionan.
La evolución no va a ningún lugar
en particular, y todo lo que se dice que las sociedades evolucionan hacia un
final común -capitalismo, comunismo o lo que sea- involucra un malentendido
básico de la evolución darwiniana.
El libro "El origen de las
especies" de Darwin fue publicado en 1859 y fue extremadamente polémico,
aunque sus ideas fueron pronto acogidas. Darwin incluyó a la humanidad en sus
teorías sobre la evolución.
Futuro incierto
La evolución social es sólo un
mito moderno; no hay una teoría científica sobre su funcionamiento.
Se habla mucho de memes, unidades
de información o significado que supuestamente compiten en la sociedad. Pero no
hay un mecanismo para la selección de conceptos humanos similar al que Darwin
creía que operaba entre las especies y que los científicos mostraron en su
trabajo con los genes.
Ideas malas, como el racismo,
parecen estar aquí siempre, mientras que la tontería de la evolución social ha
tenido un gran poder para mutar y sobrevivir.
Darwin trabajó en su teoría
durante 20 años. Al enterarse que otro naturalista, Alfred Russel Wallace,
había desarrollado ideas similares, ambos hicieron un anuncio conjunto en 1858.
En los próximos años, la creencia
de que las sociedades están evolucionando hacia el capitalismo de mercado
podría ser puesta a prueba.
Hemos visto en Rusia cómo un
líder decidido y aparentemente popular puede revertir el avance de las fuerzas
globales del mercado.
La Rusia de Putin no ha vuelto a
la planificación central, pero está cambiando y tratando de reducir su
dependencia de mercados mundiales.
Algo similar podría ocurrir en
China. Durante el experimento económico chino, el estado nunca ha entregado el
control de mando.
No cuesta imaginar al presidente
Xi Jinping reaccionando a la amenaza de rebelión por la actual desaceleración
económica mediante el fortalecimiento del control gubernamental.
El capitalismo ha sobrevivido la
crisis financiera iniciada en 2007 y no hay razón para pensar que se enfrenta a
una perspectiva inminente de colapso global.
Tampoco hay razón para suponer
que el capitalismo reanudará su avance. En mi opinión, el resultado más
probable es que el futuro será como el pasado, con una variedad de sistemas
económicos.
Pase lo que pase, no será
determinado por algún proceso imaginario de evolución social. Será por
decisiones humanas, interactuando con el incontrolable flujo de acontecimientos
que lleven al mundo a un futuro desconocido.
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