¿Por qué nos enternecen tanto los
bebés mamíferos?
BBC - martes, 1 de julio de
2014
Es un fenómeno bien conocido y
frecuentemente explotado en publicidad.
Aunque no sea racional elegir la
marca de papel higiénico porque a uno le gustan los cachorritos, las
publicidades emocionales funcionan.
Pero por más tierno que sea un
leoncito recién nacido, su equivalente adulto, por más bello que sea, resulta
más bien amenazante.
Hay una explicación evolutiva obvia,
la misma que explica por qué nos enternecen los humanos más jóvenes: hay que
cuidarlos o nuestra especie se extinguirá.
¿Pero qué más hay? ¿Por qué
sentimos esas emociones tan fuertes por la mayoría de los mamíferos bebés?
Truco de la evolución
Gráfico de cabezas humanas y animales
El académico austríaco ganador
del premio Nobel Konrad Lorenz (1903-1989), quien estudió la importancia
evolutiva y adaptativa de los comportamientos humanos (etología humana), señaló
que muchos animales –por razones que no tienen ninguna relación con la
necesidad de ser protegidos por los hombres– poseen ciertos rasgos también
compartidos por los bebés humanos, pero no por los adultos: grandes ojos,
narices chatas, frente abultada y mentón pequeño.
Lorenz creía que somos víctimas
de un truco de la respuesta evolutiva a los pequeños humanos y que transferimos
nuestra reacción al mismo conjunto de rasgos en otros animales.
El antropólogo Andrew Marlow
argumenta que esta reacción se origina en el modo en que nosotros, como
humanos, nos desarrollamos.
Él sugiere que el impulso de
crianza se dispara muy fácilmente en los humanos porque los bebés están muy mal
preparados para sobrevivir y necesitan una enorme cantidad de cuidados.
"Esta es en parte una
batalla evolutiva entre la pelvis y el cráneo", dijo Marlow.
"Somos el único mamífero que
camina exclusivamente con dos piernas. Esto ha liberado los brazos para usar
herramientas y armas y buscar comida".
"Pero la contrapartida es que
para acomodar nuestro bipedalismo, la pelvis se ha movido de posición y se ha
estrechado".
"Una mujer moderna no es
físicamente capaz de dar a luz nada que sea más grande que la cabeza de un
bebé".
"Por lo tanto el cerebro
humano tiene que desarrollarse mucho después del nacimiento, no en el
útero".
"Los bebés humanos son muy
vulnerables".
Ojos negros e implorantes
Lorenz dijo que juzgamos la
apariencia de otros animales, incluso si no son mamíferos, con el mismo
criterio con el que juzgamos la nuestra – aunque el juicio puede ser totalmente
inapropiado en un contexto evolutivo.
Por ejemplo, un pollito recién
nacido –a pesar de las apariencias– probablemente no esté anhelando un abrazo.
Incluso criaturas acuáticas nos
provocan esta respuesta: muchos creen que los delfines, con su frente abultada
y su rostro sonriente son "lindos".
Por el contrario, un tiburón
parece tener una boca cruel y ojos malignos.
Pero ningún ser es atractivo o
feo por naturaleza, sostiene el biólogo evolucionista Simone Fellowes.
"Es nuestra respuesta la que
así lo interpreta. Si los bebés comenzaran a nacer con largas narices y cabezas
estrechas, incluso con cuernos, comenzaríamos a ver esos rasgos como
bellos".
"De manera más concentrada,
esta es la razón por la que los padres tienden a creer que sus propios retoños
son más atractivos que otros bebés".
"Hay un instinto inherente
para preservar nuestro propio linaje. Con un foco más concentrado, significa
nuestro propio y específico ADN".
"Un foco más amplio, supone
todos los jóvenes humanos. Y un foco aún más amplio incluye a todos los jóvenes
mamíferos".
Esto quiere decir que aunque
probablemente no vayamos a confundir un bebé humano con una cría de foca, sí
tenemos el impulso de cuidar a esta pequeña criatura peluda con sus enormes
ojos negros e implorantes.
Autos tiernos
Este deseo de protección puede
llegar tan lejos como para alcanzar objetos inanimados.
Los automóviles que se
promocionan como "bonitos", como el "escarabajo" de Volkswagen
o el Mini Cooper, tienen formas redondeadas, luces frontales prominentes y una
delantera corta – o una barriga regordeta, ojos grandes y nariz chata.
"Esto es deliberado",
explica el diseñador Ben Crowther.
"Especialmente en un mercado
de compradoras femeninas en rápida expansión, los autos que parecen amigables
son cada vez más populares".
"Una proporción
significativa de estos coches reciben apodos, se vuelven más antropomórficos,
generan afecto y por lo tanto fidelidad".
Sin embargo, con su gruesa piel
gris, sus ojos pequeños y brillantes, sus grandes orejas y sus largas trompas,
las crías de elefantes no deberían parecernos atractivos, pero sí lo hacen.
Nuevamente, esto puede deberse a
la identificación con los bebés humanos, dice Fellowes.
Los pequeños elefantes, aunque no
se parecen físicamente a los humanos, tienen elementos del comportamiento:
parecen patosos, juguetones, frágiles (al lado de sus enormes y arrugados
parientes) e inocentes.
Permanecen junto a sus mamás por
instinto de supervivencia, pero nosotros lo interpretamos como amor.
"Vemos comportamientos
infantiles, los interpretamos de forma incorrecta, y transferimos nuestro
afecto", dijo Fellowes.
Así que cuando vemos algo
adorable y lindo en un elefante, o en un cachorro, no estamos respondiendo de
forma racional a algo que necesita nuestros cuidados; sino que podríamos estar
compensando la estrechez de la pelvis humana y los cerebros sin desarrollar de
nuestros bebés.
Lo cual es, en términos de
supervivencia humana, un truco muy tierno.
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