Por qéu nos cueta tanto notar nusetros prpios
erroes
BBC - viernes, 14 de noviembre de 2014
Si estás a punto de cerrar la página, indignado
ante semejante error en el título, o si ya estás tecleando a toda velocidad,
escribiéndonos un correo para acusarnos de flojos o descuidados detente, espera
un segundo.
En este caso –al menos– el error es deliberado
y viene a cuento para explicar por qué nos resulta tan difícil reconocer
nuestros propios errores, aunque revisemos el texto una y otra vez para
asegurarnos de que está bien y evitarnos un papelón (o un regaño).
A mí me pasa con frecuencia el omitir un qué,
un le, escribir desición en vez de decisión y, en algunos casos, olvidarme por
completo de incluir un párrafo o una explicación esencial para hacer
comprensible una nota.
Al parecer, y no lo digo en ninguna medida para
justificar los errores que yo u otros colegas míos podemos cometer, no se trata
de negligencia, falta de inteligencia o pereza.
Según Tom Stafford, psicólogo de la Universidad
de Sheffield, en Reino Unido, esto ocurre precisamente por lo contrario.
Aunque escribir nos resulte algo cotidiano, el
poner ideas en palabras es para el cerebro una tarea compleja y sofisticada.
Nuestro cerebro se concentra en la estructura,
las oraciones y las frases y deja que el piloto automático se encargue de los
detalles.
Lo mismo se aplica en el caso de la lectura.
Expectativas
Ahora bien, si estamos leyendo lo que nosotros
mismos hemos escrito, el problema, le dice Stafford a BBC Mundo, es que
"se produce una combinación entre lo que vemos y lo que esperamos
ver".
"Como sabes qué quisiste escribir, eso
interfiere con lo que en realidad escribiste", explica el investigador.
Es decir, no reconocemos nuestros propios
errores porque lo que vemos entra en competencia con la versión que tenemos en
nuestra cabeza.
Por esta razón "es mucho más fácil
detectar los errores de los demás, porque tenemos muchas menos
expectativas" respecto a lo que vamos a leer, afirma Stafford.
A no ser, agrega, que estemos muy
familiarizados con lo que estemos leyendo, aunque no lo hayamos escrito
nosotros.
En ese caso, podemos pasar por alto los errores
como si fuese un texto nuestro.
Rostros en las nubes
Esta competencia entre las dos versiones no
ocurre solo en el campo de la escritura/lectura.
Nuestro cerebro está diseñado para reconocer
rostros, de ahí la facilidad con la que podemos "ver" caras en las
nubes.
Hay que recordar, dice Stafford, "que no
vemos el mundo tal como es. Siempre es una combinación de lo que vemos a través
de nuestros ojos y nuestras expectativas".
"No existe algo así como la percepción
pura".
Un ejemplo claro es la facilidad que tenemos
para ver rostros en las nubes o en la corteza de un árbol.
"¿Están ahí? Claro que no, pero nuestro
cerebro está diseñado para reconocer caras. Somos muy buenos para eso aunque
esté oscuro o si una persona tiene barba", señala el psicólogo.
"Como esperamos ver rostros, nuestro
cerebro selecciona cosas del entorno que se le puedan parecer", añade.
Solución
Pero no todo está perdido, es posible mejorar
nuestra habilidad para detectas esos detalles que arruinan nuestra escritura.
Al menos ahora corregir un error no es tan
difícil como en la época de las máquinas de escribir.
"Hay que hacer que el texto se nos vuelva,
de alguna manera, poco familiar", le dice a BBC Mundo el investigador.
"Puedes cambiar el color, el tamaño o el
estilo de las letras antes de volverlo a leer".
"Otra opción es imprimirlo y dar vuelta la
hoja, para leerlo al revés", concluye Stafford.
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